En Navidad y fin de año aumentan los ataques de ansiedad, el estrés, angustia y preocupaciones de todo tipo. Por qué surgen estos desbordes en esta época. Qué impacto tienen las fiestas en la salud mental. La necesidad de quitar el exceso de carga emocional a estas fechas.
Diciembre es sinónimo de celebraciones, de fiestas, de encuentros, de reuniones de todo tipo, de despedidas de año, de organizar eventos, de planear las comidas y los lugares donde pasar Navidad y fin de año, también de tristeza por las sillas vacías. Como si eso fuera poco, no hay que olvidarse de los cierres laborales, del fin de clases, de los exámenes y de los egresos. A este combo hay que sumarle la complicada situación económica que atraviesan miles de hogares y, además, hay que añadir las demandas sociales que exigen mostrarse felices, con una alegría que muchas veces no existe.
Son tantas las actividades y las presiones de estos días que diciembre termina convirtiéndose también en el mes del estrés, de los desbordes, de sentirse sobrepasados.
La sensación de agotamiento y la irritabilidad ante tantas obligaciones son signos comunes que suelen alertar cuando el estrés de fin de año está afectándonos. Pero también la falta de atención y hasta las fallas en la memoria pueden ser síntomas del alto nivel de estrés que afrontamos en estas épocas.
Es imposible olvidar que el estrés es un conjunto de reacciones fisiológicas que tiene como fin el aumentar la cantidad de energía disponible para permitir una mejor adaptación al ambiente. Es decir, originalmente el estrés tiene una función adaptativa, ya que prepara al individuo para enfrentarse a los cambios del medio.
Cuando las demandas del medio son percibidas como excesivas, intensas o prolongadas, y superan la capacidad de resistencia y de adaptación del organismo, se produce el distrés o el estrés patológico. Ese es el que puede aparecer finalizando el año.
Científicamente se ha definido el estrés como una sensación percibida de que las demandas desbordan nuestros recursos poniendo en peligro nuestro bienestar. Entonces, se vuelve norma sentirse “estresados”, sobre todo cuando sentimos que no podemos afrontar lo que el medio nos solicita, cuando tenemos el mismo día la fiesta de fin de año del trabajo con la juntada de las mamis del jardín, Todo esto nos agota y demanda de nuestro tiempo.
A niveles moderados, el estrés puede ser energizante y estimulante para el cerebro, como puede ocurrir cuando se nos plantea un nuevo desafío en el trabajo o encaramos un nuevo proyecto. El problema es que niveles prolongados y altos de estrés pueden tener efectos negativos en la memoria y en la resolución de problemas, haciendo que cometamos más errores y que, por lo tanto, estemos más estresados.
EL PRECIO DE VIVIR
El Dr. Eduardo Silvestre (M.N.57969) indica que “los últimos meses del año traen aparejado una serie de situaciones vitales que generan incertidumbre en todos los integrantes de la familia”.
Tal es así que, “por las características de nuestra cultura es época de replanteos existenciales”. Entre estos interrogantes surgen algunos como los siguientes: ¿Cómo me fue este año?, ¿cómo me irá el próximo?, ¿quiénes estamos, quienes no están?, ¿cómo voy a enfrentar los desafíos que me impondrá el nuevo año que se avecina?
A la vez, indica que también es tiempo de situaciones comunes, como “los niños terminan la escuela, los jóvenes sus actividades académicas, se vienen las fiestas y se actualizan las ausencias”.
En ese sentido, el profesional indica que “estos conflictos vitales son parte de nuestra cotidianeidad pero se actualizan y se refuerzan particularmente en esta época del año”.
Es por eso que “la mayoría de las personas, con mayor o menor carga de angustia y ansiedad, terminamos ‘encontrándole la vuelta’. Afrontamos la situación conflictiva y seguimos adelante”. Entiende que “son las cosas de la vida”, sobre todo porque “no ocurrió nada que rompiera nuestro equilibrio emocional ni fisiológico”.
Aunque “es cierto que gastamos energía extra para salir adelante pero nuestro organismo está preparado para superar esos desafíos. El costo que pagamos no es excesivo, es simplemente el precio de vivir”.
“SACAR EL EXCESO DE CARGA EMOCIONAL”
El Dr. Gastón Noriega, médico psiquiatra, señala que “a fin de año uno suele hacer balances sobre lo que ha pasado en el año, las cosas que no hemos podido lograr, muchas veces se vivencian como fracasos; como si el 1 de enero no se pudiera seguir peleando para conseguir nuestros objetivos”.
Además, “en las fiestas uno recuerda mucho a los seres queridos que ya no están con nosotros y nos ponemos melancólicos”.
También hace hincapié en la cuestión económica. “En Navidad se dan regalos y con la crisis económica muchas veces no podemos hacer los que nos gustaría hacer”.
