21 de noviembre, 2024
Nota de Portada

El homicidio del mecánico Eduardo Móttola llegó a su final. Por qué la justicia condenó a 3 personas a cadena perpetua. La historia de un homicidio impensado, donde se combinan pasiones, paternidad impugnada, romances, sicarios, sangre y muerte.

En la noche del lunes 6 de agosto de 2018, Eduardo Enrique Móttola fue ultimado en su taller mecánico de la calle Pedro León Gallo, entre Santa Rosa y 8 de Octubre, del barrio Libertad. Aquél día, un solitario personaje ingresó al local y lo acribilló con 5 de los 6 disparos gatillados.

Ese fue el inicio de una historia de sangre y muerte que conmovió a toda la sociedad santiagueña. Las imágenes de investigadores trabajando en el lugar y de una mujer visiblemente perturbada por el crimen de su pareja se multiplicaron de inmediato. Del mismo modo, comenzaron a llover distintas hipótesis sobre los móviles del homicidio.

Una de las primeras versiones apuntaba a que Móttola sería un traficante de sustancias prohibidas, que se había quedado con un “vuelto” y eso motivó a que lo mataran. La siguiente hipótesis apuntaba a un ajuste de cuentas entre bandas dedicadas también al narcotráfico, en la cual el crimen era el final esperado. Por otra parte, se hablaba también de enemigos conseguidos a raíz de negocios poco claros, donde habría existido robo de autopartes. La siguiente conjetura señalaba que el mecánico había entregado cheques sin fondo por cifras significativas, o que tenía deudas millonarias por cuestiones de juego.

Todas las presunciones apuntaban en ese sentido, hacia las drogas, las deudas y enemigos importantes. Sin embargo, cada una de ellas fue cayendo por su propio peso. Una a una, tales versiones fueron descartándose.

Así fue que el cerco comenzó a moverse en otra dirección, hacia su entorno familiar, su círculo íntimo, sus afectos. “Fue entonces cuando el rompecabezas comenzó a armarse”, aseguró el fiscal Mariano Gómez.

De esta manera, más de un año después del crimen, durante la madrugada del 18 de agosto de 2019, se detuvo a una ex pareja de Móttola y a un policía federal, domiciliado en Hurlingham, Buenos Aires. Para los investigadores, la mujer le habría pagado al efectivo para que actuara como sicario y asesinara al mecánico. Fue un crimen por encargo.

 

LAS DETENCIONES

En un primer momento, la investigación estuvo a cargo de la exfiscal Aída Farrán Serlé, y en marzo de 2019, pasó a manos del fiscal coordinador de Capital, Dr. Mariano Gómez, quien conformó un equipo especial de trabajo junto a la fiscal Carla León y a la División de Homicidios y Delitos Complejos.

Luego de una profunda investigación, en la que se recolectaron diversos elementos de prueba, tales como testimonios, llamadas telefónicas, autopsia psicológica, entre otros, se logró detener a los dos sospechosos: el policía federal y una ex pareja de la víctima.

Con un oficio de la jueza de Control, Dra. Pía Danielsen, exhortado ante el juez de Hurlingham, se detuvo a Juan Pablo Fernández, y se realizaron secuestros de armas y otros elementos importantes para la investigación. Luego de ello, el policía federal fue extraditado hacia esta provincia para ser indagado por el fiscal del caso.

En forma simultánea, en el barrio 750 Viviendas de esta ciudad se detuvo a Yesica Paola Díaz, quien fuera expareja de Móttola.

 

AUTOPSIA PSICOLÓGICA

En aquel momento, el fiscal Mariano Gómez explicó que la causa aún no estaba cerrada.

“No tiene idea de lo difícil que fue, después de un año, resolver un crimen de estas características con los pocos elementos que teníamos. Fue un trabajo arduo, un verdadero rompecabezas que nos obligamos a armar”, comentó el fiscal a LA COLUMNA.

El Dr. Gómez reconoció que una de las dificultades tuvo que ver con la colaboración de las empresas telefónicas para brindar las sábanas de los llamados y todo lo relacionado con los mensajes y llamados realizados entre todos los involucrados en la causa.

El fiscal reconoció que en un principio se trabajaron en las distintas hipótesis mencionadas y que, una a una, fueron dejándolas de lado cuando se comprobó que Móttola no tenía nada que ver con ninguna de ellas.

