Un 29 de septiembre de 1547, en Alcalá de Henares, nació Miguel de Cervantes Saavedra, el tipo que, sin quererlo (o sí), escribiría el primer best seller de la historia en castellano, y que más de 400 años después seguiría dando letra a profesores de literatura, memes de internet y filósofos de bar.
Antes de ser el "padre de la novela moderna", Cervantes tuvo una vida digna de… bueno, de una novela. Y no una de esas rosas donde todo sale bien. No. La suya fue más del estilo “realismo siglo XVI con cuotas altas de deuda, cárcel, guerra y apenas algo de reconocimiento en vida”.
Digamos que la pasó como Don Quijote: con muchos sueños y pocos sponsors.
En 1571, Cervantes se embarcó, literalmente, en la famosa Batalla de Lepanto, enfrentándose a los turcos otomanos con más valentía que sentido de auto preservación.
Allí recibió un par de disparos que le dejaron inútil la mano izquierda. Resultado: el glorioso apodo de "El manco de Lepanto", que suena heroico, pero seguro a él no le causaba mucha gracia cada vez que intentaba escribir y tenía que lidiar con una sola mano.
Igual, ironía del destino, con una mano hizo más que muchos con diez dedos y un teclado mecánico.
En 1605, ya bastante curtido por la vida, publica El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, y con eso inventa medio género narrativo moderno. ¿La trama? Un tipo grande, medio chiflado por leer novelas de caballería, decide salir a arreglar el mundo montado en un caballo flaco y con una armadura oxidada. Y ahí va, confundiendo molinos con gigantes y pensiones con castillos.
Don Quijote fue un éxito... moderado. No le solucionó las deudas, pero al menos le dio algo de fama. El problema es que, como suele pasar, otros empezaron a escribir secuelas truchas.
Cervantes, indignado como cualquier autor al que le piratean la obra, se apuró a sacar la segunda parte en 1615. Spoiler: el Quijote muere. Tal vez fue su forma de decir: “Acá se termina, muchachos”.
Cervantes murió el 23 de abril de 1616 en Madrid, pero no se pongan muy sentimentales: Shakespeare también murió un 23 de abril... aunque no el mismo día.
Cosas del calendario gregoriano versus el juliano. De todas formas, la UNESCO decidió que ese día es el Día del Libro. Buena jugada del marketing cultural.
Murió pobre, olvidado por muchos y homenajeado por pocos. Pero si hay algo que Cervantes supo dejar claro es que el delirio, cuando está bien escrito, puede cambiar la historia de la literatura. Y que, a veces, una mano alcanza.