18 de septiembre, 2025
Actualidad

La caída del reciclaje golpea a miles de recuperadores urbanos en Argentina. Sus testimonios revelan el esfuerzo cotidiano de sostener el plato en la mesa, mientras toneladas de materiales podrían volver a los basurales.

Cada mañana, alguien toma el cepillo de dientes y el tubo de pasta. En la cocina, abre una bolsa de papel con medialunas y le agrega al café leche de un sachet. De camino al trabajo, compra una pequeña botella de agua y un sándwich envuelto en film. En la oficina, escribe con lapiceras distintas y organiza documentos en carpetas de cartón. Todo a su alrededor son envases, papeles y plásticos.

 

La mayoría de esos materiales están diseñados para un solo uso, aunque tienen un gran potencial de reciclado. Sin embargo, el hábito de limpiar y separar los residuos sigue siendo una tarea difícil para buena parte de la población. Según una encuesta realizada por Opinaia y Ecoplas, 4 de cada 10 argentinos reconocieron no separar ni reciclar en sus hogares.

 

En ese vacío, los recuperadores urbanos se han encargado durante años de recolectar, separar y reciclar, además de abastecer a pymes y empresas con insumos reciclados. Su tarea ha sido esencial para reducir el impacto ambiental del consumo cotidiano.

 

En Santiago del Estero, por ejemplo, logran rescatar entre 60 y 70 toneladas de material reciclable por mes, provenientes de basurales y barrios de la ciudad. Residuos que, de no ser recuperados, terminarían quemados o enterrados.

 

Por la importancia de su labor, desde la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Santiago del Estero se puso en marcha un proyecto de extensión que permitió a estudiantes trabajar junto a los recuperadores, en un intercambio mutuo de saberes.

 

“Para nosotros siempre ha sido sostener un plato de comida en nuestra mesa y trabajar el día a día. Pero después de encontrarnos con las compañeras y empezar a aprender qué es lo que estamos haciendo, cuál es el valor, y poder visibilizar nuestro trabajo, que seamos reconocidos y todo lo demás, empezamos a ver qué tan importante es nuestra tarea, que también formamos parte de los guardianes del medio ambiente. O sea, hacemos una tarea fundamental, porque hoy compañeros que salen a la calle a juntar botella o cartón, ellos se encuentran con una sequía vacía de agua, pero llena de botellas, y se meten y sacan”, expresa José Ordoñez, recuperador de cuna y referente del rubro, en diálogo con LA COLUMNA.

 

Actualmente, se organizan bajo la Coordinadora de Recicladores de Santiago del Estero (CORESA), que reúne a cartoneros de la ciudad y forma parte del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCYR).

 

El derrumbe del cartón

En los últimos meses, el sector se vio sacudido por una crisis profunda. La caída de hasta un 70% en el precio del cartón, el vidrio y la chatarra provocó la pérdida de ingresos y el regreso de materiales reciclables a los basurales.

 

El 3 de enero de 2025, el Gobierno decretó la desregulación de la exportación e importación de residuos recuperables no peligrosos, con el objetivo de “establecer precios de mercado” y abaratar insumos para las pymes. Según el Informe de Intercambio Comercial Argentino de AFIP, en el primer cuatrimestre la importación de pasta de madera, cartón y papel alcanzó los 290 millones de dólares. Aunque esta práctica de importar se repite de manera intermitente para equilibrar precios locales e internacionales, hoy la falta de regulación permite que los grandes jugadores del mercado se beneficien de manera desproporcionada.

 

“Para nosotros, al abrirse la exportación, ha sido un golpe muy fuerte. El precio de cartón de 300 pesos ha bajado a 50 pesos. La botella sigue en caída y todo el material reciclado. El compañero recuperador que ha vivido toda la vida del reciclado hoy tiene que empezar a buscar otra clase de trabajo, otra changuita para poder sostener, porque ya no llega. El esfuerzo se hace mucho más grande al salir a la calle”, sostiene José Ordoñez.

 

Hoy, los trabajadores que recorren las calles desde la madrugada, hurgando entre la basura, ingresando a lugares insalubres como canales y acequias, y cargando grandes pesos, ganan en promedio $5000 al día, a veces menos. Lo mismo ocurre con quienes trabajan en los basurales, expuestos a altas temperaturas, olores nauseabundos y riesgos de cortes con materiales peligrosos.

 

En Santiago del Estero, unas 250 familias dependen de la recolección de materiales recuperables. José Ordoñez aclara que antes eran más, pero muchas se vieron obligadas a dejar la actividad para subsistir con “changuitas” o trabajos de migración estacional.

