22 de octubre, 2024
Entrevistas

En una entrevista a fondo, Mariana Suárez cuenta el difícil camino para rearmar su propia historia y poner en palabras los abusos sufridos durante su niñez.

Hoy Mariana Suárez tiene 48 años. Se jubiló como instrumentadora quirúrgica del hospital Churruca y luego se fue a vivir en Tafí del Valle, donde comparte su vida con su hija y su compañero de vida. En la tranquilidad del lugar y con la pandemia de fondo ella comenzó a desandar su propia historia, colmada de abusos y ocultamientos. Así transformó las palabras en “Amanecer violeta”, un libro que lanzó el año pasado y que el próximo 25 de octubre será presentado en la Feria Provincial del Libro.

Hoy, luego que su hermana Paula difundiera un video acusando a su padre, Chingolo Suárez, como el responsable de los abusos sufridos, en una larga charla con LA COLUMNA, cuenta su verdad

 

-Entiendo que los tiempos de las víctimas de abuso no son los mismos que las demás personas. Procesar el dolor y los daños sufridos es un largo proceso, aun así, hay muchas personas que las cuestionan, que se preguntan por qué hablar ahora.

-Cada uno tiene la posibilidad de elegir de qué lado quiere estar. Algunos, evidentemente, necesita pasarlo, vivirlo para entender. Ojalá no les pase nunca, ni tampoco a un afecto cercano, pero los tiempos, los procesos son muy personales.

Es más, mi motivación para escribir el libro fue para contarle a mi hija. Yo sabía que en cualquier momento me iba a preguntar por mi papá y yo qué le iba a decir, que de hecho así pasó. Y me preguntó por qué no lo veía. Lo único que le dije es que era un hombre malo.

Después me puse a pensar que me iba a preguntar más y no se iba a quedar solo con esa respuesta. Entonces, ¿qué hago? ¿le miento? ¿le digo que vive en otro lado, que tiene otra familia? Decidí decirle la verdad. Entonces comencé a escribir para contarle la verdad, y ya que está se la cuento a todos mis sobrinos, a un montón de amigos que siempre me preguntaron por qué, a familiares que no sabe. Y ya que está se la cuento a todo el mundo.

 

-Era el momento de abrir tu corazón

-Claro. Además, tenía tiempo, porque era en pandemia, estaba en los cerros, tranquila, con muchísimo tiempo. Obviamente que a medida que fui escribiendo me fueron apareciendo más recuerdos, más cosas. Mi principal objetivo a la hora de empezar a escribir fue para mi niña, luego para mis sobrinos. De hecho, cuando les leí el libro a mis sobrinos, ellos también se estaban enterando. Pero también fue hablar con mis hermanas y preguntarles si podíamos comenzar a hablar de esto, cómo lo asimilamos, cómo lo aceptamos. Cada uno tuvo su proceso. El problema es que la condena social sigue siendo sobre la víctima, hasta que la sociedad no cambie el enfoque, no cambie la mirada, se van a seguir callando, para no ser repudiadas, para no ser cuestionadas, para no ser señaladas.

 

-Sin dudas, tu proceso fue largo y tuvo mucho trabajo personal.

-Es cierto. El libro tiene muchísimo trabajo personal previo, tanto propio, como también con mis hermanos. Nosotros somos seis hermanos y nuestra base es manejarnos con muchísimo respeto hacia el otro, entonces teníamos que estar de acuerdo. Ellos han sido mi primer público. Ellos fueron los primeros a quienes les mandé todo.

 

-¿El abuso también lo sufrieron los hermanos varones?

-El abuso solo lo sufrimos las tres hermanas mayores. Específicamente, la historia cuenta el problema intrafamiliar de una familia nuclear, me refiero a mamá, papá, hijos.

 

-¿Tu mamá hizo la denuncia?

-Estamos hablando de los años 80, no había esa empatía, ese apoyo que hay ahora. El patriarcado ha dejado su huella, contra la que seguimos luchando. Imagina una mujer sola, porque ella era de otra provincia, sin amigos, sin contactos, y de repente cae a una comisaría a hacer la denuncia, claramente no ha sido valorada como tal. No ha tenido ninguna repercusión. Él era un músico conocido, tenía su carrera, contactos, así que no ha prosperado esa denuncia.

 

-¿Recuerdas cuándo comenzaron los abusos?

-Planteamos como tiempo estimativo del inicio a los 8 años míos, que es donde se centra la historia particular del libro. Esos 8 años coinciden con los 14 de mi hermana mayor, que es quien dice “basta, hay que hacer algo”. No es que termina ahí, ni tampoco que inicia ahí. Con muchísima terapia, con muchísima ayuda, podemos calcular que eso habrá comenzado a los 4 o 5 años y correlativamente a las edades de mis otras hermanas.

A los 8 años pudimos decir: “Esto no está bien, no está bueno, no le pasa a otras personas”. Y empezar a cuidarnos más. Además, cuando mi mamá hizo la denuncia lo excluyó del hogar a él, pero luego empiezan todas las problemáticas propias de los abusos.

 

-¿Cuáles?

-Las problemáticas y manipulaciones, violencias psicológicas y violencias económicas, todo un combo grande que hay detrás de todos estos casos. No es solo el abuso sexual al niño, hay un abuso económico muy grande, que deja realmente en situaciones muy adversas a las familias. Reitero, esto hay que contextualizarlo a los años 80. Hoy hay quizá algunas fundaciones, algunas organizaciones adonde acudir, pero si nos vamos 40 años atrás, qué hace una mujer sola con 6 hijos, sin un peso, frente a un hombre con muchos conocidos, con muchos amigos, que sí eran del lugar. Entonces cambia mucho. Por suerte hemos adelantado muchísimo.