Además de las pruebas que lo desvinculaban de esas versiones, un elemento importante para el fiscal fue “la autopsia psicológica” de la víctima, a la que calificó “de vital importancia” para entender quién era el mecánico, sus gustos, sus aflicciones, sus movimientos.

“La autopsia psicológica fue una herramienta muy importante en la investigación. Nos determinó que Móttola era un buen chico, básico, sencillo, y que su único conflicto era su relación con las mujeres”, comentó el fiscal.

Consultado sobre si era un mujeriego, tal como fue tildado por su entorno, el fiscal dijo no aseguró que lo fuera, sino que “tenía la cabeza un poco desordenada en ese sentido”.

Con tales elementos, la investigación derivó en el entorno íntimo de Móttola.

 

SUS PAREJAS, SUS HIJOS

¿Quién era el mecánico? ¿Por qué lo mataron?

Eduardo Enrique Móttola tenía 38 años. Su mamá es una señora ya mayor, que vive en el barrio Borges. Su papá falleció hace más de una década, a raíz de una cruel enfermedad. Tenía una hermana mayor y un hermano menor.

Todos aseguran que era una persona muy trabajadora, tal es así que logró instalar su propio taller mecánico, a raíz de sus esfuerzos y su tesón para conseguir un futuro económico mejor.

Según su entorno, y tal como lo había determinado la autopsia psicológica, era enamoradizo por naturaleza y en su vida hubo varias mujeres importantes, con quienes tuvo distintos hijos.

La mayor de ellas es Valentina, una joven que hoy tiene 25 años, fruto de su relación con su primera pareja. De la relación con Yanina Abregú nació su segundo hijo, quien actualmente tiene 19 años. Al momento de su muerte estaba en pareja con Valeria Gauna, con quien convivía en el barrio Siglo XX y esperaba a un nuevo hijo. Además, estaba a punto de convertirse en abuelo, pues su hija mayor estaba embarazada de seis meses.

Mientras aún estaba en pareja con Abregú, el mecánico comenzó un amorío con Yésica Díaz, la mujer que está ahora detenida, acusada de su muerte, y cuya relación es un capítulo aparte en esta historia.

Sin embargo, pese a separarse sentimentalmente de sus parejas, era un papá muy presente en la vida de sus hijos, quienes mantenían una muy relación entre ellos.

 

LA PELUQUERA

Yésica Paola Díaz, una de las ex parejas de Móttola, quien ahora permanece detenida, acusada por ser la instigadora de su homicidio, tiene la profesión de peluquera y vive en el barrio 750 viviendas.

Según se pudo determinar, ambos se conocieron mientras el mecánico aún estaba en pareja con la mamá de su hijo varón, y ella ya tenía dos hijos: la mayor de una vieja relación y el menor, de su relación con su actual esposo, un integrante de Gendarmería.

Ambos mantuvieron una relación paralela hasta que Yésica quedó embarazada. Ese fue el determinante para que Móttola se separara de Yanina Abregú, la mujer con quien había convivido durante más de una década.

Para el entorno de Móttola, la hija de Yésica era también hija del mecánico. Nadie dudaba de ello. Y él actuaba como padre de la criatura en todo momento. Con frecuencia la llevaba de visita a la casa de su abuela y fomentaba la relación de la pequeña con sus hermanos mayores. Es más, cuando la relación entre la peluquera y el mecánico terminó, él habría continuado visitando a su hija.

Sin embargo, Yésica se habría negado a permitir que ese vínculo continuara, pues su marido reconoció legalmente como suya a la pequeña.

Cuando Móttola se enteró que el gendarme había reconocido legalmente a la niña como su propia hija puso el grito en el cielo. De inmediato se puso en contacto con Jésica y le exigió que le dijera al gendarme toda la verdad, porque el padre era él y no el efectivo.

Como ella se habría negado a hacerlo, Móttola no dudó en impugnar la filiación de la criatura, y exigir una prueba de ADN para comprobar su paternidad, petitorio que se hizo efectivo un mes antes del homicidio.

Luego del crimen de Móttola, cuando toda esta situación salió a la luz, el gendarme y la peluquera se divorciaron, aunque ya tenían un hijo en común. Es más, él habría ganado la custodia legal de ese menor.