Por ello, precisa que “no podemos medir el amor que nos tenemos por el tamaño o el precio del regalo. Hay que tratar de hacer foco en lo que sí tenemos, en las personas que si están presentes, disfrutar de compartir un momento juntos”.
A la vez, enfatiza en la necesidad de “sacarle el exceso de carga emocional a las fiestas”, pues esto “no hace otra cosa que ponernos mal. Las navidades no tienen que ser de una determinada forma, uno tiene que tratar de estar relajado, no imponerse presiones y disfrutar tomando el día de las fiestas como si fuese cualquier otro”.
CAPACIDAD DE AFRONTAR
El Dr. Silvestre indica también que algunas personas, debido a una conjunción de factores genéticos -predisposición biológica- y otros adquiridos en función de su experiencia de vida –factores psicológicos y sociales-, no cuentan con las herramientas adecuadas para afrontar estas situaciones conflictivas. Es entonces cuando su capacidad de respuesta se ve superada, la totalidad de su organismo acusa el impacto. “Finalmente, aparecen síntomas, tanto psicológicos como corporales: enferman”, precisa.
En el mismo sentido, señala que si bien las situaciones conflictivas son las mismas en ambos grupos. “Lo que los diferencia es la manera de enfrentar la situación de conflicto”, lo que él denomina “capacidad de afrontamiento”.
El resultado es que el grupo que tiene una capacidad de afrontamiento deficiente se enferma. “A esta modalidad de respuesta desadaptativa que conduce a la enfermedad es lo que denominamos estrés”.
“ENFERMARSE POR ESTRÉS”
De modo tal que se puede deducir que enfermarse por estrés depende más de la persona que de la situación estresante en sí misma, del significado que cada persona le otorgue a la situación que considera que amenaza su bienestar.
Ese significado estará condicionado por la historia personal del sujeto, por lo "aprendido" a lo largo de su vida, teniendo particular importancia sus relaciones vinculares y sus experiencias tempranas.
“Y es precisamente eso, sobre lo que podemos actuar”, enfatiza. Hay situaciones que no se pueden resolver, como la muerte de un familiar querido. Por lo tanto, “debemos diferenciar ‘reacción o respuesta al estrés’ de ‘estrés enfermedad’. La primera es una respuesta natural y no necesariamente nociva. En cambio, “enfermarse por estrés es más complejo”.
Todo lo cual depende de factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales.
CÓMO LIDIAR CON LA NAVIDAD
A la hora de buscar cómo aliviar los efectos del estrés navideño resulta necesario encontrar el verdadero significado que estas fiestas tienen para cada persona. Para algunos, la Navidad tiene una dimensión espiritual mientras que para otros es tiempo de familia y descanso. También hay quienes, sencillamente, ven estas fechas como unos días que sirven para cerrar el año y prepararnos para otro nuevo. Darle una intención a estas fechas, a las reuniones familiares, a los regalos y a las comidas especiales nos ayudará a gestionar el estrés que genera tanto alboroto. Aquellos que viven esta época con dimensión religiosa y menos materialista presentan mejores niveles de satisfacción.
Por otro lado, es importante escuchar nuestras propias necesidades y preguntarnos cómo queremos celebrar la navidad, qué tipo de regalos queremos ofrecer y recibir, qué preferimos comer, qué necesitamos para poder disfrutar de estas fechas. Aunque suene repetitivo, debemos interiorizarlo: el bienestar empieza por uno mismo.
Otro punto a tener en cuenta es aprender a decir no, priorizando nuestras necesidades. No es obligatorio participar en todos los planes o encuentros propuestos y podemos disponer de ese tiempo para destinarlo a otra actividad. En este sentido es útil ser claros y no generar falsas expectativas. Si no pensamos participar en un plan determinado, es preferible decir que no asistiremos a decir que intentaremos llegar a tiempo, cuando no es cierto.
De igual manera, en este período de tanto ajetreo social vemos a personas con las que durante el año tenemos poco contacto y quizás poca afinidad. Esta situación puede hacer que anticipemos malestar y vayamos predispuestos a estar tensos. Si no podemos evitar ver a estas personas, tenemos la opción de seleccionar el tiempo que pasamos con ellos. Que sea corto y lo más satisfactorio posible, evitando algunos temas y pasando por alto comentarios desafortunados.
Algo fundamental es también perder el miedo a pedir colaboración. No es necesario que carguemos con toda la responsabilidad y que aprendamos a pedir ayuda.
En definitiva, poner límites, dejar espacio para nuestras propias necesidades y aprender a disfrutar junto a las personas que amamos es una tarea que deberíamos priorizar en estas fiestas.
Estamos viviendo la recta final hacia las fiestas de Navidad y fin de año. Por ello es vital tratar de evitar las situaciones estresantes, no comprometernos a realizar más de lo que podemos, o nos veremos sobrepasados y seremos víctimas del estrés.