23 de noviembre, 2024
Emprendedor

Luego de viajar por Latinoamérica, Sofía Lecroq quiso dejar atrás el ajetreo cotidiano de la CABA y comenzar una nueva vida en Santiago. Lejos de su carrera profesional de abogada probó varios emprendimientos caseros hasta toparse con la pastelería saludable.


A los 28 años, durante unas vacaciones en Capilla del Monte (Córdoba), Sofía Lecroq (43) descubrió que su rutinaria vida de abogada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no iba más. Conoció a personas nómades que podían vivir de las artesanías que elaboraban y quiso dedicarse a lo mismo, sin las presiones y el estrés cotidiano de la ciudad portuaria.

Viajó por todo el norte de Argentina y conoció también el exterior. En el camino se encontró con un santiagueño que hoy es su ex pareja y padre de Martina, su hija de 12 años. También con mujeres que le compartieron sus saberes en panadería saludable, algo que encajaba perfecto con su problema de gastritis crónica. 

Como siempre le gustó la cocina, no le costó someterse a la etapa de prueba y error del amasado y horneado hasta alcanzar el punto que quería. Aprendidas las técnicas, no quedaba más que salir a vender y finalmente costear los viajes que anhelaba hacer.

Cuando hace 13 años llegó a Santiago del Estero, de la mano de su entonces pareja, se mantuvo firme en su decisión de no volver a ser empleada. Ensayó con varios negocios que funcionaron en su momento, y hace un año se volcó a la pastelería y panadería. Así nació “Dulce Sofía”; un emprendimiento de productos caseros, libres de ingredientes ultraprocesados, aptos para diabéticos y adeptos a la dieta cetogénica.

El consumo de estos comestibles creció notablemente en la última década. Pues, según recuerda la emprendedora, cuando arribó a la provincia, prácticamente no existían las dietéticas y los bares no ofrecían alternativas saludables, tal como lo hacen en la actualidad. Ante esta alta demanda, empezó a ofrecer panes integrales en el barrio San Germés, donde vive y en los de la zona.

Sofía divide su tiempo en todas las tareas que demanda un emprendimiento de este tipo. Producir, promocionar, vender, administrar y hasta repartir es parte de su rutina laboral. Entiende que, de momento, para obtener ganancias y no solo “cambiar plata”, es conveniente hacerlo de este modo, a su ritmo y con estrategias constantes, donde las redes sociales tienen papel preponderante.

-¿Cuándo y cómo surgió “Dulce Sofía”?

-En el 2013 me vine a vivir a Santiago del Estero, después de viajar dos años por Latinoamérica haciendo artesanías. Yo soy abogada por la Universidad de Buenos Aires y a los 28 años decidí renunciar a mi trabajo en un estudio jurídico. Estaba cansada de la rutina de la vida de allá, era muy estresante; trabajaba todo el día. 

En 2010 decidí irme de vacaciones sola a Córdoba, a Capilla del Monte y me quedé en ese lugar que es un pueblo en el que hay muchos artesanos. Hay mucha gente vegetariana, que lleva una alimentación saludable. 

Ese fue un poco mi primer contacto con el tema de los panes y me gustó tanto que decidí renunciar a mi trabajo y no volví más. Decidí emprender una nueva vida. Justo conocí a una chica que viajaba hace un tiempo y se había quedado a vivir ahí y estaba haciendo panes rellenos. Era como una especie de masa a la que se la aplastaba, como los calzones y se las rellenaba con queso, tomate y albaca o calabaza y queso. 

Esta chica me incentivó. Me decía que si no quería llevar la vida que llevaba, podía renunciar. Le dije que me enseñara a hacer panes, que yo quería seguir viajando. Y en un par de días le agarré la mano y empezamos a vender juntas. Salíamos y vendíamos todo; entonces ya tenía el sustento para seguir viajando. 

Después conocí al que era mi marido, al padre de mi hija que era santiagueño. Era artesano y estaba viajando hace cinco años con artesanías. Trabajaba alambre ionizado, vendía piedras preciosas, hacía macramé… De ahí aprendí a hacer macramé porque con los panes  se me complicaba; no tenía horno porque a veces teníamos que parar en carpas.  Y empecé a viajar a subir por todo el Norte argentino, Salta, Humahuaca, Tilcara, Cafayate, Purmamarca… Llegamos hasta Machu Picchu, con mi ex marido, un Renault 12 y el perro.

-¿Por tu ex marido te trasladas a Santiago?

-Llegué por él, nos casamos acá, porque si no, no hubiera llegado nunca porque no conocía. En el 2013 terminamos de viajar y nos radicamos aquí. Él ya estaba un poco cansado porque venía viajando como hace 7 años. Surgió el tema de quedarnos acá y echar  raíces y ver si nos daban una casa en el futuro. 

Pusimos un negocio de remises, así arrancamos. Compramos autos y los alquilábamos. Teníamos 4, pero después, en el 2012 nació mi hija que se llama Martina. En 2013 me dieron la casa y en 2014 puse una verdulería y una pollería, ahí estuve 9 años en el rubro comerciante.

Recién el año pasado arranqué haciendo panes. Alquilé el local de la verdulería en octubre de 2022. Lo hice porque no daba más, se estaba yendo a pique y estaba muy cansada. Yo me divorcié hace un año. Yo trabajaba con mi ex marido y en el último tiempo decidí seguir sola y la verdad es que ya no daba para más. La mía fue la primer verdulería del barrio, se llamaba “Vida Natural”, nos iba re bien. 

-Así que estás muy entrenada en el trabajo independiente…

-En el 2010 yo renuncié al estudio jurídico y dije “no trabajo para nadie nunca más”.

-¿Sigues pensando así?

