06 de noviembre, 2025
Colaboración

Las elecciones legislativas nacionales marcaron un respaldo significativo para Javier Milei y su partido La Libertad Avanza (LLA), que logró aproximadamente el 40,8 % de los votos para la Cámara de Diputados, imponiéndose como la fuerza más votada a nivel nacional. 
También ganó en la mayoría de las 24 provincias, por lo que este resultado no solo mejora el piso electoral del Gobierno, sino que robustece su base de sustentación y le otorga un respaldo político mayor para avanzar con su amplia y variada agenda de reformas estructurales. 
Sin embargo, el primer dato que debemos rescatar es que, a pesar de este triunfo, el gobierno no logra tener la mayoría absoluta en el Congreso, si bien, de los números escuálidos que tuvieron en los primeros dos años de gobierno, a este momento, donde ya tiene un tercio en diputados y casi un 20% en senadores, abre un nuevo capítulo: de confrontación dura a negociación táctico-política.
Así las cosas, tras la victoria electoral, el Gobierno anunció cambios en el gabinete y un giro hacia una actitud de mayor diálogo con las provincias, las renuncias de Werthein, Francos y Catalán, además de las idas de ministros que salieron electos como Patricia Bullrich y Luis Petri, determinan un cambio de caras, ciertamente, pero también de modismos y de reformulación de los modos de interactuar con la oposición.
La reunión de Milei con 16 gobernadores, además del jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri, con “agenda de reformas” y tema presupuesto 2026, reforma laboral e impositiva, demuestra que ahora el presidente no se encierra en sí mismo, y con algo de poder en sus alforjas se sienta a negociar con aliados y circunstanciales compañeros de ruta.
Si podemos señalar que hubo un desliz, debieron invitar a todos, en tal caso los más acérrimos opositores y lejanos en cualquier posibilidad de acordar, como Kicillof, Insfrán, Quintela o el fueguino Merella, podrían haber sido invitados y que estos rechazarán la invitación.
Acá deberá comprender el gobierno que, en la administración de la cosa pública, deben estar presentes todos, aun los más alejados del pensamiento ideológico, porque detrás de cada gobernador díscolo, hay también una provincia y un pueblo.
Lo cierto, a pesar de esta “no invitación” para algunos personajes públicos, el resto de los hechos que se visualizan en el día a día, indican un cambio de tono: menos agresividad pública, más gestos simbólicos de unión, más invitaciones al territorio provincial, al menos formalmente.
Ahora bien, en este decurso de los acontecimientos nos preguntamos ¿es un giro hacia el realismo político o puesta en escena?
Aquí se abre el análisis crítico: ¿esta actitud renovada es un verdadero giro de fondo hacia el pragmatismo y el consenso, o sólo un “lavado de cara” para facilitar la gobernabilidad sin modificar en lo sustancial el estilo confrontativo del Gobierno?
Creemos que existen variados elementos que nos señalan que estamos frente al realismo político, habida cuenta el reconocimiento tácito de que sin gobernadores y sin bloques legislativos aliados -más allá de su propio partido- no podrá avanzarse con reformas estructurales. 
Entonces queda suficientemente claro que la convocatoria a gobernadores y el ajuste en el gabinete lo señalan.
La necesidad de asegurar la aprobación de presupuestos, de reformas impositivas y laborales que requieren al menos un bloque duro de apoyo, solo se logra concordando no peleando.
Sin lugar a dudas, la victoria electoral les da mayor legitimidad, pero también mucha mayor responsabilidad, porque quien voto la vez pasada, ese elector anónimo, espera resultados y no sólo discursos.
Sin embargo, en el juego pendular de la política también hay espacio para considerar ser escépticos ante este atolladero que es la Argentina a nivel político.
Convengamos que el estilo base de Milei y su partido ha sido históricamente de choque, polarización y poca negociación. Un verdadero cambio estructural tendría que venir acompañado por gestos concretos y consistentes, y no sólo por fotos.
La distinción sigue: algunos gobernadores ya habían sido considerados distantes o críticos. Que ahora participen no garantiza que actúen como aliados. Por ejemplo, si bien Jaldo o Sáenz dialogan, no se ha demostrado aún que vayan a sacrificar intereses provinciales por el plan nacional.
Las reformas anunciadas, reforma laboral y tributaria, implican tensiones mayores con las provincias, que dependen de transferencias nacionales, coparticipación, recursos que pueden ponerse en juego.
Lo concreto es que se atisba en el horizonte que sí hay un sesgo de realismo político, en el sentido de que el gobierno parece comprender que las urnas le exigieron gobernabilidad, no sólo indignación. 
Pero hasta ahora es temprano para afirmar que esto sea un cambio sincero de sociología política: falta ver consistencia en las acciones, en las negociaciones, en los acuerdos concretos.  
Y en todo este análisis no podemos dejar de considerar las alianzas externas y puntualmente si no existe algún tipo de influencia de los EE.UU.
Un elemento que ya aparece en los análisis internacionales es la vinculación entre el desenlace electoral de Argentina y el apoyo financiero desde los Estados Unidos.  
Puede pensarse que el Gobierno de Milei sienta también la necesidad de mostrar “seriedad institucional” para mantener esos flujos externos: menos choque, más pactos, más cumplimiento de reglas.
Sin embargo, no hay confirmación oficial de que todos los movimientos de diálogo provengan de pedido desde Washington. Más probables serían síntomas de que el contexto internacional (financiamiento, mercados) exige mayor gobernabilidad. 
En ese marco, la alianza con EE.UU. contribuye a explicar el pragmatismo emergente, pero no la determinación exclusiva.
La victoria del oficialismo abre una nueva etapa. Bajo ese nuevo mandato, el Gobierno de Milei parece querer pasar de la reforma “a puro puño” a la reforma con márgenes de consenso. 
Este es el momento de observar con lupa: porque el triunfo electoral no es el final, sino el inicio de una fase que exige resultados, acuerdos y cambios reales. Y allí se verá si la figura de Milei y su espacio político pueden pasar de outsiders radicales a actores maduros del poder.
Julio César Coronel

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