 

TESTIGO ESTRELLA

El nombre de Jésica Díaz no era desconocido para la justicia. En noviembre de 2017 se presentó como la testigo principal en el juicio por el brutal femicidio de Viviana Marcela Himelfarb, quien fuera asesinada por su esposo René Sequeira, el 14 de junio de 2015. En esa ocasión, el hombre asfixió a su mujer, golpeó a sus hijos y prendió fuego a la vivienda. Los niños sobrevivieron milagrosamente.

Durante el juicio, Díaz aseguró que era la mejor amiga de Viviana Himelfarb, quien le había comentado todo el calvario que había padecido junto a Sequeira. La versión resultaba creíble pues las casas de ambas estaban al frente una de otra.

Sequeira fue condenado a la pena de prisión perpetua, y el testimonio de Jésica Díaz fue de suma importancia a la hora de la condena.

Consultado el fiscal Gómez sobre si la actual situación procesal de la peluquera podría tener algún tipo de incidencia sobre aquella condena a Sequeira, dijo que “el testimonio fue muy importante, pero el tribunal también evaluó otras pruebas contundentes, por lo que estimo que no habría inconvenientes”.

 

MANIPULADORA

Una vez que el equipo fiscal desestimó todas las versiones sobre posibles causales del crimen de Móttola, apuntaron sus miradas sobre el entorno íntimo del mecánico.  La Policía ya había secuestrado los celulares de la víctima para ser analizados y recabar información sobre los contactos con los que mantenía comunicación constantemente.  Allí surgió que el contacto con la peluquera se había incrementado en las semanas previas a su muerte, sobre todo desde el momento en que él pidió la impugnación a la filiación de la nena.

“Ella (por Diaz) es una persona muy brava. No conseguíamos testigos porque los amedrentaba, les imponía temor. Es muy manipuladora”, señaló el fiscal Gómez mientras realizaba la investigación.

Luego vino la tarea del entrecruzamiento de datos. “Fue un trabajo de hormiga, porque ella ya había borrado los mensajes que mantuvo con el policía federal. Nos encargamos de verificar quiénes eran sus contactos permanentes, y ahí aparecía un número desconocido de Buenos Aires, que terminó siendo el del policía federal”.

 

EL SICARIO

La investigación determinó que el policía federal Juan Pablo Fernández fue quien disparó a quemarropa contra Móttola, a pedido de Yésica Díaz.

Además de su trabajo como efectivo de la fuerza de seguridad, el uniformado había comenzado un negocio paralelo de peluquería, luego abrió una barbería y una academia para enseñar todo lo que sabía sobre el oficio. Así fue como se contactó –a través de Facebook- con personas de esta provincia, quienes lo invitaron a brindar cursos en esta ciudad. Precisamente, en uno de aquellos viajes habría conocido a Díaz.

Según se pudo averiguar, el primer curso que dictó Fernández fue en junio de 2018, alojándose en un hospedaje de La Banda durante un par de semanas.

La siguiente ocasión fue el 8 de julio. Esa vez, según las pericias realizadas sobre su celular, se determinó que estuvo en La Banda, luego impactó en el barrio Huaico Hondo –sector donde vive la madre de Yésica Díaz- y también en una zona muy cercana al taller de Móttola. En su recorrido, el móvil volvió a activarse en el sur de la ciudad –lugar donde vivía la mujer-, luego estuvo de nuevo en el taller.

La tercera visita de Fernández ocurrió el 6 de agosto de 2018, precisamente el mismo día en que Móttola fue acribillado. Esto se pudo corroborar porque se alojó en el hospedaje bandeño, entre el mediodía y la noche. Además, sugestivamente su regreso a Buenos Aires no lo hizo en forma directa por la ruta 34, sino que tomó un camino más largo, a través de Catamarca y Córdoba.

Para los investigadores, la mujer contrató al federal para que terminara con la vida del mecánico a cambio de una importante suma de dinero. Un trabajo de sicario. Sin embargo, él siempre lo negó.

 

EL FINANCISTA

Por su parte, Damián Nicolás Silva fue acusado de ser la persona que financió el crimen, o sea quien le dio el dinero a Yésica Díaz para pagarle al sicario que asesinó luego a Móttola.

