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Entrevistas
En una entrevista con LA COLUMNA, la autora y docente santiagueña repasa su trayecto como escritora y las experiencias que dieron origen a Conjuros, su primer libro.
A Silvia Santillán todavía le da vergüenza ser considerada escritora, ya que no cree cumplir con lo estipulado para ser una. Sin embargo, la escritura la encontró y la ha salvado. Así, sin proponérselo, comenzó a compartir sus textos y se convirtió en integrante del grupo literario La Garganta Diversa. Ha participado en antologías poéticas como Crisantemos sangrientos (2022) y De monte y hadas (2023), ambas presentadas en la Feria Provincial del Libro de Santiago del Estero. Publicó su primer libro Conjuros en 2024. Ha intervenido en eventos literarios como “La Vigilia de las Letras”, organizada por EDUNSE, y en distintas ferias culturales. Además de escritora, es docente del nivel de adultos y estudiante del profesorado de Educación Primaria. Emprendedora, artesana, y mamá a tiempo completo de Mara, Jeremías y Abril.
Conjuros: relatos y otras hierbas para el corazón
El libro está formado por relatos y recetas. Sin pretensiones y con una sencillez única, cada uno de los microrrelatos de Conjuros penetra emocionalmente. La mezcla de la cotidianeidad con la sensibilidad de Silvia, demuestra el valor y la profundidad que puede llegar a tener cada interacción, suceso y actividad humana.
Como muestra de respeto a lo ancestral, Silvia plasmó toda su identidad de pertenencia es su obra. Las recetas con hierbas, por ejemplo, las heredó instintivamente de su bisabuelo: sin saberlo, ha estado replicando sus modos de recolección de plantas, y su aplicación sanadora. La inclusión de palabras en quichua nace de una deuda pendiente con su historia familiar. Sus bisabuelos paternos y su abuela materna eran quichua hablantes. En su infancia no ha podido aprender directamente de ellos, ya que estaba prohibido hablar en esta lengua. En ámbitos educativos se procuraba que todos “hablen correctamente español”, lo que implicaba no mezclarlo con lenguas originarias. Esa exclusión dejó una marca. Años después, cuando su abuela comenzó a hablar en quichua a causa del Alzheimer, Silvia comprendió su verdadero valor. No era solo una lengua, sino una memoria viva, parte fundamental de la historia e identidad de su familia y de su provincia. Hoy, al incluirla en sus textos, honra ese legado.
En una charla íntima con LA COLUMNA, la escritora santiagueña abre las puertas de su mundo creativo y revela el camino que la condujo a publicar su primer libro.
-¿Cómo ha empezado a escribir?
-A mí siempre me ha gustado leer desde niña, pero el tema de escribir nunca me lo había imaginado. Estoy haciendo el profesorado de educación primaria por la mañana, y en una clase estaba escribiendo y me ha gustado lo que he escrito. Lo comparto en la clase y todos han quedado como: “¿¡Qué!? ¿Eso lo has hecho recién?”, y yo también estaba asustada. Después he empezado a escribir y es una manera también de liberarme de muchos sentimientos. Sin darme cuenta, ya tenía un montón de escritos y he empezado a seleccionarlos. Cuando había llamados y convocatorias, los mandaba. Y justo sale en 2023 lo que es “De Monte y Hadas”, que también han seleccionado uno de mis escritos. Y bueno, después ya me he animado y he hecho una leve selección de algo que es mío únicamente, que ha sido Conjuros. Es únicamente de microrrelatos, tengo aparte poesía, pero me aconsejaban no mezclar. Pero bueno, lo que es poesía voy a ver si ya después lo paso a limpio, me organizo y veo qué sale.
-¿Qué le ha inspirado a escribir Conjuros?
-Más que nada porque me convocaban, por ejemplo, a ferias de libros. Cuando terminaba de leer algo, de compartir algo, siempre se me acercaba gente y me decía: “He escuchado algo de mi vida y quería saber quién lo estaba contando”. O sea, esas vivencias, ese choque. Por ahí yo no podía creer, y digo: “Ah, ¿no soy la única que le ha pasado eso?”, o hay personas que sí le interesa. Porque a veces decía: “No, ¿a quién le va a interesar leer algo de mí?”. Y después pienso: no, sí hay gente que le interesa. Y eso me ha llevado como a seleccionar, buscar. He ido a una editorial, que es Bellas Alas, y bueno, recién ahí nace mi primer libro. Pero yo he participado de dos ferias de libros: la del 2022 y una del 2023. Sin querer, sin darme cuenta. Son como sueños que nunca me hubiera permitido soñar.
