El 15 de enero de 1564, en la ciudad de Pisa, Italia, nació uno de los más grandes genios de la historia de la ciencia: Galileo Galilei.
Considerado el “padre de la astronomía moderna”, su vida estuvo marcada por revolucionarias contribuciones al conocimiento científico, pero también por un intenso conflicto con la Iglesia Católica, que retrasó el reconocimiento pleno de sus descubrimientos durante siglos.
Galileo fue un hombre adelantado a su tiempo, cuyas ideas desafiaron la visión geocéntrica (la idea de que la Tierra es el centro del universo), que era la doctrina mundo predominante, tanto filosófica como teológicamente.
Galileo no solo apoyó la teoría heliocéntrica de Copérnico, sino que, además, la probó empíricamente, cambiando para siempre el curso de la ciencia y enfrentándose a la autoridad de la Iglesia Católica.
Galileo no era un hombre que se limitara a teorías abstractas; su genio se encontraba en la experimentación y la observación. Fue el primero en usar un telescopio para estudiar el cielo, aunque no fue el inventor del aparato (la invención del telescopio se atribuía a los Países Bajos), pero sí el que lo mejoró y le dio un uso científico. En 1609, con un telescopio mejorado, comenzó a observar los cuerpos celestes con una claridad nunca antes vista.
A pesar de que Galileo era un hombre profundamente religioso, su defensa del modelo heliocéntrico fue vista como una amenaza por la Iglesia Católica.
En 1632, Galileo publicó su obra Diálogos sobre los dos grandes sistemas del mundo, donde defendió abiertamente la teoría copernicana.
La reacción de la Iglesia fue rápida y feroz: En 1633, Galileo fue juzgado por la Inquisición y condenado por "herejía". Su crimen fue enseñar que la Tierra no era el centro del universo, una noción que contradecía las Escrituras, según la interpretación de la Iglesia de la época.
Galileo fue obligado a retractarse de sus creencias. Aunque su condena fue severa, su legado no se apagó.
Sus descubrimientos y la evidencia que presentó eran tan sólidos que, a lo largo de los siglos, la comunidad científica no pudo ignorarlos. El modelo heliocéntrico finalmente fue aceptado y se convirtió en la base de la astronomía moderna.
Fue necesario esperar hasta el siglo XIX para que la Iglesia comenzara a suavizar su postura. En 1822, el Index Librorum Prohibitorum (el índice de libros prohibidos) permitió finalmente la circulación de las obras de Galileo, y en 1992, el Papa Juan Pablo II, tras un largo proceso de revisión, emitió una declaración oficial en la que reconocía que Galileo tenía razón en sus descubrimientos, y que la condena impuesta por la Inquisición fue un error.