Que al ex compañero Alberto no le queda un resquicio para expandir sus bondades políticas, no es novedad alguna. Que la caída estrepitosa del versátil Fernández iba a venir de la mano de una mujer golpeada, no estaba en los cálculos de nadie.
La mujer es la misma que, al parecer, surgió de un casting, en que había quedado entre dos postulantes, una muy conocida del mundo de la farándula y una ignota aspirante a sucesora de Juliana Awada.
Ganó Fabiola Yañez, que atisbaba en el mundillo artístico, y de pronto tuvo el cuento de Cenicienta en sus manos. Por cierto, con poco glamour y la despiadada mirada del público del ámbito multimedia hizo de las suyas.
No pasó mucho hasta que la apodaran “fiambrola” en alusión a sus desacertados atuendos, hecho que se acentuara a la luz de la famosa fiesta de Olivos, en que el descaro de las asimetrías quedó al descubierto.
Asimetrías que confrontaban nada más y nada menos que la vida y la muerte, mientras muchos morían en distintas formas, física, económica y mentalmente, otros (incluidas otras) gozaban de las mieles del poder haciendo de la Cuarentena, un terreno para medir privilegios.
Pero más allá de las sanciones a infractores que salían a deshora y jactándose de haber promovido “la cuarentena más larga del mundo”, el ambicioso Alberto se acordó de que era presidente. Y se le ocurrió crear el “Gabinete Nacional para la Transversalización de las Políticas de Género, el cual asumirá las tareas de incorporar la perspectiva de género en todas las políticas públicas del Estado nacional, coordinar y consensuar los compromisos de cada ministerio en materia de género, articular estrategias conjuntas para el monitoreo de su cumplimiento y desarrollar acciones de capacitación y especialización en cada área para asegurar la transversalidad de esta perspectiva en la órbita de su competencia”. (Mucho, ¿no?)
El mundo feminista, muy contento. Se propagaban proclamas de “sororidad” y “siempre se le cree a la mujer”, en fin...
De todo puede saber un hombre, hasta de cambiar de pensamiento, pero no siempre está alerta a algo fundamental: las llamadas “vueltas de la vida”, esa que ahora le dicen karma.
Y lo que no calculó el ojeroso presidente, era que sus actos violentos intramuros hacia su mujer, aparentemente sin carácter, o por lo menos en las antípodas de su jefa Cristina, le traerían a la larga su entierro civil y político.
Una vez, el cantante Julio Iglesias dijo: “el hombre puede permitirse tener cualquier enemigo, más jamás una mujer despechada”.
Y así ocurrió. No hay resquicio que salve de la lápida social al otrora presidente de la cuarentena. El ojo morado de Fabiola fue su pasaporte al final.
Lo más lamentable en medio de todo esto, no es sólo el desparpajo con que se usaba el erario público para satisfacer instintos básicos, sino que todas las mujeres públicas, y no tanto, que vitoreaban las conquistas sociales para las mujeres, son las mismas féminas que hoy justifican lo injustificable y de aquel “yo te creo hermana”, trocaron a un tácito “yo te creo hermana, pero...”
Es triste, porque da la pauta de que las bondades de las ideologías son discrecionales.
No es para todas, todos y todes, es para quienes están en el mismo mosaico de pensamiento, aun cuando éste, esté atestado de puntos ciegos y sobre todo porque en el medio hay mucho dolor, y un profundo desfasaje con los principios del que se jacte cualquier peronista que se precie de tal.
Yo les diría a las feministas, “hermana, no quiero que me creas, quiero que no me mientas”,
Con eso estaría satisfecha.