-Sí, de hecho, actualmente estuve pasando un momento muy difícil. Tuve una semana muy angustiante, no sabía qué hacer, si empezar a dejar currículum... Pero empecé a hablar con un montón de gente y todos me decían: en el comercio sos esclavo. Pagan mal, tenés que trabajar de más. 

Yo a todo eso ya lo viví, porque trabajaba de lunes a domingos, feriados, Navidad, Año Nuevo, no tenía vida. Sé lo que es trabajar en comercio, pero una cosa es ser el dueño y otra, empleado. De la administración pública no sabía y al preguntar me decían que pagaban mal y que no se entra si no es por política.

Aparte, cuando le digo que soy abogada, mucha gente me dice pero ¿por qué no estás trabajando en lo tuyo?’. Yo hago algunas cosas contractuales, pero en el Poder Judicial, empezar de cero, cuando hace diez años que decidiste dejar el derecho, por más que uno quiera, no es fácil. Las leyes son como la medicina, cambia todo el tiempo. 

Y no solamente eso.  Yo actualmente practico el budismo desde noviembre del año pasado. Hago mucha actividad física, me gusta mucho el deporte, corro, voy al gimnasio. Y la verdad es que yo decidí tratar de llevar un estilo de vida saludable, en lo posible tranquilo, por mi gastritis crónica. Entonces, volver y que me digan “a partir de mañana tenés que estar frente a una computadora, en una oficina desde las 7 de la mañana”…no. 

Además, a mi hija la crié yo. Tuve empleada, niñera cuando trabajaba pero yo tenía el negocio, la verdulería y la llevaba cuando era chiquita y jamás la descuidé. Además no tenía familia acá, así que no había quién me la cuidara. Mi hija está acostumbrada a  que yo esté. 

Por otra parte, eso era trabajar para cambiar plata, porque entre movilidad, empleada y todo, prácticamente la terminaba cambiando… Además, a mí me gusta mi casa. Tengo una obra acá arriba que no está terminada y tengo un patio, una ampliación de la cocina. Obviamente que la idea es terminar esa ampliación y seguir trabajando desde aquí.

-¿Te cuesta organizarte?

-El año pasado, yo salía con la bicicleta y me explotaba el canasto. Después tuve que empezar a salir con mochila. Pasaron un par de meses y decidí bajar un cambio y organizarme porque me quedaba cocinando hasta las 3 AM y me levantaba a las 5 para hacer los panes. Yo hago terapia; y me acuerdo que fui a mi psiquiatra y me felicitó, pero me dijo que me calmara porque estaba durmiendo mal. Además no podía acaparar tanto porque era cocinar, publicar y salir a repartir. Así que dije: ‘me voy a poner un límite. Trabajo de tal a tal hora’. 

-¿Con qué productos comenzaste y cuáles vendes actualmente?

- Empecé solo con los panes y después, la gente a la que le vendía, por ejemplo, la que conocí en el gimnasio me preguntaba si no hacía otras cosas. Yo les decía que no, pero que podía probar. Ahí empecé a hacer pepas, las de membrillo, después con mermelada de arándanos. Ahora no hago las de arándanos porque las tengo que vender caras y la gente ya no me pide. Hoy, la gente busca precios. También pepas con masa de Stevia y dulce de leche dietético, pero son contados los clientes que lo pide porque es caro. 

Los budines que hago con son frutas de estación y endulzados con Stevia, no tienen nada de azúcar, todos con harina integral. Hace poco saqué un budín integral con harina de algarroba y de avena, es de naranja y tiene bastante huevo, es riquísimo, pero es más caro.

-¿Notas una mayor inclinación por los alimentos saludables?

-Cuando yo vine a vivir a Santiago hace 12 años, no existía acá la dietética ni la comida saludable. Yo no soy vegana ni nada, pero por el tema de la gastritis me re cuido, como re sano, no consumo harinas refinadas, ni blancas, ni frito, ni cebollas, ni picantes. 

Al principio me chocaba ir a una confitería y lo único que tenían era café con leche con dos medialunas o tortillas, ni siquiera tostadas de pan integral. Ahora hay bastante, puede ser por la demanda de la gente, o puede ser que antes también la gente se cuidaba pero no había este tipo de cosas para comprar.

-¿Cuáles son los planes a futuro para este emprendimiento?

- Me gustaría tener un horno más grande a futuro para poder hacer los panes y las pepas al mismo tiempo. No digo que voy a poner un local nuevamente porque ya tuve comercio y es más gasto, más si hay que alquilar. 

Si uno puede trabajar desde la casa, se ahorra un montón de gastos. Yo tengo un garaje grande y ahí tranquilamente podría poner un local en el que yo atienda “a puerta cerrada”, que lleguen, toquen el timbre… Porque si no ya implicaría tener que estar ahí todo el día, y si tienes que producir, desde ya que necesitaría que tener una empleada que ayude. Pero yo creo que laburando desde la casa también se puede vender mucho. La clave hoy es la publicidad en las redes sociales.

-¿Qué crees que se podría hacer desde el Estado para ayudar a los emprendedores?

-Serviría mucho que den algún tipo de ayuda económica, para que uno compre y después rendir cuentas de su proyecto o no sé si primero hay que presentar un proyecto… Poder participar en una feria, o tener a alguien que me ayude.

-¿Qué significa para vos “Dulce Sofía”?

-Significa una terapia porque, así como la actividad física, el budismo, trabajar con las manos es una terapia. Es como que me olvido de los problemas por un rato, tengo las manos ocupadas y es como que mi mente está ocupada, como en todo trabajo. Segundo, independencia económica, ser mi propia jefa, manejar mis horarios, cocinar a la hora que quiero, si un día no quiero, no cocino. También el conocer a mucha gente…