17 de julio, 2025
Pienso, luego existo

Un 14 de julio de 1610, en la ciudad de Lima, moría San Francisco Solano, fraile franciscano nacido en Montilla, Andalucía, el 10 de marzo de 1549. Su vida fue un ejemplo de entrega absoluta al prójimo, fervor misionero y profunda humildad. 
Hoy, a más de cuatro siglos de su partida, su legado espiritual sigue vivo en vastas regiones del norte argentino y de América del Sur.
Ordenado sacerdote en 1576, Francisco Solano pronto se destacó por su vocación misionera.
En 1589 partió hacia el entonces Nuevo Mundo, dispuesto a llevar el mensaje cristiano a tierras lejanas y desconocidas. Su misión lo condujo a través de los actuales territorios de Perú, Paraguay y particularmente del noroeste argentino, donde su figura cobró dimensiones legendarias.
Su prédica recorrió las provincias de Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero, Jujuy, La Rioja, Catamarca y el Chaco. 
En cada región, el fraile andaluz no solo predicó el Evangelio, sino que lo hizo con una cercanía y ternura poco comunes para la época. 
Aprendió lenguas indígenas, compartió sus costumbres y rechazó los métodos violentos de conquista, optando por la persuasión amorosa y el ejemplo.
Uno de los episodios más memorables de su vida ocurrió en la provincia de La Rioja, donde logró, según la tradición, la conversión repentina de 9.000 indígenas. Más que un milagro de masas, aquel acto fue símbolo de un carisma arrollador, forjado en la coherencia entre palabra y acción, entre fe y compasión.
La figura de San Francisco Solano ha trascendido lo estrictamente religioso. Es recordado como un defensor de los pueblos originarios, un puente entre culturas y un testimonio viviente del poder de la fe cuando se expresa con respeto y humildad. 
Fue canonizado en 1726 por el Papa Benedicto XIII, y hoy es considerado el patrono del folclore argentino, por su amor por la música y el canto, que también usaba como instrumento de evangelización.
A más de 400 años de su muerte, San Francisco Solano sigue siendo una figura luminosa en la historia espiritual del continente y especialmente en nuestra provincia.
Su vida es un llamado a la paz, la fraternidad y el diálogo, virtudes que, hoy más que nunca, siguen siendo necesarias

 

 

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