14 de septiembre, 2025
Colaboración

Contrariamente a las livianas expresiones de Donal Trump, quien definió hace unos años el cambio climático como “un invento chino”, y ante posiciones aún escépticas, nuevas evidencias se suman a concebir el cambio climático como una de las mayores amenazas a la que nos enfrentamos como humanidad.

Desde ámbitos científicos y acuerdos internacionales como el Acuerdo de París de 2015, avalado por 188 países, se coincide en que los esfuerzos deben estar dirigidos a limitar el aumento del promedio de la temperatura global a 1,5 °C, dadas las impactantes consecuencias que acarrearía superar ese límite para los ecosistemas, las especies, y la salud y calidad de vida humanas.

Además del estudio de los promedios de temperatura, las mediciones de las concentraciones de gases de efecto invernadero son importantes para el seguimiento y predicciones sobre el cambio climático. Y del mismo modo, las concentraciones de dióxido de carbono, metano y dióxido de nitrógeno muestran un aumento sostenido. Particularmente, en abril de 2020, la concentración promedio de dióxido de carbono en la atmósfera superó las cuatrocientas partes por millón, mostrando el valor más alto desde que comenzaron las mediciones en Hawái en 1958. Además, registros de hielo indican que dichos niveles son los más altos de los últimos 800.000 años.

Asimismo, el aumento del nivel del mar explicado por el derretimiento del hielo se suma a la evidencia en aumento. El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), en el quinto informe de evaluación advirtió que el nivel global del mar aumentaría, lo que pondría a millones de personas en riesgo de inundaciones costeras.

Estudios advierten que la pérdida del hielo de la Antártida y Groenlandia está aumentando más rápido de lo esperado. El derretimiento de los glaciares no sólo preocupa por su consecuencia sobre el aumento del nivel del mar sino por su relación con la regulación del clima. Investigaciones actuales muestran que el derretimiento de las capas de hielo en la Antártida y Groenlandia puede tener efectos indirectos sobre el sistema climático global, provocando un clima más variable.

Además, los glaciares constituyen reservorios de agua dulce del planeta. Muchos ecosistemas naturales y comunidades humanas dependen del deshielo estacional de los glaciares como proveedores de fuente de agua. La preocupación por los glaciares lo muestra, por ejemplo, Italia, donde el glaciar Presena es cubierto con treinta mil metros cuadrados de lona, que se colocan a comienzo de la primavera y se retiran a la llegada del otoño para protegerlo del derretimiento en los meses cálidos.

El IPCC en los informes que viene elaborando con regularidad hace mención, también, a los eventos climáticos extremos y al aumento de los mismos en frecuencia, intensidad y duración. Lluvias intensas, períodos extensos de sequía, reiteradas olas de calor, que si bien son parte de la naturaleza climática, hoy se observan repetidamente con acentos trágicos.

Una pregunta recurrente ha sido ¿si el decaimiento del ritmo de trabajo de las industrias y el transporte en el mundo, con la consiguiente disminución de emisiones de gases de efecto invernadero, ha tenido efecto positivo sobre el cambio climático?.

La respuesta contundente desde diversos ámbitos académicos y científicos ha sido “no”, dado que las altas concentraciones existentes como consecuencia de más de ciento cincuenta años de emisiones intensivas no pueden ser contrarrestadas con unos pocos meses de descanso. La pandemia ha mostrado efectos positivos sobre el ambiente de manera más puntual, sobre la calidad de aire en las ciudades o el agua de los ríos, por ejemplo, pero no sobre el cambio climático. Por el contrario la preocupación por esta problemática está más vigente que nunca.

Así visto, lejos de tratarse de un “invento chino”, el cambio climático además de estar considerado como una de las mayores amenazas para la vida y calidad de vida humana,  y otras especies del planeta, hoy más bien se presenta como un camino sin retorno. Hay pérdidas que no podrán recuperarse y sólo la acción efectiva y sostenida podrá garantizarnos una mejor manera de transitarlo.

 

 

 

 

 

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