Una sustanciosa presencia de enormes éxitos que lograron trascender la barrera de los fans propios; una acabada muestra de perfección, potencia y efectividad sonora en las interpretaciones; y una buena dosis de gestos y expresiones condescendientes hacia el público fueron los ingredientes que este martes dieron forma a un soñado regreso de Maná a la Argentina, a ocho años de su última visita, en el primero de los cinco shows previstos en el porteño Movistar Arena.

«Esta noche, como dicen ustedes, vamos a echar toda la carne al asador», advirtió el cantante y principal compositor Fher Olvera, a poco de iniciado el concierto en el reducto del barrio de Villa Crespo; y, casi dos horas y media después, cuando llegó el cierre con «Rayando el sol», no quedaron dudas que aquella no había sido una frase dicha sin argumentos.

El grupo mexicano regaló a los seguidores que colmaron el estadio una sucesión de celebrados hits, puestos en escena por una formación que hizo un alarde de destreza y solvencia para moverse dentro de una paleta estilística que presta matices a su pop latino con líricas que recicla temáticas características de la canción romántica.

Precisamente, el pulso rockero que le insuflan el genial Alex González desde la batería y Sergio Vallín en la guitarra, con el sólido y elastizado bajo de Juan Calleros, permite que las composiciones puedan caminar sin temor a caer en clichés por el sendero del pop romántico.

Para ampliar el abanico sonoro, la banda contó con el respaldo de Héctor Quintana en percusión, Juan Carlos Toribio en teclados y Fernando «Psycho» Vallín en guitarras.

Solo bastó con superar alguna mínima zozobra en el arranque con «Manda una señal» para que ya en «De pie a cabezas», el segundo tema de la noche, el cuarteto comenzara a revelarse como una gran banda, capaz de dotar de indudable fuerza a los temas más lastimeros y de pasar sin complejos de la balada power al reggae, el pop o el ska, por citar algunos estilos.

Tal vez Fher haya sido quien cayó en determinados pasajes en alguna desprolijidad a la hora de las interpretaciones, pero sorteó sin sobresaltos esas incidencias con su buen manejo escénico para conectar con la audiencia. Claro que la estelaridad absoluta del cantante entró en pugna cuando llegan los turnos de los solos de guitarra o de las destrezas desde la batería.

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