En 2019, dos amigas y compañeras de estudio organizaron se lanzaron a la venta de panificados saludables y fue todo un éxito. La marca perdura gracias a una de ellas y busca consolidarse para algún día inaugurar un local gastronómico.
Agustina Bauque tiene 23 años, una gran pasión por la cocina saludable y está a una tesis de recibirse de nutricionista. Esto la llevó a que en 2019, junto a su amiga y compañera de estudio, Valentina Bravo, crearan un emprendimiento de panificados integrales al que llamaron “Punto Sano”.
Panes, budines, galletas, alfajores, pasta frola y pizzetas conforman hoy la carta de este negocio que combina ingredientes nutritivos, a la vez que elimina las grasas malas y azucares, sin sacrificar el buen sabor y las texturas de los productos tradicionales.
Así, a contramano de la creencia de que lo saludable es desabrido, los clientes se deleitan y sorprenden con estas propuestas para comer sin culpa. “Me preguntan: ¿realmente es integral, realmente no tiene azúcar?, pasa porque relacionan lo integral con algo feo”, cuenta Agustina muy satisfecha con la recepción de sus asombrados clientes.
Pese al éxito del proyecto, en septiembre del año pasado, su amiga devenida en socia, tuvo que abandonarla para emprender nuevos rumbos. Así que era necesario readaptarse para continuar con la producción, promoción y venta de los panificados que yatenía numerosos adeptos.
La futura nutricionista dejó que se sumara su hermana, Josefina para encargarse del manejo y atención a través de las redes sociales; mientras que, un compañero, Andrés Bordato quiso incorporarse para elaborar los panes. Con las tareas ya divididas, el negocio sigue en pie y se fortalece con el trabajo de los tres.
La aventura de emprender no es algo que a Agustina le genere rechazo, ni mucho menos. Sus objetivos profesionales están muy claros: terminar la carrera y poder seguir incorporando lo que aprendió a su proyecto para brindar cada vez más calidad.
A futuro, según cuenta a La Columna, la joven emprendedora quiere tener su propio café, donde ofrecer los productos. Mientras tanto, trabaja con mucho empeño y enfocada en mejorar las recetas, bajo las críticas de su familia y amigos.
En la siguiente entrevista, esta vecina del barrio Belgrano recuerda cómo fueron sus comienzos a la par de Valentina, cómo lograron sacar adelante la marca durante la pandemia y cómo logró sostenerla, tras la salida de su compañera y amiga. Además, revela lo desafiante de un presente económico sobrecargado de incertidumbre y cuáles son sus metas a corto y largo plazo.
-Lo que es “Punto Sano” ha empezado en 2019, como un emprendimiento de amigas. Con Valentina nos conocemos en la carrera. Al principiosolamente hacíamos panes integrales y pizzetas, cada una en su casa, en su cocina. Queríamos optimizar el tiempo, porque sino es como que podíamos usar un solo horno. Eso ha sido en noviembre o diciembre de 2019. Después comienza la pandemia y ahí se re complicaba comprar las cosas, los productos, así que suspendemos –la producción–.
En medio de eso, cada una seguía jugando con recetas en su casa porque a las dos nos gusta la cocina. Probábamos hacer otras cosas, como budines, galletas que es lo que tengo hoy también, pero en ese momento era, como: “bueno, vamos experimentando para que, enel momento en que se libere un poco lo de la pandemia podamos empezar con nuevos productos”. Nos mandábamos mensajes para contarnos qué había probado hacer cada una y nos pasábamos la receta que mejor había salido.
Llegado el momento en que nos podíamos juntar otra vez, hemos empezado por hacer muestras de lo que íbamos aprendiendo para que prueben nuestros amigos y familiares para que nos den opiniones. Han sido como cinco o seis meses de ir probando recetas hasta poder crear una propia hasta poder decir: “esta es la que queremos vender”. Porque también pasaba que algunas cosas nos salían secas, no crecían, se hundían, era como buscar la causa en internet, leer y entender hasta dar en la tecla.
-Es que a las dos nos ha gustado siempre la cocina y pensábamos:“bueno, las dos somos muy amigas y tenemos mucha confianza, como para ser socias”. Eso es muy importante también, poder hablar para evitar conflictos. Entre nosotras había la confianza suficiente así que hemos dicho: “vamos juntas”. Éramos buen equipo, por ahí yo me daba cuenta de algún error en una receta, ella de otro y es como que se iba perfeccionando todo.
Cuando arrancamos con los budines, se iban probando nuevas recetas: las pepas, las pasta frola y lo último que hemos sumado son los alfajores. Eso ha sido a fines de la pandemia, cuando ya se podía salir a comprar cosas, a buscar los ingredientes y ahí es que retomamos.A veces sí cortábamos la producción, cuando teníamos muchos exámenes en la facultad.
-Siempre ha sido una producción de cada una en su casa, nos manejábamos así, y después nos reuníamos un solo día para las entregas. Agendábamos los pedidos, el viernes se cocinaba y el sábado nos juntábamos en mí casa y hacíamos las entregas, o la gente retiraba.
