08 de octubre, 2024
Actualidad

Historia y paisaje se funden en la Ciudad Sagrada de “Los Quilmes”, el sitio arqueológico ubicado en los Valles Calchaquí en la provincia de Tucumán que fue el pasado 1 de agosto epicentro de una de las más ancestrales ceremonias, el “Día de la Pachamama”.

Llamada hasta hace poco “Las Ruinas de Quilmes”, fue elegida este año para llevar adelante esta tradición ancestral de los pueblos originarios. El ritual se realizó con la presencia del ex cacique Francisco “Pancho” Chaile y una multitud que acompañó con respeto, admiración y sorpresa.

Al pie del cerro Alto de Rey, ubicada a 5 kilómetros del kilómetro 4292 de la ruta nacional 40, la ciudad atesora lo que fue el extenso primer asentamiento precolombino, primero propiedad justamente del pueblo originario, posteriormente del estado provincial, luego de un concesionario privado y finalmente, de los descendientes del pueblo Quilmes.

En este marco, con un cielo abierto a recibir las bendiciones de la tierra, el ritual cobró espíritu con una multitud presente y con la figura de la organización indígena que agrupa a integrantes de la Comunidad India Quilmes (CIQ), quien recuperó el control de la Ciudad Sagrada, lo que significa el dominio del relato de su propia historia.

El 21 de junio, solsticio de invierno y fiesta del Inti Raymi, marca el año nuevo y básicamente es un homenaje al Padre Sol, en tanto agosto completo es para la Pachamama.

 “Pacha” significa universo, mundo, tiempo, lugar, mientras que “Mama” es madre. Y cada primero de agosto marca la adoración a la Madre Tierra, el agradecimiento por las cosechas y el buen tiempo, por los animales y la abundancia del suelo.

 

Ceremonia de pedidos, solicitud y agradecimiento

Con el transcurso del tiempo, los rituales de esta tradición fueron variando, tomando distintas formas y enriqueciéndose con los legados culturales, históricos y sociales de diferentes comunidades. Justamente lo sucedido en la Ciudad Sagrada, dónde visitantes y comuneros, aquellos descendientes de los Quilmes, estuvieron presentes.

El encargado de transmitir la ceremonia, el ex cacique “Pancho”, manifestó a propósito que “celebramos este día de la Pachamama y la corpachamos con ofrendas, con vino, con agua, lo que nunca nos debe faltar es el agua, el vino como símbolo de la alegría y la hoja de coca para que no nos falte el pasto para los animales.

Entre todos, elevamos un pedido a los espíritus del cerro para que no falte el agua. Se invoca la luz divina de Tata Inti; al Wayra, vientos del norte y el sur; se ruega el circular de la semilla, los cambios nuevos y necesarios, que se lleven lo malo y se propague lo bueno”, expresó entre el asombro de los visitantes recurrentes y aquellos que por primera vez se dejaban llevar por el encuentro a pie del cerro.

Más allá de las creencias, la manifestación fue la protagonista. Esos pedidos transformados en apachetas, en un gran cuenco en la tierra con las ofrendas traídas por los presentes, para plasmar allí los deseos de un nuevo año lleno de cosechas, de un ciclo de producción beneficioso para todos.

A ese mortero en el suelo, donde cada uno dejó un grano de maíz, angola, poroto, dulces, vino, kintus de coca, tabaco, cereales, o aquello que quería ofrendar; se le sumaron los cantos y rezos.

Realizado por las personas mayores, que observan a los astros e interpretan el amanecer, leen la piedra y dan el pronóstico de la próxima temporada, sobre las lluvias, los cultivos y las cosechas; el ritual se transformó en un pasaje de ida a la cultura precolombina.

El agradecimiento, la solicitud y bendición pasaron por la Ciudad Sagrada,  por la Waka Sagrada, así lo menciona el lugar elegido para la realización, que tuvo después de 11 años su ritual. Con visitantes que llegaron abrigados de asombro, y se fueron abrazados de historia y naturaleza. Y con aquellos descendientes del pueblo de Quilmes, que retomaron su lugar, su lucha y sus costumbres.

 

 

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