Con la revolución industrial el mundo cambió de fisonomía de manera absoluta. Ese proceso que generó una completa transformación tanto en lo económico como en lo social y, obviamente, desde lo tecnológico, allá por la segunda mitad del Siglo XVIII y que sorprendió a todos fue superado ampliamente por la actual revolución, ya no industrial sino eminentemente tecnológica.
Si la revolución industrial marcó un punto de inflexión en la historia la actual etapa es ya un paradigma que moldea a un nuevo ser humano, porque la tecnología comienza a modificar e influir en la percepción del mundo y en la manera que nos interconectamos con él.
En estos dos siglos el salto cualitativo fue sorprendente, pero estas últimas décadas han superado a todo lo imaginado por el hombre. Y nosotros -que somos contemporáneos a ello- no paramos de sorprendernos, eso sí, para los jóvenes de hoy, es imposible comprender que antaño nosotros no contáramos con computadoras, celulares, redes sociales o plataformas multimedia.
Sabido es que, en la era industrial, la producción rondaba tras la manufactura y la maquinaria pesada, hoy todo pasa por redes inteligentes y chips insignificantes por su tamaño no así por su potencial.
Si la revolución industrial trajo consigo un cambio totalmente drástico de la manera en la que trabajamos y vivimos dando lugar a la urbanización de grandes centros, hoy la nueva era tecnológica sigue el camino de la transformación frenética, pero nos va encapsulando en una cuasi realidad paralela, donde podemos incluso estar aislados desde lo físico y cercanos desde lo tecnológico.
El advenimiento de esta nueva era nos presenta otros desafíos, entre ellos aprender que el trabajo del hombre puede ser suplido por la automatización y que todo lo que conocemos puede ser llevado adelante con la ayuda de la informática y la digitalización, lo cual redefine un nuevo modo de relacionamiento del hombre para con el mundo.
En este sentido es clave la información y la comunicación, motores gigantescos de esta nueva cosmovisión ¿humana? ¿Será que ahora integramos una civilización o podríamos ya decir que estamos en la transición de lo humano a una nueva civilización “artificial”?
No podemos negar que la versátil capacidad de procesamiento de datos, el amplio acceso a la información en tiempo real y la total conectividad global provocaron una nueva transformación absoluta y radical del mundo que conocemos.
Y, en tal caso, no quedan dudas que en esta etapa tecnológica la innovación es una fuerza impulsora clave y toda política pública que se precie de ser eficiente debe necesariamente emprender el camino de la búsqueda de explotar las bondades que presenta esta nueva cosmovisión.
La inteligencia artificial, la robótica, la biotecnología y otras tecnologías emergentes están cambiando rápidamente la economía, la sociedad y la cultura y en ese camino no podemos quedarnos de brazos cruzados, algo debemos hacer y prontamente, porque los cambios son abruptos y rápidos.
De suyo, este salto hacia la era tecnológica ha traído consigo mayores desafíos y muchísimas oportunidades.
Eficiencia, productividad y calidad de vida están en el centro de todo ello, a la par la preocupación por la posibilidad de la pérdida de empleos, la vulneración de la privacidad e intimidad de las personas, la desigualdad en un mundo donde el conocimiento es la clave y la falta de acceso a niveles educativos. Todo ello puede conspirar en la posibilidad de acceder a una mejora cualitativa del standard de vida de una sociedad.
Las sociedades que no reconozcan este vertiginoso proceso y los Estados que no tomen medidas al respecto se quedarán casi a oscuras, volverán como una mueca trágica del destino a la época de las cavernas.
Es por ello que debemos aventurarnos en hacer algo pronto, pensar en acompañar al desarrollo tecnológico que implicará de suyo el avance social de una Nación. Como diría Henry Ford: “El verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos”, a eso debemos apuntar.