-Cuando era adolescentes, por ver videos en YouTube, me llamaba mucho la atención algunas recetas y no me parecía tan difíciles de preparar. Así que probaba con cosas dulces siempre. Hacía tartas, alfajores y todos me decían en casa que eran muy ricos y me preguntaban por qué no vendía.
Cuando tenía más o menos 16 años, vendía alfajores de chocolate y de maicena en la escuela, durante los recreos. Además hacía tartas por pedido y las vendía en mi casa. Esa ha sido mi primera experiencia.
La cocina es algo que disfruto y, de paso, me genera un ingreso porque me gusta tener lo mío. Así ha surgido todo. Además siempre he estado relacionada con todo esto porque mis abuelos tienen panadería y yo creo que esto puede venir de ahí. A mí me gustaba jugar con las masitas, ver cómo horneaban... Y lo que sé lo he aprendido viendo, soy muy curiosa.
- En septiembre del añopasado ella se ha ido a vivir a Dinamarca, entonces, quedé sola. Igual, no completamente porque mi hermana se ha sumado y ella se encarga de manejarme lo que es el Instagram, responderme las historias, subir las fotitos porque eso lleva su tiempo y yo solaestaba colapsada. También se ha sumado un compañero de la carrera, Andrés Bordato que es quien se encarga de hacer los panes integrales.
-¿Qué te aportan tus estudios a la hora de cocinar?
-A veces vemos lo de la composición de los alimentos y todo eso suma. Cuando he empezado a estudiar nutrición, es como que empiezo a conocer los productos integrales los empiezo a incorporar, más la avena. Y busco cambiar el pan común por un pan integral, a reemplazar las galletas comunes por las que hacía yo, con avena, miel o banana. Y ahí digo: “por qué no vender esto que es algo sano, que uno lo puede consumir todos los días en su rutina”.
Además es rico. Porque pasa también que uno hace y lo encuentra seco, feo… el hecho de que tenga una textura similar a los productos tradicionales, está bueno.
-Sigo estudiando, ya no estoy cursando más. Sigo con la parte de la tesis así que tengo un poco más de tiempo para dedicarle a esto. En mi caso, vivo con mi familia así que lo que recaudo es para gastos míos o para tener ahorros.
En cuanto a la organización, me dedico a cocinar los jueves y viernes y tengo todo preparado para entregar los sábados. El resto de la semana nos ponemos de acuerdo con mi hermana para ver qué fotos subimos, como para generar interacción en las redes, donde vamos tomando los pedidos. Obviamente yo voy viendo hasta dónde puedo cumplir. Generalmente, pasa que, llega el miércoles y digo: “bueno, ya no tomo más pedidos”, para no colapsar…
-la verdad que sí. Incluso, noto que a la gente le gusta mucho. Antes, cuando yo estaba con muchos parciales, exámenes y tenía que dejar de producir me preguntaban: “¿cuando vuelves? Necesito tus galletas, tus panes…” Porque la gente compre y se stockea para toda la semana, porque lo consumen todos los días y saben que entrego el sábado.
También me mandan mensaje para preguntarme: “¿realmente es integral, realmente no tiene azúcar?”, pasa porque relacionan lo integral con algo feo. Igual, ha costado mucho llegar a las recetas ideales, ha sido un proceso muy largo de prueba y error.
-En este momento, mi hermana es quien se encarga de hacer las compras; pero, básicamente, trato de averiguar los precios antes para estar lo más actualizada posible. Por ahí pasa que compramos algo y capaz la semana siguiente el precio ha subido… pero, tampoco me gusta cambiar el precio a último momento al cliente, así que me mantengo con el precio anterior.
Sí trato de buscar lugares en los que vendan por mayor, como para abaratar los costos y para no tener un precio tan elevado a la hora de vender, porque sube el costo y sube el producto. Pero, por lo general, mantengo el precio que había acordado, salvo que la diferencia sea abismal y pido disculpas.
-Sí, me he dado cuenta en este último tiempo de que realmente disfruto mucho de la cocina. Es algo en lo que puedo pasar horas y, obviamente, uno termina cansado, pero es ese cansancio satisfactorio, feliz porque realmente he hecho lo que me gusta.
Me gustaría seguir aprendiendo, especializarme más en técnicas culinarias, de todo el ámbito de la gastronomía, no solo de lo dulce, porque yo estoy muy metida en los postres.
-La idea es continuar con lo que tengo, con recetas fijas, estandarizadas, que salen bien y a la gente le gusta. Y una vez que termine mis estudios, bueno, veo de dedicarme mucho más a esto de la cocina.
-Mi sueño es tener un local con vista al público, donde uno pueda ir y ver todo los productos expuestos, con stock porque ahora trabajo con pedidos por una cuestión de organización. Tener un stock es más difícil, tendría que producir todos los días y no me da el tiempo ni el espacio porque es la cocina de mi casa y eso también es una limitación. El día de mañana quisiera tener un local.