08 de noviembre, 2024
Actualidad

La carrera de Educación para la Salud de la Universidad Nacional propició un diálogo acerca de los “pueblos fumigados”, con exposiciones de referentes de localidades del interior provincial.

“Estamos cada vez peor, porque esto me parece que no conoce de ideologías”, decía el padre Sergio Raffaelli, párroco de Pozo Hondo (Jiménez), al referirse a la actualidad de los “pueblos fumigados”. En aquellas localidades donde se produce maíz y soja a gran escala, la problemática del uso de agrotóxicos es una constante que no parece tener fin.

El tema fue abordado el martes 21 de mayo en un encuentro organizado por Sociología de la Salud e Introducción al conocimiento científico de la Licenciatura en Educación para la Salud de la UNSE. El sacerdote, junto al párroco de Nueva Esperanza, Rubén Lassaga (Pellegrini) y dos integrantes de sus comunidades, Lucas Medina y María Luna, propiciaron el espacio “Diálogos sobre la salud campesina de los pueblos fumigados” que se realizó en el Aula 1 de la casa de estudios superiores.

Tras la reunión, Raffaelli destacó la posibilidad de poner en la agenda universitaria este tema. “Es interesante que los jóvenes puedan escuchar de primera mano la realidad de este modelo ambiguo que se vive en Santiago del Estero. Por un lado se promueve el cultivo de soja para generar dólares para las arcas de la provincia y del país y, por otro lado, tratar de hacerles ver a los chicos que esto es verdadero y real, que cada vez hay más dólares porque se vede más soja y que es acosta de sacrificar territorios y cuerpos de muchos santiagueños y santiagueñas”, comentaba.

Pese a la lucha que llevan adelante hace años, el cura de Pozo Hondo ve con preocupación el desamparo del Estado a las comunidades que se ven arrasadas por el avance del agronegocio que no distingue ideologías. “El extractivismo está en un nivel más alto que los gobiernos de turno. Las corporaciones del extractivismo tienen más poder, sea cual sea el color político que gobierne; lo que sí, hay matices. No podemos decir que Cristina y Néstor Kirchner y Alberto Fernández son lo mismo que Milei, pero en esto del extractivismo, solo hay matices”, advertía.

A su vez, manifestó su preocupación por las medidas que impulsa el Gobierno Nacional, por medio de su polémico proyecto de ley. “El presidente que tenemos actualmente, a través de la Ley Bases, quiere regalar todos nuestros bienes comunes, eso se empieza a notar porque es como que los grandes empresarios están viendo que tienen como vía libre para seguir haciendo sus negocios a costa del sacrificio de los campesinos”, consideraba.

Mientras tanto, las familias que viven en localidades donde la fumigación de los campos es frecuente, se mantienen en estado permanente de “alerta”. “Trabajando, defendiéndose, sabiendo que en esto hay que poner el cuerpo porque no sé hasta cuándo va a durar Milei en la presidencia, pero, en lo que dure, van a ser tiempos difíciles. Si antes eran poco escuchados, ahora saben que nadie les va a dar una respuesta, al menos desde el Estado Nacional”, comentó.

 

ORGANIZADOS

En varias ocasiones, integrantes de las comunidades afectadas denunciaron ante la justicia las fumigaciones en sus terrenos y casas. Si bien, esto no resolvió el problema, el hecho de que se organizaran y manifestaran abiertamente, evitó nuevos intentos.

“Las comunidades más organizadas ven que se van frenando muchas situaciones, sobre todo con lo que nos preocupa ahora que son las fumigaciones con agrotóxicos sobre las familias campesinas, cerca de sus casas o al lado”, respondía el padre Raffaelli ante la consulta. Así, las comunidades más organizadas, logran alejar a las avionetas y mosquitos (maquinaria para fumigar) de sus territorios.

“Ya no pasan al lado del alambre de las familias. Se respectan un poco más las medidas por todo este trabajo de concientización, de difusión a través de la radio parroquial que se escucha en toda la zona, ‘taladrando’ con esto. Los sojeros, así como ellos quieren sembrar miedo en la gente, las comunidades a través de su organización, le van haciendo sentir que no se puede hacer lo que quieran. Me parece que es un logro importante de las comunidades, al menos hasta que se termine con este modelo que enferma y que mata, o al menos alejarlos lo más que se pueda”, ampliaba.

 

INTERCAMBIO

La del debate no fue la primera experiencia de los estudiantes de Educación para la Salud con las comunidades afectadas por el uso de agroquímicos. Según explicaba el sacerdote, vienen trabajando de manera cercana con el Dr. Fabián Sánchez, profesor de una de las cátedras de la carrera.

El año pasado, el docente de la UNSE organizó una actividad en Cashico, en el Departamento Jiménez, con asistencia de unos 20 estudiantes. “Fueron a entrar en contacto con esa realidad, a visitar a un agente sanitario de la zona y a familias que están produciendo con frutos del monte, especialmente con vainas de algarrobo”, comentaba.

Además, remarcó que muchos de estos jóvenes viven en el interior de la provincia, por lo que conocen de las situaciones que atraviesan los campesinos. “La verdad fue un encuentro muy lindo. Que la facultad abra las puertas a este intercambio de saberes entre los hermanos del campo y los jóvenes que se están preparando, me parece interesante”, planteaba.

