En los últimos años, la seguridad electrónica ha dejado de ser un lujo para pocos y se está convirtiendo en un componente estándar del hogar argentino. Según el informe de IMARC Group, el mercado latinoamericano de seguridad electrónica alcanzó los US$ 4.11 mil millones en 2024 y se proyecta que para 2033 escale hasta US$ 7.19 mil millones, con una tasa de crecimiento anual del 5,80 % entre 2025–2033.
A nivel regional, Mordor Intelligence estima que el mercado de seguridad electrónica en América Latina crecerá a un 6,5 % anual, apuntalado por la digitalización, el aumento en la construcción de viviendas y mayor demanda en sistemas de monitoreo, alarmas y control de acceso.
En Argentina, medios locales reportan que la industria crece a tasas del 15 % anual en ciertos segmentos, especialmente en sistemas de videovigilancia y alarmas conectadas. Se anticipa que para 2025 más del 35 % de los hogares argentinos cuenten con algún tipo de sistema de vigilancia o alarma.
Actores del sector y su rol
Para dimensionar esta tendencia en Argentina, conviene focalizarse en organismos y cámaras que agrupan empresas del rubro. Por ejemplo:
CASEL (Cámara Argentina de Seguridad Electrónica) es una entidad de referencia que agrupa fabricantes, instaladores y empresas de monitoreo del país. En los últimos meses, CASEL ha publicado informes y notas de prensa donde enfatiza la innovación, profesionalización y crecimiento de oportunidades dentro de la industria. Por su parte CEMARA, la cámara argentina de empresas de monitoreo, continua en su labor de fomentar normativas de buenas prácticas con leyes provinciales que rigen la actividad de del monitoreo de alarmas.
Desde el sector tecnológico, la “smartification” del hogar (hogares inteligentes), la integración del Internet de las Cosas (IoT) y el uso de Inteligencia Artificial (IA). Las empresas dedicadas a la seguridad residencial y comercial ya no están solo vendiendo cámaras o sensores aislados: hoy buscan ofrecer ecosistemas conectados, donde cada componente (cámaras, alarmas, cerraduras, sensores ambientales, detectores de humo, incluso iluminación) interactúa mediante IoT (Internet de las Cosas). Este es uno de los ejes estratégicos del sector.
En la región, el mercado de “smart home” (hogares inteligentes) se proyecta que alcance USD 3,44 mil millones en 2025, con un crecimiento anual estimado del 11 %. Las empresas de seguridad aprovechan esta tendencia para ofrecer valor agregado: no solo alertas de intrusión, sino control de luces, sensores ambientales, gestión energética y automatismos ligados al sistema de seguridad.
Desafíos y puntos críticos
Como en cualquier industria en expansión, hay fricciones que amenazan la calidad, la confianza del cliente y la sostenibilidad:
Falsas alarmas: se estima que más del 40 % de los reportes en sistemas monitoreados corresponden a falsas alarmas, muchas veces por configuraciones erróneas.
Falta de profesionalización: muchos instaladores carecen de certificaciones o formación adecuada, lo que redunda en instalaciones que no garantizan cobertura correcta ni confiabilidad.
Vulnerabilidades cibernéticas: la expansión de dispositivos IoT y cámaras conectadas abre puertas a riesgos de acceso no autorizado cuando no está correctamente configurado el sistema, la manipulación de grabaciones o filtración de datos personales se hace presente.
Ausencia de estándares obligatorios: aunque las cámaras, alarmas y sistemas dependen de normas técnicas e instalacion, no siempre existe regulación exigible que certifique calidad o desempeño mínimo. En el sector se apela mucho al “control interno” o reputacional.
Perspectivas para los próximos años
En los hogares argentinos se percibe un cambio profundo en la forma en que las personas piensan la seguridad. Cada vez más usuarios migran hacia sistemas conectados a la nube que permiten el monitoreo remoto desde una aplicación móvil en tiempo real. Esta posibilidad de supervisar lo que ocurre en casa desde cualquier lugar brinda una sensación de control y respuesta inmediata frente a imprevistos.
La demanda crece impulsada por el contexto local, donde la preocupación por la inseguridad, los robos o el vandalismo sigue siendo una de las principales razones de inversión. En ese escenario, los hogares optan por dispositivos visibles, como cámaras o sirenas, que no solo detectan, sino también disuaden.
También se observa un interés creciente por las soluciones híbridas, aquellas que combinan sistemas de alarma tradicionales con tecnologías más avanzadas como cámaras IP, sensores ambientales de humo, gas o humedad y elementos de automatización del hogar, como cerraduras inteligentes y alertas remotas. En muchos casos, estos sistemas ya forman parte de ecosistemas IoT, donde los dispositivos interactúan entre sí y pueden ser gestionados desde una misma plataforma.
De cara a los próximos años, las proyecciones son alentadoras. La demanda seguirá impulsada por la construcción de nuevas viviendas, la modernización urbana y la reactivación del mercado inmobiliario. Sin embargo, la verdadera competencia del sector no estará solo en el precio, sino en la capacidad de ofrecer productos diferenciados.
Las soluciones que incorporen inteligencia artificial, análisis de video o alertas predictivas marcarán el nuevo estándar de valor agregado y permitirán a las empresas sostener mejores márgenes.
Otro punto decisivo será la atención al cliente, el mantenimiento, la actualización de software, la protección cibernética y la asistencia personalizada serán factores clave para fidelizar usuarios en un mercado cada vez más exigente. A su vez, el sector necesita avanzar hacia mayores niveles de profesionalización, con certificaciones obligatorias, programas de capacitación masiva y regulaciones que eleven los estándares técnicos y de servicio, consolidando así una industria más confiable, moderna y preparada para los desafíos del futuro.