En la era de la hiperconectividad, nuestra atención se ha convertido en un recurso valioso que las plataformas digitales buscan captar y monetizar. Recuperar el control de nuestro tiempo y concentración es clave
Todas las personas viven absortas en sus celulares. Desde niños que ven caricaturas, hasta adultos mayores conquistados por videos graciosos en redes sociales. En todos los lugares, bares, restaurantes, autos, tiendas y mientras caminan por la calle, las personas sostienen pequeñas pantallas entre las manos.
Y es de esta manera en cómo la tecnología ha cambiado la manera en que usamos nuestro tiempo libre. Tenemos una batalla casi personal con nuestro teléfono. Limitamos el número de horas que lo usamos, le quitamos el sonido, reducimos el brillo de la pantalla. Pero el celular parece tener un poder casi hipnótico sobre nosotros.
Con esta expansión masiva de dispositivos, la concentración humana es el valor más codiciado. En esta era de la hiperconectividad, nuestra atención está siendo fragmentada y monetizada.
El efecto de esta fragmentación de la atención no es solo económico. Estudios muestran que el uso excesivo de pantallas puede generar estrés, ansiedad, dificultad para concentrarse y problemas de sueño. Además, altera nuestras interacciones sociales, reduciendo la calidad de las conversaciones cara a cara y aumentando el aislamiento.
En un mudo saturado de información, datos, noticias, videos, anuncios y contenidos de todo tipo, nuestra capacidad de concentración es limitada. Es por esto por lo que se ha convertido un bien que las empresas, medios y plataformas compiten por captar y mantener.
La monetización de nuestro tiempo opera, al menos, en tres planos.
Este modelo también plantea cuestiones éticas importantes. La creación de contenido diseñado para captar y retener nuestra atención de manera casi automática puede considerarse una forma de manipulación. Además, la recopilación y venta de datos personales sin consentimiento transparente abre debates sobre privacidad y la responsabilidad de las empresas y reguladores frente al bienestar de los usuarios.
Muchas aplicaciones y páginas web se crearon siguiendo los principios de la economía de la atención. Sus creadores se basan en principios de la psicología, ofreciendo material que genera dopamina instantánea.
Gracias a los algoritmos saben de que manera generarla y que cosas nos gustan. Y cuanto más saben las aplicaciones sobre la gente, mejor pueden captar a atención y más dinero hacen.
Es por esto que la economía de la atención no trata de vender productos directamente, sino vender la atención de las personas a quienes sí venden productos o servicios. Como si la concentración y el tiempo fuera una moneda de cambio.
¿Qué hacer frente a este fenómeno?
La clave es recuperar el control sobre el tiempo libre y la concentración. No se trata de desconectarse por completo, sino de establecer hábitos conscientes para proteger nuestra capacidad de atención.
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