La situación económica que acorrala a millones de argentinos también tiene un impacto a nivel psíquico. Paralelamente, los recortes presupuestarios en psiquiatría y psicología avanzan por distintos frentes y la población se ve cada vez más lejos de acceder a tratamiento.
No llegar a fin de mes, sacrificar ahorros, afrontar altos costos de productos y/o servicios básicos, como la salud, los alimentos, la luz, el gas y alquileres… Todo en medio de un contexto de incertidumbre que hace tambalear los vínculos sociales e incluso familiares. Desgraciadamente, esto también tiene un impacto en la salud mental, según confirma el Dr. Gastón Noriega, médico psiquiatra, director de la Clínica El Jardín
Tras ser consultado sobre esta repercusión, el especialista plantea que la situación de crisis es “un factor más de estrés que azota a la sociedad” y se cuela en los hogares hasta en los conflictos más pequeños. Ni hablar del acceso a los servicios de salud mental que quedan restringidos para una buena parte de la población que no cuenta con el capital necesario para sostener un tratamiento.
“Eso genera muchísima tristeza, muchísima tensión, muchísima ansiedad y un sentimiento de impotencia que no es bueno para la salud mental porque contribuye como un factor negativo de peso a la hora de evaluar cómo estamos anímicamente”, describe el psiquiatra.
El diagnóstico es tan claro, como angustiante: hay una mayor necesidad de atención y a la vez una escasa demanda, derivada de las limitaciones económicas. En los consultorios se puede apreciar cuán necesaria es la atención y asistencia para casos incluso graves que requieren de medicación. Sin embargo, la falta de recursos impide que los pacientes puedan acceder a los fármacos o que “de hecho no puedan pagar ni siquiera una consulta”.
“Por ahí sobresaturan el sistema público o buscan distintas opciones para conseguir los medicamentos que deben tomarse todos los meses. A veces no están en condiciones de conseguirlos y lo toman de manera ‘salteada’, lo cual no es bueno y genera consecuencias en la persona, en su psicología, en su estado de salud mental y emocional, con grandes repercusiones a nivel familiar”, explica Noriega.
En este sentido, señala que se dificulta “la convivencia con la pareja, con los hijos, con el entorno laboral” y “todas las relaciones que uno tenga”. “Porque cuando uno está mal se aísla, no quiere juntarse con los amigos, no quiere hacer nada y entonces realmente la vida se pone mucho más triste”, plantea.
Pero el contexto de crisis no solo exacerba los cuadros de personas que ya padecen de problemas mentales, sino que puede afectar psíquicamente al resto de la sociedad. “En mayor o menor medida nos afecta a todos”, afirma Noriega.
Pese a tratarse de un tema muy delicado, el sistema de salud limita el acceso a los profesionales y tratamientos. El psiquiatra comenta que “la crisis ha impactado sobre la capacidad de las personas para pagar a las obras sociales y estas obviamente también han restringido los servicios que dan”.
“Las coberturas se hacen más escuetas -añade- y los pacientes que necesitan acceder a determinados servicios como, por ejemplo, la internación en un caso grave, como lo es un intento de suicidio o el consumo de sustancias. Por ahí no lo pueden hacer por falta de cobertura. Entonces, por más de que nosotros veamos una gran necesidad, después no hay una demanda justamente por la crisis económica y porque las personas no pueden hacer frente a los gastos que tienen que ver con la salud; ya sea para pagar una internación, el coseguro, o la medicación”. “Estamos hablando de un tratamiento psiquiátrico medio, que muchas veces la familia no tiene para afrontar o tiene que optar entre comer o tomar la medicación”.
Esto sin contar que, en muchas ocasiones, los pacientes que muchas veces no están en condiciones de trabajar. “Es toda una serie de factores que influyen negativamente en el mantenimiento de la salud, porque su misma patología no los deja trabajar y los familiares tratan de ayudar, pero cada vez están más limitados por la situación económica-financiera que estamos pasando”, indica.
Noriega explicaba que en todos los casos es importante buscar ayuda profesional para evitar problemas a futuro. Pues, en casos graves podrían detonar en decisiones irreversible. Observa que “muchas de estas patologías terminan en la sensación de que la persona no quiere seguir viviendo. Se sienten tan mal, tan tristes, tan nerviosos, tan tensionados, que en algún momento empiezan a pensar que lo mejor es no seguir”.
“Sienten que son una carga para la familia, que no pueden salir adelante por sí mismos y que son menos valiosos. Estamos hablando de gente que piensa en el suicidio, que sería como lo más grave, como un paciente en terapia intensiva, que se discute entre la vida y la muerte”, reflexiona.
Al margen de la atención en psiquiatría y psicología, destaca la contención del entorno en particular de la sociedad en general. “Tenemos que pensar en cómo fomentamos el bienestar de la comunidad, no solamente a través de los servicios de salud mental, de la psiquiatría, de la psicología, del trabajo social… sino cómo nos cuidamos como sociedad para tener ambientes más saludables, en donde todos podemos hacer algo para contener a la persona”, indica.
Recuerda que quienes manifiestan un desinterés por su vida “no es que no quieran seguir viviendo, sino que justamente no aguantan la desesperación, el dolor, la sensación de impotencia que les genera su malestar… entonces empiezan a pensar en el suicidio”. También remarca que ese cuadro no siempre es evidente y quizás en el entorno del paciente no se dan cuenta de lo que ocurre.
Por eso, el profesional ponía énfasis en las acciones de cada uno. “Nosotros como sociedad tenemos que ajustar un poco nuestra capacidad para detectar cuando alguien no está bien y poder ayudarlo, aunque sea acercándonos y escuchando. Saber qué es lo que tiene para decir, qué es esto raro que pasa. Muchas veces uno dice: “no me ha dicho nada, no me ha dicho que se quiere matar o que está triste”. “Pero sí vemos que ha cambiado la actitud, que ya no es la misma de antes, que se aísla, que ya no habla en el grupo… por ahí estaría bueno que alguien del grupo trate de juntarse a solas para ganarse la confianza de esa persona, como para que le cuente lo que pasa”, consideraba. Toda esa información resulta “muy valiosa”, según el médico, ya que permitirá actuar para evitar que esa persona siga sintiéndose mal.
En las últimas semanas, la noticia del cierre del hospital de salud mental Laura Bonaparte hizo sonar las alarmas en toda la sociedad argentina. Tras una medida de fuerza de los trabajadores y manifestaciones junto a las familias que se atienden en el centro de salud, el Gobierno dio marcha atrás con la decisión.
Al respecto, el Dr. Gastón Noriega, comenta: “Siempre que se cierra una institución de salud mental, estamos perdiendo como sociedad”. Y menciona que las estadísticas muestran que “por cada dólar que uno invierte en salud mental recupera seis, solamente por -prevenir- el ausentismo laboral. Con la cobertura en salud mental, a través de los hospitales, de las obras sociales, las campañas que se puedan hacer para prevenir el consumo de drogas y otras acciones, se ahorra seis dólares. Entonces, no es gastar en salud mental, es una inversión y una inversión bastante buena”, destacaba.
No obstante, el médico considera que es posible “eficientizar el gasto”, de modo que las instituciones sigan en pie. “Tenemos que medir cómo utilizamos los recursos, porque muchas veces hay mucho personal en un sector con menores obligaciones y en otro, que está lleno de pacientes y con un montón de necesidades, no está igualmente abastecido. Entonces creo que esto lleva a una disfunción mucho más grande, pero que tiene que ver con la eficiencia”, plantea.