Esta tarea ha sido el sustento que permitió a muchas familias tener una casa, alimentar a sus hijos y alcanzar metas personales.

 

“Tenemos una compañera cartonera, Evelyn, que hoy es maestra especial, que desde el cartón ha salido maestra. Me ha tocado a mí, en un caso de que mi hija está cursando su último año de una licenciatura de lengua y literatura sin que yo haya sabido lo que es la escritura y la lectura. Muchos compañeros cartoneros que también tienen sus hijos en la escuela, que también quieren un futuro para sus hijos. Entonces, qué mejor cosa que darle valor a donde uno realmente tiene ganas de trabajar, salir adelante y llevar adelante a todas sus familias”, relata José.

 

Gracias a alianzas estratégicas entre universidad, gobierno provincial y municipal, han podido acceder a herramientas que dignifican y facilitan su trabajo. El programa nacional Argentina Recicla fue clave para la inclusión social de los recuperadores.

Sin embargo, con el desfinanciamiento del programa y la caída de los precios, la situación se torna cada vez más complicada.

 

David Ordoñez, recuperador que trabaja en un basural, explica: “Acomodo mi tiempo yo porque mis hijas, las dos porque viven conmigo y un varón vive con la madre. Y ellas entran a la tarde y yo tengo que acomodarme en esos horarios para volver antes de que ellas ingresen a la escuela, porque son distintas escuelas, una es la secundaria y la otra es la primaria, y la más cercana me queda un kilómetro, la primaria. La secundaria me queda como a cinco kilómetros, más o menos”.

Sobre la desregulación, añade: “Se notó mucho la diferencia en los precios, pero bueno. Igual se trabaja, ¿viste? Hay que poner el pecho y seguir, no queda otra. Antes veníamos más temprano, ahora lamentablemente tengo que quedar un poquito más, hacer un esfuerzo más para conseguir la misma cantidad de dinero que estábamos haciendo anteriormente”.

 

Tiempo atrás, desde el centro de reciclaje, lograron ventas nacionales que les permitían acceder a mejores precios. Hoy, ante la urgencia, se ven obligados a vender a intermediarios, resignando ingresos pero asegurando liquidez inmediata.

 

Políticas y futuro incierto

En marzo, el diputado nacional Carlos D’Alessandro presentó un proyecto de Ley de Envases junto a la CAIP y la fundación Ecoplas, vinculada a la industria plástica. La iniciativa pone el foco en el reciclaje como eje frente a la crisis de los plásticos, aunque deja de lado regulaciones productivas.

 

Otros proyectos, como el impulsado en 2023 por la diputada Natalia Zaracho (UP), difieren en los mecanismos de financiamiento, el rol de los recicladores y las autoridades de aplicación. Ninguno, sin embargo, plantea limitar la producción ni los químicos de preocupación.

 

Mientras tanto, CORESA sigue contando con políticas públicas y con un incipiente reconocimiento del gobierno nacional. Sus integrantes han participado en capacitaciones, charlas y recorridos para explicar en qué consiste su tarea y cuál es su valor social y ambiental.

 

Hoy la mirada hacia aquellos trabajadores excluidos va cambiando poco a poco y, a pesar de que queda mucho trabajo por hacer, todo está encaminado.

 

“Para nosotros, la discriminación hacia el cartonero es algo que ya se ha hecho un hábito. No pasa nada, lo sabemos, lo conocemos. Mi hijo también es un recuperador, al igual que muchos hijos de compañeros. Hablamos un poco de cómo, me decía, en broma, para pensar que yo era el chivuda, el sucio, el que andaba allá. Y hoy nuestra nueva generación son recuperadores. Y como un pequeño nombre, una pequeña palabra, cambia muchas cosas, cómo cambia hacia adentro de la persona también, hacia adentro del cartonero, hacia adentro del recuperador. Hablábamos con compañeros que hemos vivido toda la vida desde la basura, del trabajo más bajo que hay, que hemos podido llevar a que nuestros hijos puedan tener un estudio”, cuenta José Ordoñez emocionado.

 

El primer paso es dejar de mirar esta actividad con prejuicios y reconocer a los recicladores como actores fundamentales del desarrollo sostenible. Dar valor a su trabajo implica también que la comunidad los respalde y que las políticas públicas acompañen.

 

Hoy, una decisión de regulación o desregulación no solo define precios: puede significar la pérdida del sustento de miles de familias y un retroceso en la lucha ambiental.

 

¿Vale más importar cartón barato que sostener el trabajo de miles de familias y el cuidado del ambiente?

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