03 de julio, 2024
Pienso, luego existo

Harto conocida es aquella frase que pinta de cuerpo entero las proximidades que aparean a las ideologías políticas cuando se dice que “los extremos se tocan”.

Estamos ante la llamada teoría de la herradura, aquella que intenta explicar el por qué de las coincidencias de aquellos que son la antítesis.

Es notorio que muchos de ellos, cuanto más se alejan del centro equidistante y ante dos posturas contrapuestas, más cosas comparten.

Cuál herradura de un caballo tomando el centro ideológico en el mismísimo núcleo de la misma y ante dos posiciones diversas a cada lado de este adminículo, encontramos una fuerte polarización y radicalización del pensamiento de personas distantes en casi todo.

Pero cuanto más se alejan más pareciera que se aproximan y nos llama la atención y nos preguntamos si, en todo caso, lo que los diferencia es lo que los iguala.

Por lo pronto, vemos como polarizan y se radicalizan Cristina y Milei, pero cuanto más se ven alejados hay cuestiones que los emparentan.

Ambos tienen una pequeña cofradía de fanáticos ideologizados que los ensalzan a nivel dioses del Olimpo.

Ambos descreen de las formas y se atienen más a los impulsos egocéntricos.

Ambos se comportan intolerantes con la prensa y solo se abren con aquellos periodistas que simpatizan con ellos.

Pero donde resulta sorprendente la aproximación de ambos extremos es en sus largas alocuciones que, por lo recurrentes, se vuelven tediosas y repetitivas en conceptos, modismos y estigmatizaciones.

Tanto Cristina como Milei, de manera permanente, se comportan como profesores que bajan línea a sus pupilos y no admiten disenso alguno.

Desde sus púlpitos adoctrinan según su “leal saber y entender”, la diferencia es que lo hacen desde plataformas disimiles.

A Cristina le fascinaba hacer uso y abuso de las cadenas nacionales y la sociedad toda de manera estoica debía soportar letanías donde todo pasaba ante la omnipresencia de la arquitecta egipcia, a la que había que temer casi como a Dios.

Hoy es Javier Milei quien se dedica a hablar hasta por los codos, con la diferencia que lo vehiculiza a través de los mismos periodistas de siempre.

Ahí se arremolinan el pelado Trebucq, Majul o Fantino, poco de preguntas irreverentes y mucho de sutil consenso lineal.

Ambos por lo visto tienen fascinación por escucharse a sí mismos, quieren ser el centro de la escena y necesitan llamar la atención, sin darse cuenta que por el lugar que ocupan, no tanto debe hablarse, sino que es más importante el hacer.

“Res non verba” decían los romanos. Hechos no palabras.

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