22 de octubre, 2024
Actualidad

La psicóloga, María de los Ángeles Guzmán Ávila (M.N 33472- MP 227) alude a las buenas y malas prácticas de los profesionales de la salud mental. Por qué es necesaria la supervisión, como parte de la responsabilidad ética.

A raíz del caso del psicólogo santiagueño acusado de abuso sexual, la Lic. María de los Ángeles Guzmán Ávila habla de la importancia de exponer claramente cuáles son las buenas y las malas prácticas en el ejercicio profesional. Así, describe todo un proceso que exige plena responsabilidad profesional y que debería contar con supervisión de casos hasta que el psicólogo tenga suficiente solidez en su trayectoria.

No es algo lineal, pero arranca en el momento en que el profesional “recibe a una persona que está sufriendo,  que tiene lo que se llama ‘malestar subjetivo’. Está sufriendo por alguna problemática en el ámbito de la familia, laboral, personal, etcétera. Por supuesto que, cuando uno asiste a un profesional es porque supone que él tiene un saber específico y lo va a poder ayudar”.

De por sí es una relación asimétrica, como la relación del maestro y del alumno, la del médico y el paciente, y otras similares. No es una relación entre pares, de igual a igual. Por eso nosotros siempre decimos que ir al psicólogo no es como ir a hablar con un sacerdote, con una amiga, con mamá o papá”, detalló.

Seguidamente, hizo hincapié en que en esa “asimetría”, el psicólogo no puede ni debe ser “juez” de las acciones del paciente. “No puede posicionarse en un lugar moralista y decir: ‘vos estás haciendo bien, estás haciendo mal’. Tampoco posicionarse en un lugar de una ideología religiosa y decir: ‘vos tienes que ser católico y tienes que hacer las cosas así porque si no Dios te va a castigar, no puede ser maestro e intentar educar al consultante”, planteó para advertir sobre malas prácticas que no debe ocurrir en el ámbito de la terapia.

Guzmán Ávila tildó estas acciones de “adoctrinadoras”, lo que está por fuera de las buenas prácticas de los profesionales de la salud mental. “El psicólogo -explicó- tiene que justamente “vaciarse” (…) de lo que sería todo el recorrido propio, en cuanto a su historia e ideología, y de lo personal; es decir, de las problemáticas que viene cargando, de los deseos y necesidades que lo pueden aquejar. El profesional de salud mental debería, en el mejor de los casos, tratar sus conflictivas concientes e inconcientes en su propio espacio de tratamiento psicológico.  Clarificando sus puntos oscuros, temores y conflictos podría ubicarse en un lugar justamente de promotor  de la palabra del consultante”.

Desde la teoría psicoanalítica, en un principio solo hay consulta o entrevistas psicológicas con el profesional de salud mental, y  suele denominarse “paciente”- vocablo que viene del ámbito médico-, a un “consultante”,  quien más adelante será “analizante”.  Esto -según apuntó la psicóloga- ocurre porque todavía no hay ‘análisis’ propiamente dicho, siempre hablando desde la teoría psicoanalítica. “Hay solamente entrevistas psicológicas o consultas por alguna dolencia o padecimiento psicológico, que por supuesto tienen efecto terapéutico.”

“Para que haya análisis no hay un tiempo estipulado previamente, como en la teoría cognitiva que tiene ciertas estructuras o “recetas”. Porque justamente el consultante, al hablar de su vida, de sus deseos y temores puede generar o no un vínculo transferencial con el psicólogo, que es un vínculo de “confianza”, por decirlo de modo menos técnico: el consultante proyecta de manera inconciente en el psicólogo, expectativas de saber, de contención, aspectos de sí mismos no integrados o rechazados, roles que ha ocupado en su historia de vida familiar, etc.  Una vez que se instala la transferencia, y se hace más sólido ese vínculo transferencial, el sujeto se siente justamente causado a ir otra vez a la consulta”. De lo contrario, puede ocurrir que la persona asista una vez y no regrese.

En caso de darse esa transferencia, las sesiones de terapia exigen todavía más responsabilidad ética por parte del profesional, ya que de manera inconciente e inevitable el consultante le atribuye un “poder” al psicólogo o analista. Un poder que sobreviene de ese vínculo terapéutico transferencial, y el profesional debería valerse del mismo para ayudar al sujeto que consulta por un padecimiento o dolencia subjetiva. “Tiene que valerse de su saber, su experiencia y el vínculo transferencial positivo para ayudar al consultante a salir de la problemática que lo aqueja y reestablecer la salud mental”, sostuvo  y destacó la importancia de “no mezclar” sus propias problemáticas o puntos emergentes con los de la persona que consulta.

