08 de agosto, 2025
Actualidad

Las usamos todos los días para resolver nuestra vida. Pero esa comodidad es un arma de doble filo. Las aplicaciones falsas replican a las originales, engañan incluso desde tiendas oficiales y pueden causar daños profundos.

Todo empieza con un clic. Una app promete brindarte un préstamo en minutos y sin muchas condiciones, o simplemente ver películas gratis. Se ve confiable, el logo es familiar, y se encuentra en una tienda oficial. Pero al instalarla, comienzan los problemas.

 

Las aplicaciones móviles se volvieron parte esencial de la vida diaria.  Los usuarios compran, pagan, escuchan música, ven series, agendan turnos y hacen trámites desde el celular. Con el tiempo, su confianza en ellas es total.

 

Es esta confianza que facilita el trabajo a ciberdelincuentes, quienes se dedican a clonar aplicaciones y de esta manera acceder con facilidad a los datos personales. Aunque existen campañas de concientización sobre pishing, estafas  telefónicas y otros métodos de engaño, esta modalidad toma por desprevenidos a sus víctimas. Engañan incluso a usuarios atentos, porque imitan con precisión a las originales.

 

Descargar aplicaciones falsas o clonadas permite el robo de datos sensible, la violación de la privacidad y el  fraude financiero. En algunos casos, los atacantes logran controlar el dispositivo móvil de manera remota,  operando como si fueran la propia víctima.

 

El mayor riesgo es cuando estas aplicaciones logran infiltrarse en tiendas oficiales como Google Play. Un caso común es de aplicaciones que simulan ofrecer préstamos, utilizando datos reales de bancos para simular verosimilitud. En estas estafas, el usuario solicita el crédito, la aplicación exige un pago previo de una comisión mediante transferencia a una cuenta –generalmente alojada en billeteras virtuales-. Y como es de esperarse, el préstamo nunca llega.

¿Cómo protegerse?

Lo principal es prestar atención a los permisos que solicita la aplicación. Si esta pide acceder a funciones que no necesita para operar, como una aplicación de música que quiere acceder a ubicación o contactos, es una señal de alarma.

 

Otra estafa frecuente es la inscripción automática a servicios premium no deseados. O el envió de spam, mensajes o correos electrónicos enviados masivamente, sin el consentimiento del usuario, lo que genera gastos inesperados e impacta en la economía y finanza personal.

 

También es común que estas aplicaciones falsas muestren publicidad excesiva, al punto que la víctima no pueda utilizar su teléfono móvil. De esta forma, los ciberdelincuentes ganan tiempo para acceder a datos, mayormente referidos a cuentas bancarias e incluso generan clics falsos para defraudar a anunciantes. Así, no solo perjudica al usuario, sino también a las empresas, anunciantes y plataformas que ven alteradas sus métricas y confiabilidad.

 

Un punto a tener en cuenta, es que se presentan bajo nombres reconocidos,  como los “YouTube”, “Facebook” o “WhatsApp”. Es importante chequear que estos nombres no se repitan entre las aplicaciones. Y sobre todo, advertir a las personas mayores, quienes son un blanco fácil de este tipo de estafas.

 

Aprender a usar la tecnología también implica aprender a cuidarse, por eso la educación digital es tan importante como el acceso. Conocer los riesgos y saber cómo actuar es clave para evitar en trampas cada vez más complejas.

 

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