 

CONCIENTIZACIÓN

Lucas Medina trabaja junto al padre Sergio Raffaelli en la radio parroquial FM La Merced de Pozo Hondo. También fue convocado para el diálogo en la UNSE, como referente de su comunidad y con el propósito de que expusiera sobre la problemática, pero también sobre las alternativas existentes.

“Beto”, como lo conocen allí, cree que incluso los grandes productores comienzan a darse cuenta de que el uso de agroquímicos, no solo perjudica ambiente, sino que es cada vez menos eficiente a la hora de combatir la maleza. “Muchas veces, pasa que fumigan porque les reditúa lo que siembran, pero también se están dando cuenta de que ya no pueden matar el yuyo”, explicaba.

Luego de hablar con trabajadores, se enteró de que en los campos se aplica una mayor cantidad de agrotóxicos y que los resultados no son los deseados. “Antes, en 100 litros de agua ponían quizás, un litro de veneno y mataban la maleza. Hoy tienen que poner 10 litros de veneno a esos 100 de agua para matarla y a veces no la matan”, detallaba.

Incluso, afirmaba conocer el caso de un productor que debó buscar empleados para que cortaran la maleza, dado que los químicos ya no eran efectivos. “Le convenía pagarles a ellos para que vayan a limpiarle el campo que fumigar. Creo que la gente misma que fumiga, se está dando cuenta de que tirar veneno hace que la maleza se vuelva fuerte.

Creo que ellos mismos se están dando cuenta hace dos o tres años. Más específicamente pasa con la malva que es una planta que muchos vecinos, campesinos, usaban como remedio casero. No se puede matar, fumigan y fumigan y no se va”, precisaba.

A esto se suma un problema largamente advertido por los ambientalistas que es la destrucción de los suelos. En ese sentido, Medina sostiene que hay quienes decidieron terminar con la producción de soja porque no les rinde y apostar a la de algarrobo. “El algarrobo blanco hace que el suelo vuelva a ser fértil, se pueda volver a tener sembrados de lechuga...es más, se puede sembrar otra cosa también”, destacaba.

Como alternativas destacaba las plantaciones de arándanos y de trigo que dieron buenos resultados, con menos inversión en venenos para la maleza. “Para El trigo quizás se hace una aplicación nada más, porque en el invierno no hay maleza, hasta en eso les conviene. El veneno es caro, demanda mucho en tema plata y con eso pierden ellos”, consideraba. Además, recordaba que, tanto pequeños, como medianos y grandes productores de maíz registraron graves pérdidas este año, debido a la plaga de la chichcarra. En ese sentido, cree que es conveniente tomar conciencia de que cómo se siembra y qué se va a sembrar.

En otras instancias, “Beto” conoció el caso de personas que debían encerrarse en sus domicilios de manera permanente cuando los productores fumigaban en la zona. “Al sentir el olor del producto ya se tenían que encerrar porque si no les ardían los ojos, y si uno es alérgico empezaba a estornudar y estornudar”, relataba. A ciencia cierta se desconoce si los venenos actuales, que no emanan olor son más peligrosos o no, lo cierto es que comenzaron a aplicarse más en los campos y tienen alcance de un metro de distancia.

Lo bueno del caso, aseguraba Medina es que, “cuando hay viento ya no fumigan”. “Han creado un círculo de conciencia también entre los productores. Creo que eso es como que van poniendo en balanza y diciendo: con esto perjudico al vecino, así que no fumigo. Nosotros llevamos semillas de verduras al que trabaja en la finca y ellos siembran y saben que si tiran un poquito de veneno pueden perder todo”.

 

HUERTAS

Medina comentaba también sobre la tarea “agroecológica” que impulsan, a través de las huertas familiares. Afirmaba que esta actividad se convirtió en un importante recurso para los vecinos, en cuanto a alimentación y como fuente de ingresos.

“En nuestro lugar se están implementando muchas huertas -agregaba-. A través de la radio, de la entrega de semillas se promueve esto para mostrarles que, económicamente es redituable. Ven que no van gastar en lechuga, en acelga y que es algo que lo cosechan ellos. Eso hace que las familias lo vean de otra manera y que, las que no tenían huerta se animan a armarla y a vender”.

Recordaba que años atrás, las familias que producían vegetales para autoabastecerse también usaban químicos para deshacerse de la maleza; rutina que abandonaron al conocer las consecuencias que esto tendría a futuro. “Había familias que fumigaban su propio patio para matar el yuyo y hoy prefieren no hacerlo porque tienen su huerta. Todo eso va cambiando la mentalidad; aparte saben que comen sano, que si se echa veneno pueden perderlo, entonces valorizan más la parte alimentaria. Prefieren hachar, cortar el yuyo antes que fumigar la maleza”, indicaba.

Medina señalaba que el hecho de concientizar a las comunidades y ofrecerles la alternativa de generar sus propias huertas es muy positivo. “Creo que eso de llegar con las verduras, de explicarles a las familias lo que sirve, lo que no, cómo tenemos que hacer, cómo nos tenemos que alimentar, con eso están creando conciencia solos y se dan cuenta de que tirar veneno es contraproducente porque todo se está volviendo inmune al veneno”, concluía.

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