 

-¿Cómo hizo tu mamá para salir adelante con ustedes?

Eso ha venido con el tiempo. A mis 8 años eso comenzó a moverse, a cambiar. Mi madre no ha podido sostener la exclusión del hogar y lo ha vuelto a recibir. Nosotros preadolescentes, ya con una advertencia, porque mi hermana mayor se fue, primero a Tucumán y después a Buenos Aires, donde está nuestra familia materna. Ya nosotras, con esa advertencia, de andar con cuidado en la casa, porque no era un lugar seguro la casa, hasta que finalmente, mucho más independientes, a nuestros 15 y 16 años, había un tiempo donde él estuvo participando activamente de la iglesia y eso ha bajado sus niveles de acoso.

De repente, a mis 17 años, decidir irnos todos. Mi hermana mayor ya estaba en Tucumán. Mi hermano Juan estaba en Córdoba. Así que los cuatro restantes decidimos irnos a Buenos Aires.

 

-¿Qué pasó con tu mamá?

-Ella estaba con una depresión muy grande en ese momento, así que la llevamos con nosotros. Y todos empezamos a rehacer nuestras vidas en Buenos Aires. Abandonamos la casa, todo, solo llevamos lo puesto.

 

-¿Pudieron contarle a los docentes, a alguien, lo que les sucedía?

-Mi hermana mayor, a los 14 años, si habló con sus profesoras de ese momento. Pero las profesoras tampoco sabían qué hacer. No tenían este lugar de escucha que tienen en este momento. Eso que eran mujeres preparadas, con estudios. Lo mismo con algunas vecinas que mi hermana ha llegado a comentarles, tampoco sabían qué hacer. No sabían qué respuestas darnos.

 

-Era como que todo se tenía que solucionar dentro de la casa.

-Claro, solucionar como sea. Además, era considerado como un secreto familiar al que nadie podía meterse.

 

-¿Era tabú hablar del abuso?

-Tal cual. Era eso. Y agradezco que ahora podamos hablar, tanto mi hermana al hacer el video, como ahora, desde febrero, que comenzamos con la presentación del libro.

 

-¿Por qué hablas en plural?

-Porque al libro lo escribí yo, pero con total consenso de mis hermanos. Cada una de las presentaciones fue de la mano con ellos. No es solo mío. Mía es la forma de escribir, pero la historia es conjunta y el hecho de tomar el coraje de presentarnos también es con ellas y con amigas músicas de Santiago del Estero, chicas que nos han acompañado en la presentación.

 

-¿Habías vuelto a Santiago antes de la presentación?

-Sí, porque tengo dos hermanos que viven ahí, tengo a mis sobrinos. Siempre volví, pero con una negación, porque cuando uno es joven se equivoca y pone todo en la misma bolsa. Entonces, para mí, Santiago era horrible. Yo no quería volver. Con el tiempo uno va descubriendo, puede separar a la gente, volví a tener relación con amigas de la infancia. Todo lleva un trabajo. Me he reencontrado con compañeras del secundario, con las que ahora tengo una hermosa relación. Cada vez voy más tiempo. Al principio solo iba tres días a Santiago, a la casa de mis hermanos, y no me movía ni a comprar. Ahora voy 10 días y no me alcanza. Pero ha sido un trabajo interior importantísimo.

 

-¿Has vuelto a tomar contacto con tu padre?

-Nooooooo, lo debo haber visto dos o tres veces, y fue un hola y chau. Después no, porque no era necesario. Por más que uno trabaje internamente, que tiene que ver con el perdón y la aceptación, no es necesario seguir el contacto. En realidad, no mantendría el contacto con ninguna persona como él, sea o no mi padre. No tendría contacto con ninguna persona que abusó de un niño. Es mi postura de vida. Sí, es mi padre, tengo muchas cosas heredadas de él, y se las agradezco, pero no me voy a sentar con él, porque no lo necesito, y lo decido así para mi vida.

 

-Ahora, con la viralización del video de tu hermana, ¿él intentó retomar contacto con ustedes?

-No. Cuando escribí el libro, se lo reenvié a su mujer, porque ella tenía muchas dudas. No entendía por qué nosotras no queríamos más contacto con él, qué había pasado, por qué no le hablábamos. En ese momento, él le llamó Paula, diciendo que nosotras no podíamos decir eso, que fue un error de él, que pasó hace mucho tiempo. Mi hermana le cortó y no volvió a comunicarse.

 

-¿Hay posibilidades de reabrir una instancia judicial?

-Dentro de un rato voy a hablar con un abogado de la fundación Familias Protectoras de Santiago del Estero, que enseguida se han puesto en contacto con nosotras, nos han ofrecido su apoyo, su ayuda. Así que vamos a ver qué pasa, porque yo había preguntado y me habían dicho que no se podía.

De igual forma, no es una prioridad para nosotras. La idea es la visibilización, acompañar, poder mostrar. Considero que nosotros, mis hermanos y mi madre, somos personas honestas, personas buenas, trabajando para nuestra propia felicidad. El mensaje es que si se puede, pero hay que hablar, asumir, pedir ayuda, sola no. Hay que hacer todo un trabajo de aceptación, de ver lo bueno que hay y después si se puede.

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