19 de abril, 2025
Actualidad

Con la muerte de Mario Vargas Llosa se termina una élite de grandes escritores de habla hispana, entre los que podríamos sumar a Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, y nuestro Jorge Luis Borges.

A los que amamos la literatura, nos deja, el escritor peruano, nacionalizado español, libros como “La ciudad y los Perros”; “La tía Julia y el Escribidor”; “¿Quién mató a Palomino Molero?”, y uno que recomiendo particularmente: “La llamada de la Tribu”, entre tantos que nos legó.

Fue un escritor de élite. Al punto de que en el año 2010 ganó el Nobel de Literatura, por su acervo literario que ya estaba conformado por La Ciudad y los Perros y “Conversación en la Catedral”. Su obra fue prolífica, al punto que uno no puede asirla completa en la memoria. Pero es un escritor inevitable en la vida de alguien que se precie de gran lector.

Vivió los primeros nueve años de su vida en Bolivia, escribiendo cuentos, que eran prolongaciones de historias de su vida y de las que ya imaginaba. De chico descubrió las novelas de aventuras, de las cuales descubrió a Alejandro Dumas, recuerda su fascinación por “El hijo de Nostradamus”, de Miguel Zevaco y ese tipo de primera aproximación a la literatura desde el lado pasivo de tan maravillosa expresión del arte.

Su fascinación temprana por la cultura francesa lo puso en un lugar de renombre. Hablaba de que los escritores del siglo diecinueve (sus contemporáneos) habían recibido la inevitable influencia de la misma.

Eran muy amigos con Gabriel García Márquez, al punto en que daban charlas en conjunto. Pero una versión, negada por el propio Vargas Llosa, dice que la amistad entre ambos se terminó con un hecho virulento, movido por cuestiones ideológicas. Tal vez, aquella anécdota fue cierta. Algunos hablan incluso de una pelea que excedió lo verbal.

“Entre el tumulto de la alfombra roja, un más bien bajito y campechano García Márquez –no por nada Manuel Puig lo comparaba con Liz Taylor (“bella pero con las patas cortas”)– esperó con brazos abiertos al autor de La ciudad y los perros, quien furibundo lo descontó de un chingadazo certero en el ojo izquierdo mandándolo al suelo, donde una apurada Elena Poniatowska le colocaría un bife en la herida para controlar la hinchazón, ante la mirada atónita de propios y extraños”- (fuente, Revista Ñ)

Nunca se supo la razón sobre aquel trompis, pero, la verdad es que fue un pacto que ambos negaran hasta sus muertes la génesis de aquel hecho que finiquitó una amistad.

En el fondo, uno puede colegir que Vargas Llosa era un escritor más intelectual, y García Márquez, un relator de anécdotas, de tipo campechano.

Como quiera que fuere, ellos formaron parte de una época de la literatura que tal vez no se repita en otro ciclo de la historia de las letras.

Entre ellos (digo los antes citados, más muchos otros que honraron al idioma español) hubo una sinapsis que unió y mantuvo viva la literatura de habla hispana. No en vano, el peruano decía que Borges se mereció el negado Premio Nobel de Literatura, en un acto de supina generosidad intelectual.

 

IDEOLOGÍA Y LENGUAJE INCLUSIVO

Sobre Vargas Llosa se puede decir que su ideología de derecha lo ubicó en un lugar que le valió ciertos odios, a lo que él respondía con una risotada cuando le inquirían sobre el lenguaje inclusivo. Él decía que no había una “lenguaje inclusivo”, sino que, aceptado por la R.A.E. existe un “masculino inclusivo”. Agregaba que no era machista, decir “todos”, (sin distingos entre masculino y femenino”) y que era peligroso desnaturalizar tan profundamente el lenguaje, en nombre de un feminismo malentendido. Manifestando además “no estar en contra de un feminismo bien entendido”.

A propósito, la R.A.E. se expidió sobre el particular: “El masculino gramatical funciona en nuestra lengua como término inclusivo…no tiene intención discriminatoria alguna”.

No en vano Vargas Llosa consideraba al lenguaje inclusivo “una estupidez”.

 

LOS POPULISMOS NEGATIVOS

También generó controversias su mirada sobre las minorías indígenas, afirmando que era injusto mirar hacia 500 años atrás un hecho que es muy reciente (el del maltrato a los grupos aborígenes), en clara defensa de la conquista europea, y afirmando que muchos países que muestran su aversión a los colonizadores, ya gozan de su libertad hace mucho tiempo. En todo caso, afirmó “no hemos sabido resolver ese problema”. Crítico de los populismos dijo que este fenómeno es propio de países desarrollados y subdesarrollados. Y pensaba que uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es el rebrote de los nacionalismos. Y puso como ejemplo el Brexit, (Britan- Gran Bretaña) exit (salida). En alusión a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

El populismo crea los problemas y los aumenta”, afirmaba.

Estuvo casado con Isabel Preysler (una mujer distinguida, que estuvo casada con Julio Iglesias). También tuvo varias mujeres, una fue Patricia Llosa, y en el medio varias otras que fueron clandestinas. Pero el mayor “pecado amoroso” fue el enamoramiento y el matrimonio con su tía Julia, a la que le dedica el libro “La tía Julia y el Escribidor”. Estuvieron juntos (casados) ocho años. En un hecho inédito aún para nuestros tiempos.

Eso hablaba del espíritu de un hombre que con sus claroscuros y miradas encontradas del público hacia él, no dejó de sorprendernos con su literatura. Ese lugar del mundo donde no hay sombras, sólo la luz que permite ver maravillas hechas con tinta, cerebro y corazón.

Mi honra a la memoria del genial  Mario Var gas Llosa.

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