Supervisión

La supervisión de la práctica psicológica es poco habitual y muchos psicólogos la miran de reojo. Sin embargo, podría servir para que los profesionales puedan llevar adelante su actividad en óptimas condiciones y mejorar en su tarea diaria.

Esta acción consiste en acudir a un profesional con mucha trayectoria e idoneidad en la  línea teórica que el psicólogo  haya elegido formarse, para poder trabajar un caso. A través de dudas puntuales y reflexiones guiadas, a través de intervenciones o señalamientos necesarios que lleva a cabo el supervisor, se propone acompañar al psicólogo en sus primeros pasos en la práctica profesional.

La clínica constituye la base en tanto formación fundamental que debería tener todo psicólogo cualquiera fuera el ámbito donde se desempeñe: educativo, jurídico, laboral, comunitario, entre otros. Guzmán Ávila, explicó que en esta instancia, los nuevos profesionales pueden reflexionar con su par de vasta experiencia y preguntar si está bien encaminado y cuestionarse. “Esto tiene que ver con saber que uno tiene ciertas limitaciones propias de la trayectoria que aún no ha recorrido”, consideró.

“Pero, además, no debe perder de vista que también somos seres humanos que podemos tener desaciertos en la práctica”, dado que también, considerando la edad del psicólogo y el consultante, podemos estar “transitando problemáticas similares que llegan a consulta”. “En psicoanálisis se conoce el término “sujeto deseante”, quiere decir que todos tenemos ciertas carencias y estamos atravesados por la cultura y la vida en sociedad que de algún modo nos condiciona y nos lleva en la búsqueda permanente de los que nos falta”, detalló.

Pese a esto, la profesional afirmó que son muy pocos los recién graduados que acuden a supervisión, de manera sostenida y lo consideran como una instancia más de formación. Mientras que en otras provincias, los Colegios de Psicólogos ya cuentan con un cuerpo de supervisores que ofrecen su escucha y acompañamiento a los recién graduados, con honorarios accesibles. “En muchos casos, los colegas que empiezan a trabajar no tienen acceso a esto porque piensan que es algo monstruosamente caro y no pueden afrontarlo”, comentó. 

Y nuevamente, reparó en la importancia de replantearse la labor cotidiana. “Tiene que existir un cuestionamiento y una reflexión permanente en la práctica psicológica, cuando tenga dudas en el diagnostico o del tratamiento: ‘¿estaré bien encaminado con este caso?’, cuando uno no se hace esa pregunta y cree que no tiene nada que recibir de otro profesional con más trayectoria, o inclusive de los colegas contemporáneos, estamos en riesgo. Puede suceder que el psicólogo se ubique en el lugar de alguien que lo sabe todo,  y puede con todo, un sujeto omnipotente y onmisapiente con “pasión por curar”. Y en esos casos, a mi entender estaría rozando la perversión. El famoso cuadro de perversión se relaciona con la persona que no se cuestiona nada, que responde a su propia “legalidad”, que toma al otro como objeto y no como sujeto, para satisfacer sus propias necesidades, generando un alto grado de angustia”,   destacó.

Otra de los prejuicios al recurrir a esta práctica de formación, según Guzmán Ávila, es cuando el colega tiende a pensar que “si comentan qué es lo que han estado haciendo con un caso, lo van a juzgar mal y van a decir que es un mal profesional y no sabe nada”.

Hay un desconocimiento en cuanto a eso, una creencia muy equívoca acerca de los fundamentos de la supervisión en sí misma, por un lado y una presión social sobre el rol profesional.  Entonces, consideran que si tal profesional asiste a supervisión es porque no sabe nada y, en realidad, es al revés”, precisó.

En este sentido, agregó que “todo profesional de la carrera que fuera, tiene conocimientos previos cuando comienza la práctica profesional, muchas veces no los puede instrumentar en función de su labor, porque los entiende como muy teóricos y abstractos, que ocurre muchas veces con la Psicología, o porque siente que le falta solidez teórico práctica. Esta es una instancia por la que todos pasamos alguna vez cuando salimos de la universidad, sólo hay que atravesarla recordando siempre los tres pilares básicos en la formación: la capacitación permanente, la psicoterapia personal y la supervisión de casos”.