-¿Y cómo nace cada microrrelato que escribe? ¿Los escribe de manera aislada y los junta después?
- Claro. Por ahí yo escribo cuando me pasa algún acontecimiento. Por ejemplo, el aniversario del fallecimiento de un amigo: justo se me viene a la mente. Y esa noche, mientras lloro, escribo. Y así se van juntando. Así que, en el momento de armar el libro, tenía que ir seleccionando en qué momento pongo cada uno. O por ahí, por el mismo hecho de que soy artesana, tengo recetas de cómo hacer un óleo para sanar. Y, mientras voy escribiendo las recetas, ya me nace algún relato, alguna experiencia, algo que he vivido, y de la nada.
- ¿Qué espera que las personas sientan o comprendan de Conjuros?
-Como digo ahí al inicio de la presentación, es como un puñadito de letras que entrego como si fuese un puñadito de hierbas o de yuyos para el mate o para el té. “Toma, te convido esto. Te convido este puñadito de letras. Y espero que, al momento de leerlo, sientas lo mismo que siento yo”. Esa es la presentación. Eso es lo que realmente sentía cuando terminé de escribir el libro. Esa es mi misión: saber que no he pasado sola por tal situación, que no soy la única. Y que digo, bueno, aquí estamos todos en la misma lucha.
-¿Su faceta de escritora interpela en su rol de docente?
-Sí, porque por ahí tengo relatos que escribo ante situaciones o cosas que me pasan con algún alumno. O sea, no soy profesora de lengua y literatura, por ejemplo. No soy una experta en producción de escritos, ni nada relacionado a textos. Pero sí, me ha tocado que he tenido que escribir ante situaciones de un alumno que ha pasado por el tema de adicciones y que lo ha superado. Y ahí me nace escribirlo y compartirlo también. Lo he compartido en las Jornadas de Digaia, son jornadas sobre adicción y prevención de las drogas aquí en Santiago. Me piden que lo lea y son lindos momentos.
-¿Todas sus historias están inspiradas en personas que conoce?
-Sí. Algunos no saben que son protagonistas. La mayoría son personas reales, mis personajes son reales. Me he cruzado con un profesor la vez pasada, que él usa mis ungüentos, y le digo: “Profe, ¿usted sabe que es protagonista de mi libro?”. Y ahí cuento que usa mis ungüentos para jugar al fútbol y todo eso. Por ahí hay algún suceso, ¿no?, que se cruza la fantasía con la realidad. Eso no se puede evitar. Hay situaciones que nunca las he pasado, pero las he tomado prestadas de alguna vivencia, de algo que capaz he estado escuchando en la tele, alguna cosa, y pienso: “¡Qué bueno!” y empiezo a escribir.
-¿Qué peso tiene para usted la palabra en términos de poder, de creación y de transformación?
- Mira, aquí también en el libro nombro eso, que es muy importante. La misma palabra Conjuros, que no quiere decir algo malo, como la gente piensa, sino que uno, cuanto más siente algo, lo nombra y lo cree, se hace posible. Lo puedes hacer posible con el solo hecho de estar pidiéndolo, de estar invocando, de estar proyectando algo.
-¿Siente que escribir desde aquí, desde Santiago del Estero, implica una forma completamente diferente de ver el mundo?
-Es una forma de revolución. Porque siempre, no solo Santiago del Estero, el interior ha estado tapado. Nos corren, nos hacen a un lado por nuestro dialecto, por nuestra forma de hablar, por ser. Por ahí nos menosprecian, pero hace tiempo que nos vamos levantando, vamos remontando. El interior está floreciendo y tenemos que renacer.
La lengua quichua es una lengua que no muere. No muere, no debemos dejar morir. Tengo en mi texto palabras en quichua y abajo las aclaro, y es una manera que, en lo poco que yo sé, lo manifiesto. Trato de meter esas palabras como para no dejarlo morir. Y no muere, porque queda ya vivo en este libro.
-¿Qué consejo le daría a aquellos que están comenzando a escribir o que sueñan con escribir y no se animan?
-Que sueñen, que sueñen tranquilos. “¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”, de Calderón de la Barca. Una vez, una tía me regaló un librito de lectura que daban en las escuelas y me pone con esa frase: “Para la poetisa de la familia”. Yo habré tenido 10 años. Y yo lo miro y digo: “Ay, me dice poetisa”. Pero la frase me ha quedado, que es la vida un sueño, una ilusión. O sea, uno lo tiene que vivir y soñar, y los sueños, sueños son. Bueno, aquí estamos, todos estamos en el mismo sueño, vamos a soñar juntos.