El matecocido es una de las infusiones más consumidas por los santiagueños, pese a que pocos conocen su riqueza “antioxidante”. Tras años de estudio, científicos de la UNSE y el CONICET llegaron a la conclusión de que esta bebida típica de desayunos y meriendas para muchos, es un gran “bioestimulante” para cultivos.
Cuando las altas o bajas temperaturas amenazan a las cosechas, un poco de matecocido podría devolverles entre un 40 y 50% de su productividad. Hasta ahora, los expertos realizaron pruebas con el pimiento y el melón, pero los beneficios podrían ser aprovechados por otros cultivos también.
La Dra. Melisa Yonny, investigadora del CONICET y docente de la Facultad de Agronomía y Agroindustrias explica que en el Laboratorio de antioxidantes y procesos oxidativos tienen una vasta experiencia en el estudio de fuentes naturales ricas en compuestos antioxidantes. Entre ellas, la que mayor contenido tiene es la yerba mate. De ahí que decidieran ponerla a prueba para colaborar con los cultivos de manera natural y muy económica.
No se equivocaron al pensar que su extracto –el matecocido– podría ayudar a las plantas a hacer frente a las insufribles olas de calor o de frío. La catedrática, plantea que estos análisis son el resultado de un conocimiento del grupo, sumado a la tendencia mundial de “ayudar a mitigar el estrés en las plantas, sobre todo para afrontar las consecuencias negativas del cambio climático”, muy especialmente con estrategias “naturales”.
“Se nos ocurrió realizar aplicaciones de lo que técnicamente se llama extracto de la yerba mate que, en lenguaje común es el matecocido, porque el proceso de elaboración es con la yerba mate elaborada, el paquete que se compra en el supermercado. Se lo hace hervir por cierta cantidad de tiempo y después se lo filtra con un proceso de aquí del laboratorio que se llama centrifugación, todo para obtener una solución con la menor cantidad de polvo posible para poder aplicarla con los aspersores”, detalla la responsable del proyecto.
Yonny plantea que los resultados satisfactorios se observan en dos líneas. Por un lado, el enfoque agronómico/económico y, por otro su a nivel “metabolómico”. En cuanto a lo primero, se observó un aumento en la productividad de los cultivos, “de manera que, una planta en condición de estrés térmico sea por altas temperaturas, pero en presencia del bioestimulante, llega a producir, como una planta que no está estresada”, comenta.
Este estudio es realmente valioso para una geografía como la de Santiago del Estero, donde las condiciones climáticas pueden ser muy adversas por las altas temperaturas. “Los cultivos a campo no son en condiciones controladas, entonces, nosotros desde el punto de vista agronómico el éxito está dado por eso, por aumentar la productividad hacia niveles como si no estuvieran expuestos”.
En lo que respecta a lo metabológico, la docente se refiere a lo “interno de la planta”, a lo “que se ha podido modificar para que pueda responder al estrés, defenderse del estrés”. “Nosotros evaluamos qué mecanismos son, los mecanismos de defensa internos endógenos de la planta. Vemos que aplicamos distintas metodologías de análisis para evaluar actividades de encimas antioxidantes que, de por sí están en las plantas, pero nosotros queremos incrementar esas actividades. También logramos incrementar la presencia de compuestos antioxidantes en las plantas que ayuden a defenderlas. Esa es la explicación química de por qué la planta está produciendo más”, especificó.
Si bien este proyecto partió del análisis de plantas bajo estrés por calor, el matecocido puede servir como bioestimulante en otras condiciones, como el frío y el suelo salino. “Nosotros hemos hecho medidas de las plantas en bajas temperaturas y vemos que también se estresan”, dice Yonny.
En el Laboratorio desarrollaron ensayos en “condiciones controladas” para medir ciertos compuestos que se generan en el estrés. La conclusión es que “los niveles marcadores del estrés por bajas temperaturas es similar al de las altas temperaturas” y consideran que “la aplicación del bioestimulante en condiciones de baja temperatura podría funcionar”.
Pero eso no es todo. Resulta ser que los beneficios del uso del matecocido como bioestimulante comenzaron a probarse en otras plantas, bajo otras condiciones. La investigadora del CONICET sostiene que “la idea es ampliar a otros tipos de cultivos bajo el mismo estrés o también al mismo cultivo, pero en otro tipo de estrés, por ejemplo el salino. A veces, puede ocurrir que haya un suelo salino y que no tengas un lugar donde desarrollar el cultivo”. En ese sentido, plantea que “estaría bueno conocer, cómo el bioestimulante permite que se desarrolle aún en esas condiciones”. Esto permitiría una proyección más amplia del trabajo.
Vale destacar que, además del melón y el pimiento, actualmente hay ensayos en frutillas. Se trata de un proyecto a cargo de uno colaboradores de esta iniciativa en Famaillá (Tucumán), quien trabaja con este cultivo de estas fresas, bajo otras condiciones de estrés.
Actualmente, el mercado ofrece una amplia variedad de productos industriales para mejorar la productividad de los cultivos. Sin embargo, estos corren con dos grandes desventajas: primero que son compuestos de origen químico que, a la larga pueden tener efectos adversos sobre el suelo y en segundo lugar, suelen ser muy costosos, por lo que su acceso está restringido a la producción a gran escala.
La Dra. Melisa Yonny explica “hay distintos productos químicos que tendrían el efecto” del matecocido, como los fertilizantes. “Pero justamente, son productos químicos, elaborados en base a productos sintéticos. En su composición pueden llegar a tener compuestos que, en su producción no son sostenibles porque no es fuente renovable y uno siempre busca lo natural”, comenta. El extracto de la yerba mate puede presumir allí de todo su potencial, la que es una alternativa “natural” y, desde el ‘vamos’, mucho más económica.
“Un estimulante formulado a partir de la yerba mate puede ser una solución sostenible, económica para el mediano y pequeño productor”, sostiene la científica. No obstante, aclara que, “para llegar a esa instancia hay que hacer ensayos en mayores extensiones de tierra”, lo que constituye la etapa siguiente del proyecto.
En ese sentido, trabajan con el INTA, donde tienen contacto con productores locales a los que planean pedir algunas parcelas para hacer pruebas. “Pero queremos llegar al productor con un sustento científico sobre cuán válido es lo que les estamos comentando y ese sustento lo dan las publicaciones internacionales que nosotros hemos realizado con nuestros resultados, a partir de la repetición de los elementos, de la productividad de nuestros resultados. La comunidad científica internacional ha aprobado nuestras publicaciones y de esa manera las valida”.