El 10 de diciembre de 2024 marca un hito significativo en la historia política de Argentina. En esta fecha se conmemora un nuevo aniversario de la restauración democrática en 1983, pero este 10 de diciembre tiene un sabor particular. Es el primero desde que Javier Milei asumió la presidencia del país, tras un año de intensos debates, promesas de cambio y una polarización sin precedentes.
Con el gobierno de Milei, la Argentina se enfrenta a una transición que ha alterado las expectativas y los paradigmas establecidos en décadas de política tradicional.
En este contexto, el aniversario de la democracia cobra una relevancia nueva: por un lado, la celebración de la estabilidad política; por otro, la tensión sobre los rumbos que podría tomar el país bajo una administración tan distinta a las anteriores.
El primer año del gobierno de Javier Milei ha sido, sin lugar a dudas, un año de cambios radicales.
Con un discurso que ha desafiado las normas de la política convencional, el presidente ha seguido fielmente sus promesas de reducir el gasto público, bajar impuestos y llevar a cabo reformas estructurales que, según él, son necesarias para reactivar la economía del país.
Su enfoque en una economía de mercado más libre ha sido uno de los pilares de su campaña, y su mandato comenzó con decisiones que reflejaban esa visión.
Entre las medidas más destacadas se encuentran la reducción o directamente en muchos casos la eliminación de subsidios a sectores estratégicos, la reestructuración de la deuda interna y la firme postura frente a la inflación.
Estas políticas, aunque aplaudidas por muchos en su sector, también han sido objeto de duras críticas por parte de aquellos que temen que los ajustes económicos afecten aún más a los sectores más vulnerables de la sociedad.
Sin embargo, lo que no se puede negar es que la presidencia de Milei ha desafiado el statu quo y ha puesto en cuestión las prácticas políticas tradicionales.
Largos años de desencuentros y fracasos, de pérdida del poder adquisitivo de la ciudadanía, de un estancamiento de la economía formal, del incremento de una economía informal que termina siendo algo de mera subsistencia, con un aumento indiscriminado de la deuda, tanto externa como interna, como también la crisis del sistema jubilatorio y el aumento cada vez más exponencial de los índices de pobreza e indigencia, todo ese combo eclosionó en la llegada de un outsider como lo es Milei.
En un país donde los cambios de gobierno solían venir con promesas de "unidad nacional" y "consensos", el estilo confrontativo y directo de Milei ha sido una novedad.
Su postura sobre temas como la reforma laboral, la autonomía del Banco Central y la relación con organismos internacionales ha dejado claro que la administración actual tiene la voluntad de ir más allá de los acuerdos tradicionales, impulsando un cambio drástico que, para algunos, representa una verdadera oportunidad, pero para otros, una amenaza a la estabilidad social.
En este primer aniversario de la asunción de Milei, el 10 de diciembre no solo es una fecha para recordar la vuelta a la democracia, sino también para reflexionar sobre la salud misma de la democracia argentina.
A lo largo de este primer año de gobierno, el presidente ha dejado claro que, en su visión, la democracia debe estar basada en la eficiencia, la libertad económica y la reducción del tamaño del Estado.
Achicar el Estado para hacerlo más eficiente y que de ello se mejore la calidad de vida de los ciudadanos en aquellos sectores donde es necesaria la presencia del Estado, fundamentalmente, la seguridad, la educación y la salud, si bien algunas medidas son cuestionadas como la eliminación del 100 % de los descuentos para la compra de medicamentos por los jubilados.
Pero el modelo que Milei propone también ha traído consigo un cuestionamiento sobre el futuro de las instituciones democráticas.
Es sabido que el presidente lo primero que adopto como medida legal fue un decreto de necesidad y urgencia que no logró pasar el tamiz del Congreso, pero también de la justicia en grandes apartados, lo cual lo obligó a dar un par de pasos hacia atrás y consensuar a regañadientes y con el apoyo del PRO y algunos peronistas, sacar algunas leyes puntuales.
Pero obviamente, la relación entre el Ejecutivo y el Legislativo ha sido tensa y lo sigue siendo, los enfrentamientos con la oposición han aumentado, al punto que no se llega a conformar un acuerdo en el dictado del presupuesto, la famosa ley de leyes, con lo cual todo gobierno debe contar para llevar adelante su plan de acción.
A esto se suman las polémicas alrededor de las medidas de control y la retórica del "antipopulismo", que muchos interpretan como una estrategia para debilitar a los partidos tradicionales, fundamentalmente el kirchnerismo y los llamados barones del conurbano y los caciques del interior, léase los gobernadores, y de ello consolidar el poder en un solo sector.
Lo cierto es que, más allá de las controversias, el gobierno de Milei representa un capítulo importante en la evolución democrática de Argentina, porque habla de la oxigenación de las instituciones, habla de alternancia.
En un país que ha vivido varios ciclos de crisis económicas y políticas, las elecciones que llevaron a Milei al poder son una muestra de cómo la democracia argentina sigue siendo el principal mecanismo de resolución de disputas y aspiraciones políticas.
Es un reflejo del compromiso de la ciudadanía con el proceso democrático, aun cuando las diferencias sean profundas y las expectativas sean, muchas veces, contradictorias.
A medida que Argentina entra en su segundo año de gobierno bajo Milei, el país enfrenta desafíos enormes.
Si bien la economía sigue siendo el tema central y la clave de su mandato, las decisiones que se tomen en los próximos meses serán cruciales para definir si las promesas de crecimiento y estabilidad se materializan o si las políticas de ajuste generan una crisis social de proporciones aún mayores, en ese marco, quedó como una mancha oscura el fracaso del proyecto de ley de “Ficha Limpia”, que permita presumir la existencia de un acuerdo tras bambalinas entre el kirchnerismo y el gobierno
La pregunta será ¿por qué? Quieren garantizar la aprobación del pliego de los jueces de la Corte o alguna ley puntual como podría ser la privatización de alguna empresa del Estado, vaya uno a saber.
Pero más allá de las tensiones económicas, hay algo que no puede pasarse por alto: la democracia argentina sigue de pie.
A pesar de las adversidades y las críticas, las instituciones del país continúan funcionando y, aunque la polarización sea evidente, el espacio para el debate político está más vivo que nunca.
No existen dudas, la democracia es imperfecta, como cualquier sistema humano, pero sigue siendo el marco en el que se dirimen las diferencias y se construye el futuro.
Este 10 de diciembre, mientras recordamos un nuevo año de democracia, también es el momento de reflexionar sobre el camino que se ha recorrido y el que aún falta por andar.
La democracia argentina, con todo su bagaje histórico y sus desafíos, sigue siendo el pilar fundamental sobre el cual se asientan las esperanzas de progreso y el anhelo de un futuro mejor. Y mientras Javier Milei continúa con su agenda de reformas, la pregunta sigue siendo la misma: ¿será capaz de liderar un país hacia una nueva etapa de prosperidad, o el camino estará plagado de sacrificios difíciles de asumir por una ciudadanía cansada de promesas incumplidas?
El 10 de diciembre, entonces, no es solo un aniversario de la democracia, sino también una oportunidad para reflexionar sobre el verdadero significado de ese concepto en tiempos de cambio y transformación. La democracia, más que nunca, está en el centro de la discusión.
Julio César Coronel