Había conocido a la mujer en ocasión que precisó sus servicios de peluquería, luego de ello comenzaron a tener un vínculo sentimental. Según se supo él estaba muy enamorado, pero ella no tendría los mismos sentimientos, sino que lo habría tomado como una relación pasajera o solo de tipo sexual.

Aprovechándose de los sentimientos de Silva, Díaz habría comenzado a pedirle dinero. Luego de prestárselo en una ocasión, el segundo pedido fue más elevado. La excusa sería hacer mejoras en su hogar y en su peluquería y siempre con la promesa de devolución.

Como él no contaba con la cantidad pretendida por ella decidió hacer un préstamo en una financiera por 118 mil pesos. Téngase en cuenta que en aquella época era una suma importante. Ese dinero se lo habría entregado a Díaz en su totalidad, aunque luego admitió que solo le entregó 40 mil pesos y el resto lo destinó a su propia familia. El préstamo se realizó días antes del crimen.

Del análisis del celular de Silva se pudo determinar que la mujer le habría proferido amenazas: “Así como hice eliminar a uno, no me va a costar nada eliminar a dos", le habría dicho.

Además, se precisó que en los días previos al homicidio y durante los meses siguientes, hasta sus detenciones, en septiembre de 2019, ambos habrían mantenido un fluido contacto a través de diversos mensajes.

Los peritos también rescataron un mensaje que se enviaron el día del primer aniversario del crimen. En esa ocasión, la mujer le envió un mensaje diciendo: "Hace un año de ya sabes qué…". La respuesta de Silva fue con emojis: una caja de herramientas, una llave y un martillo y la frase “¿Eso?”.

 

EL JUICIO

Todos estos detalles salieron a la luz durante el reciente juicio oral en contra de los tres acusados que acaba de finalizar.

El debate arrancó el pasado 22 de marzo, donde Jésica Paola Díaz, Juan Pablo Fernández y Damián Silva fueron acusados por homicidio calificado por alevosía y pago o promesa remuneratoria.

Luego de presentar decenas de testigos y todo tipo de pruebas recolectadas durante la investigación, las fiscales Celia Mussi y Luciana Jacobo solicitaron la condena a prisión perpetua de los tres imputados por el asesinato de Eduardo Móttola. En los alegatos de clausura dejaron en claro que quedó acreditado que Díaz, Fernández y Silva son coautores del delito de homicidio triplemente calificado por alevosía, pago y uso de arma.

Para las funcionarias, el móvil del crimen fue el reclamo de paternidad de la hija menor de Díaz.

Mientras que la querella, representada por Gabriel Coronel Chalfón y Macarena Barrionuevo, también reclamó prisión perpetua para los imputados.

Mientras que la defensa de Yésica Díaz pidió la absolución por el beneficio de la duda. El defensor de Silva también solicitó la absolución o la absolución por el beneficio de la duda y subsidiariamente que sea condenado como partícipe secundario porque el dinero que le dio a Díaz solo cubre el 40 por ciento de la suma de la que se habló en el juicio.

Mientras que la defensa de Fernández pidió su absolución y subsidiariamente, la absolución por el beneficio de la duda, asegurando que no hay pruebas contundentes contra el federal.

Finalmente, el lunes 27 de mayo, el tribunal integrado por los Dres. Raúl Santucho, Graciela Viaña de Avendaño y Daniela Campos Nittinger dictaron una sentencia condenatoria contra los acusados. Si bien los tres fueron penados a cumplir prisión perpetua, la calificativa no fue la misma para todos. Mientras Díaz fue considerada autora intelectual y Fernández autor material del delito de homicidio calificado por precio o promesa remuneratoria, Silva fue condenado como “partícipe primario”.

Luego de leída la sentencia, los familiares del mecánico estallaron en gritos y acusaciones contra Díaz y Fernández. Sin embargo, este último no se quedó callado y los acusó como responsables de lo sucedido. Después llegaron los abrazos infinitos y las lágrimas.

 

De esta manera, la justicia estableció que Yésica Díaz contrató a un sicario, Juan Pablo Fernández, para matar a su expareja. Para lograrlo, Damián Silva le dio el dinero para pagar al asesino. Pasaron casi seis años desde que Eduardo Móttola fuera asesinado de modo brutal. El rompecabezas logró reamarse.

 

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