12 de diciembre, 2024
Pienso, luego existo

Con el contundente y rotundo triunfo de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, cabe preguntarse qué repercusiones tendrá, tanto a nivel político como económico, en nuestro país y sin olvidar de la peculiar relación con nuestro presidente.

 

Por lo pronto, conociendo de las fuertes personalidades de ambos mandatarios, esperemos que no haya celos ni disputas personales para considerarse cada uno por su lado, como el líder neoliberal más importante del mundo.

 

Que nuestro economista se la crea es una cosa, que sea realidad es otra y, la verdad, el presidente de los Estados Unidos sea quien sea y mucho más alguien con la personalidad, carisma y además del poderío económico como Trump es hoy muy difícil de pelearle el sitial del hombre más poderoso del mundo.

 

Va de suyo que, con la llegada a la Casa Blanca del mega empresario, comenzará a observarse una postura más pragmática en términos comerciales y diplomáticos, en especial si de lo que se trata es de fortalecer su agenda de "America First".

 

Ello implicará llegar a acuerdos comerciales, pero desde la bilateralidad y con especial integración con algunos países, desde ya la Argentina podría beneficiarse de acceso preferencial a mercados estadounidenses o, al menos, a una mayor flexibilización de las barreras comerciales, por la empatía nacida entre Trump y Milei que, además, son ambos líderes de una marcada línea política ultraconservadora.

 

Sin embargo, no debemos olvidar que Trump avanzará en una mayor regulación proteccionista, en desmedro de las importaciones que puedan quitar o eliminar el trabajo americano, acá entra a jugar una primera disparidad entre ambos presidentes, mientras Milei apuesta por libre mercado y apertura comercial, Trump se posiciona más ultra conservador y proteccionista.

Donde mayor incidencia puede tener el americano y para beneficio local es en la influencia que pueda hacer valer en el FMI y con efecto inmediato respecto de la deuda externa.

Obviamente, Trump podría adoptar una postura más "dura" respecto a las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), especialmente si considera que las políticas fiscales de Milei son un modelo a seguir para América Latina y con ello ser más comprensivo para mejorar el relacionamiento y la baja de las tasas de interés o el aumento de los plazos de retorno.

Pero también en el horizonte hay acechanzas y posiciones incómodas para Milei, puntualmente se posicionó fuertemente a favor de Zelensky en el conflicto ruso-ucraniano, pero Trump tiene una relación fluida con Putin, quien seguramente habrá sido luego del millonario quien más se alegró por su triunfo.

Este alineamiento con Putin plantea dudas sobre qué política exterior seguiría Trump en su regreso a la Casa Blanca. En sus primeros años de mandato, Trump adoptó una postura de no intervención en muchos conflictos internacionales, incluyendo la cuestión ucraniana.  

La cercanía de Trump a Putin también alimenta teorías en cuanto estaría más propenso a desmantelar las sanciones económicas contra Rusia y buscar una "desescalada" con el Kremlin, lo que podría desencadenar un cambio radical en la política exterior estadounidense y debilitar las alianzas tradicionales en Europa y Asia.

Por otro lado, está la cuestión con China, este es el gran contendiente a vencer por los Estados Unidos. Durante su primer mandato, Trump fue muy crítico de China y sus políticas comerciales, y uno piensa que continuará haciéndolo hacia futuro. En este aspecto, Milei no seguirá la política del kirchnerismo, dando preponderancia a los negocios con los chinos sin que esto implique cerrar el comercio bilateral.

De lo que podemos estar seguros es que, atento las similitudes ideológicas donde ambos presidentes comparten algunas características, como el rechazo al "sistema político tradicional", el nacionalismo económico, y una crítica constante a la "élite", fortalecerá la relación entre los dos gobiernos, privilegiando a Milei como su referente en la región, donde los Maduro, Boric, la nueva presidente mexicana y Lula son todos expresiones de variopinto progresismo izquierdista.    