Por ese camino va Milei, a pesar de las reiteradas críticas de una oposición que todavía no sabe cómo pararse ante un outsider de la política, que se mueve de una manera totalmente diferente a un político tradicional, mientras se lo critica porque sus viajes al exterior no se realizan para encontrarse con presidentes de otros países y creen que juega al niñito malcriado reuniéndose con los dueños y Ceos de las compañías tecnológicas que hoy son furor en el mundo, cuando por el contrario, salió a jugar en las grandes ligas donde todos quisieran estar y ser recibidos y escuchados.
Milei, como diría él mismo, la está viendo. Reunirse con Mark Zuckerberg de Facebook o Elon Musk de “Equis” y “Starline”, con los Ceos de Google o Apple, es estar apostando al futuro, pero también al presente inmediato.
Hoy lo interesante ya no es reunirse con un canciller alemán o el presidente francés, para atraer inversiones. Para ser conocido en el mundo y captar atención, los Elon Musk y los Mark Zuckerberg son más rentables, al fin de cuentas el presidente hoy se sienta a la mesa de los gigantes “tecnológicos”.
Pensemos que estos gigantes son empresas que no solo son líderes en sus ámbitos de actuación, sino que tienen una impronta y un verdadero peso específico en la economía global y son un refugio seguro de inversores y del respeto de la opinión pública, especialmente de los jóvenes.
Y a ese respecto es preciso comprender que la Argentina tiene un gran potencial en materia de capital humano. Los unicornios, en el contexto empresarial, son las startups valuadas en miles de millones de dólares y nuestro país cuenta con algunas de ellas, Mercado Libre, Globant por citar algunas.
Es fácil entender que tenemos una capacidad invalorable en toda esa pléyade de jóvenes emprendedores que debemos fomentar y explotar. Al alcance de la mano está una nueva sub-etapa en la era tecnológica, cuando de “inteligencia artificial” hablamos.
Estoy seguro que el presidente está viendo este nicho de oportunidades que se presentan ante nosotros, desde ya que hay que establecer e implementar diversas estrategias dentro de las amplias y versátiles políticas públicas que se requieren al efecto.
En primer lugar, debemos hacer grandes inversiones en educación y capacitación, debemos rever nuestro sistema educativo, no podemos seguir tolerando los paros salvajes, debemos mejorar los salarios docentes, dotar a los establecimientos educativos de la mejora tecnológica que nos acerque al enfoque de este nuevo sentido de la educación y, fundamentalmente, debemos contar con profesores de excelencia para lograr la excelencia en la educación.
A partir de la educación, el segundo eslabón es fomentar la investigación tanto con financiamiento privado como público, y acá es posible que el Conicet tenga que realizar los cambios necesarios para ubicarse en actividades direccionadas a la inteligencia artificial, abandonando esos estudios científicos que podríamos denominar de “la nada misma”.
Un tercer estadio es el apoyo a startups y emprendedores, donde el apoyo financiero desde efectores públicos como privados y el asesoramiento acompañando a esas inversiones propenderá a generar más desarrollo y con ello más ingresos de divisas al país desde una nueva industria, la del conocimiento.
Por cierto, debemos desarrollar políticas que fomenten la innovación en el desarrollo de las tecnologías y la inteligencia artificial, regulando la actividad con el solo fin de proteger la privacidad, la seguridad y los derechos de todos los ciudadanos.
En todo este camino será fundamental contar con la colaboración directa e inmediata de lo público con lo privado y de consuno, impulsar la adopción de medidas que tengan impacto significativo en sectores estratégicos como ser la salud, la agricultura, la energía, los servicios públicos, la industria.
¿Es posible todo esto? Sí, obviamente, en su momento Argentina pudo subirse a la expansión de los cambios estructurales de lo agrícola ganadero focalizado en la agroindustria, ahora es un nuevo tiempo y ya dimos muestras de nuestra capacidad desde la irrupción de esos unicornios por todos conocidos, solo falta la decisión de hacer un fuerte impulso al desarrollo de estas capacidades que potencialmente están esperando el viento de cola, por ahora alguien en el gobierno “la está viendo” esperemos que el resto de la sociedad y la oposición también lo vea.
Julio César Coronel