Cuando los astrobiólogos imaginaban el mejor de los futuros, soñaban con una buena lista de exoplanetas candidatos a albergar vida, y con una batería de instrumentos que permitieran estudiar la composición de sus atmósferas, con la idea de encontrar algún biomarcador que despertase el optimismo. Jamás pensaron en observar formas de vida extraterrestre evolucionando sobre el planeta. Después de todo, ni siquiera nuestros satélites son capaces de observar algo así en la Tierra, un planeta en el que sabemos a ciencia cierta que la vida bulle en millones de formas diferentes.

Sin embargo esa idea, la de que la vida terrestre no puede ser divisada directamente a golpe de cámara o telescopio, desde las altas órbitas espaciales en las que evoluciona el enjambre de satélites artificiales que hemos construido, acaba de mostrarse errónea. Con la ayuda de una nueva generación de sensores, los científicos de la NOAA (agencia estadounidense que estudia la atmósfera y océanos terrestres) acaban de fotografiar enormes manchas de vida en nuestro planeta azul.

Los extraños brillos del océano han fascinado a los navegantes desde tiempos inmemoriales. Griegos y romanos conocían algunas criaturas marinas capaces de emitir luz, y también habían sido testigos de mareas luminosas, aunque no pudieran explicar su naturaleza. Las criaturas bioluminiscentes que las provocan, también llamaron la atención del mismísimo Charles Darwin, cuando navegaba en el Beagle por las costas de Sudamérica.

Lo que no sabía ni Darwin, ni los antiguos navegantes mediterráneos era que la bioluminiscencia puede llegar a ser tan intensa y tan masiva, como para poder ser observada desde el espacio, a cientos de kilómetros sobre nuestras cabezas. Pero así es, los “tapetes» brillantes, formados por millones de microorganismos que se reúnen en las capas altas del océano, y que cubre grandes extensiones de terreno, ya pueden ser fotografiados, como podéis apreciar en la imagen que abre este texto.

El resultado del trabajo de ocho investigadores de NOAA, que acaba de publicarse en Scientific Reports, menciona cierto parche bioluminiscente situado al sur de Java, en Indonesia, que resultó ocupar un área superior a los 94.000 km2 (equivalente al de la Comunidad Autónoma de Castilla y León).

Cuando el doctor Steven D. Miller (líder del equipo) contempló el parche “tuvo una epifanía”, por citar sus propias palabras. Miller, que es especialistas en observaciones por satélite y trabaja en la Universidad Estatal de Colorado, afirmó que sacar a la luz una maravilla de la naturaleza como esta “captura tu imaginación”.

Tras el hallazgo, el equipo de Miller observó con mayor atención otras imágenes tomadas por un par de satélites de la agencia atmosférica y oceánica entre diciembre de 2012 y marzo de 2021. Así fue como descubrieron que en ese intervalo se habían dado una docena de eventos bioluminiscentes gigantescos, teniendo el más pequeño una área 100 veces superior al de la isla de Manhattan. Por lo que puedo leer, tales reuniones de pequeños organismos oceánicos brillantes, se dan una vez cada ocho meses aproximadamente.

Obviamente, el descubrimiento abre una nueva ventana desde la que estudiar la vida en los océanos. Hasta el momento, las pequeñas criaturas causantes de este fulgor en las aguas han podido esquivar el estudio científico serio, y por tanto se sabe muy poco sobre la composición de estos tapetes, su mecanismo de formación y el papel que juegan dentro del ecosistema marino. Algunos científicos creen que el brillo podría estar formado por bacterias que buscan atraer a los peces para introducirse en su interior y tener acceso a sus “nutritiva” entrañas.

Por lo que puedo leer, el descubrimiento ha sido posible gracias a una nueva generación de sensores, que se estrenaron en dos satélites que NOAA lanzó al espacio en 2011 y 2017. En las noches oscuras, ambos satélites pueden divisar la tenue luz producida por los tapetes bacterianos. Para sorpresa del doctor Miller, estos eventos parecen permanecer durante períodos largos. La gran mancha del sur de Java de 2019, de la que os hablé antes (y cuya imagen abre este artículo) duró al menos 45 días. Esta es una gran noticia, ya que en el futuro se podrá enviar misiones al área afectada para tomar muestras del agua y así aprender más sobre la naturaleza y razones para estas mareas luminosas.

Después de este descubrimiento, quién se atreve a decir que la vida en la Tierra no puede divisarse desde el espacio. ¿Seremos capaces algún día de observar un fenómeno tan hermoso en otro mundo?

 
 
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