En lo que sí hay que estar atentos es que ambos salen de lo tradicional y desconciertan a analistas políticos y observadores internacionales, a tal punto, que no se puede comprender cómo un hombre -cuya retórica xenófoba y discriminatoria fue durante años uno de los pilares de su campaña política- ha logrado recuperar el apoyo de un sector importante de la población latina en los Estados Unidos, a pesar de haber hecho comentarios vehementemente ofensivos contra ellos durante su primer mandato.

Este fenómeno plantea una serie de preguntas sobre las dinámicas políticas y sociales del país, la naturaleza del voto latino y la evolución del pensamiento democrático en una era marcada por la polarización extrema.

Recordemos esos comentarios despectivos hacia los inmigrantes latinoamericanos, especialmente los mexicanos, a quienes tachó de "violadores" y "criminales", o la construcción del muro en la frontera con México hasta la implementación de medidas como la separación de familias en la frontera.

Sin embargo, a pesar de estos ataques, el expresidente logró conseguir una porción significativa del voto latino, especialmente entre los votantes cubanos y otros grupos de latinoamericanos con ideologías conservadoras.

El apoyo de una parte de la comunidad latina a Trump también refleja la complejidad de la política estadounidense, donde las identidades étnicas y raciales no siempre se alinean con los intereses o valores que uno esperaría a priori.

Uno podría pensar que los latinos que tradicionalmente se alineaban con los demócratas, que representan una idea más progresista, se iba a mantener incólume, pero no fue así, ahora pesa más la economía familiar, el empleo y la seguridad personal, todo ello parecería tener un peso mayor que las políticas discriminatorias.

Otro aspecto desconcertante de la victoria de Trump es cómo entender que quien ha despreciado las normas democráticas haya obtenido el favor popular, cuando estamos en presencia de la mayor democracia en el mundo.

A pesar de haber incitado el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, desafiado los resultados de las elecciones de 2020 y promovido teorías de conspiración sobre el "fraude electoral", ha logrado nuevamente conectar con una porción significativa del electorado que, quizás por desilusión o por una aversión a las políticas de la administración Biden, lo respalda.

Es increíble que un hombre que no solo desacreditó el sistema electoral de su país, sino que también puso en duda la legitimidad de la elección de un presidente democráticamente elegido, haya logrado recuperar la presidencia, y esto nuevamente nos hace replantear serias preguntas sobre la salud del sistema democrático estadounidense.

Acá es interesante ver cómo fallaron las encuestas y cómo la opinión de figuras convocantes del espectáculo o la prédica de la supuesta prensa libre y democrática no fueron capaces de torcer la voluntad del pueblo.

Allá como aquí la gente optó por aquel que, a simple vista, pueda ser el más irracional o reaccionario, pero que le hace abrigar la esperanza de un cambio, salir de la parálisis del statu quo. Si la política de siempre no le mejora la calidad de vida de las personas, pegan el volantazo y cambian de raíz la dirección del gobierno.

Y en ello, tanto Milei como Trump supieron ser hábiles escuchas del sentir popular y aprovecharon el malestar y la desconfianza generalizada en las instituciones, utilizando un discurso populista que promete restablecer lo que describen como el "verdadero" sistema democrático, mientras ignoran las normas que lo sustentan.

El regreso a la presidencia, con el apoyo de sectores como la comunidad latina que previamente sufrió su ataque xenófobo, muestra la compleja realidad de un electorado cada vez más polarizado, dispuesto a optar por soluciones que desafían las normas democráticas a cambio de promesas de cambio y orden.

La victoria de Trump es, en muchos sentidos, una paradoja: un hombre que ha sembrado discordia, cuestionado la democracia y mostrado simpatías por regímenes autoritarios sigue siendo una figura política central en los Estados Unidos.

 En el ámbito internacional, la pregunta de cómo manejará Trump el conflicto de Ucrania, junto con su relación con Putin, será crucial no solo para la seguridad de Europa, sino para el futuro de la estabilidad global.

Allá como acá debemos aceptar el resultado electoral que se constituye en una muestra manifiesta de lo que los ciudadanos comunes quieren, por lo menos, nos revelan un claro mensaje de desconfianza en las instituciones, y han optado por figuras que prometen desafiar el statu quo, aunque a menudo este desafió e a costa de los principios democráticos fundamentales.

Julio César Coronel

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