Silvia Santillán (44) recuerda con nostalgia cómo su abuela le preparaba té de hierbas para calmar dolencias comunes. De algún modo, ese fue el puntapié inicial para que muchos años después decidiera canalizar  lo que sabe, en un emprendimiento al que llamó “Llamkay”. En su casa, en el poco tiempo que deja la docencia, experimenta con las plantas curativas y sostiene que en la naturaleza está todo lo que se necesita para el cuidado personal.

Tés, jabones, tinturas madre, sahúmos y ungüentos son algunos de los productos que se pueden encontrar en sus redes sociales, todos a base de plantas que se pueden encontrar en el monte santiagueño. No obstante, también elabora artículos a pedido, ya que disfruta de probar nuevas opciones y aprender cada día más. 

Por lo general, cuenta a emprendedora, trabaja con plantas y hierbas autóctonas, de manera que pueda garantizar su disponibilidad. Bien sabe que muchos de esos recursos naturales son desperdiciados y, en ocasiones, eliminados del suelo, por ser considerados simples yuyos. En paralelo, conoce de gente compra las hierbas del monte en la provincia para producir otros productos, cuya comercialización es muy aceptaba en el exterior.

“Llamkay” comenzó hace cinco años atrás, cuando a Silvia le ofrecieron aprender a hacer jabones naturales. En ese momento no se imaginaba que eso iba convertirse en un proyecto a largo plazo, en el que invertir todos sus conocimientos sobre plantas curativas. 

Fue la calidad de sus productos y su didáctica para promoverlos, lo que hizo que los clientes comenzaran a buscarla y a incentivarla a crear su negocio y expandirlo. A la par, contaba con la ayuda de sus hijos que colaboraban con todo lo relacionado a las redes sociales, pilar de ventas esencial en la actualidad.

-¿Cuándo y cómo surge “Llamkay”?

-Yo he empezado hace unos cinco años. Una vecina quería enseñarme a hacer jabones y me engancho con eso. Pero, como mi papá era diabético, a esos jabones le empiezo a agregar las propiedades de la tusca. Comienzo a experimentar después con otras hierbas de Santiago, y después a hacer cursos sobre plantas curativas en internet. 

Ahí he aprendido un montón de cosas y me he empezado a acordar de mi abuela cuando me enseñaba a hacer el té de tusca, de chañar y todas esas cosas que incorporamos desde chicos y a veces dejamos pasar por alto, pero que tienen muchos beneficios.

Al principio, yo hacía y le daba a mis amigos, a mis familiares. 

Lo mismo hacía con los ungüentos hasta que un día, una chica me pregunta si estaba interesada en participar en una feria. El problema es que yo no tenía nada, apenas unas cositas en papel film. Pero me he puesto las pilas, mi hijo me ha creado una portada, etiquetas y las he mandado a imprimir.  Además, he seguido capacitándome.

-¿Qué productos ofreces actualmente?

-Ahora hago jabones, ungüentos, aceites para masajes, con propiedades para las quemaduras, cicatrizantes, óleos, tinturas madres. Voy  incorporando de acuerdo a lo que me piden; busco cómo hacerlo, veo en qué puede ayudar  a la persona a sanar, a cicatrizar y siempre… Siempre les doy tips, porque yo creo que los ungüentos no solamente sirven pare el dolor físico, sino también espiritual. Se pueden masajear en el pecho invocando las creencias de cada uno. Con la naturaleza somos todo lo mismo. 

También hago sahúmos con atados de hierbas, como aguaribay, laurel, oliva… son para quemar, como los sahumerios pero son atados de hierba. 

-Nombrabas a las tinturas madres, ¿Qué son?

-Son para tomar. Diez o quince gotitas equivalen a una taza de Té. En vez de hacerte un té de poleo, te pones las gotitas debajo de la lengua y tiene el mismo efecto. Es una concentración de la hierba, la pongo a macerar, queda dos meses así y después la pongo en un filtro. Son como las hepatalginas de las que venden en las farmacias, pero cada una con sus propiedades. Tengo de lavanda, pasionaria para conciliar el sueño, la de tusca que es para la gastritis, para los dolores reumáticos, la jarilla… 

Hay artículos del Conicet acerca de que los científicos han descubierto muchas propiedades de la jarilla y nosotros tenemos e cantidad en Santiago. Se están llevando toneladas desde el NOA a Europa, donde se están haciendo muchos productos, como jabones, shampoo para la caída del cabello. Mientras aquí se están devastando los montes. Yo hago los jabones de jarilla.

-¿Participas de ferias?

-Sí, todos esos productos llevo cuando me invitan. Antes, yo hacía esto y lo regalaba, bueno hasta el día de hoy a veces regalo, con tal de que prueben el producto… Son muy buenos porque no uso químicos, ni perfume. Lo puede usar toda la familia, embarazadas, niños… No tienen agregados de nada. El perfume que se les siente es el de la hierba y la grasa animal con el que están hechos. 

También me han preguntado si podía hacer jabones veganos y he hecho un par de veces, a base de glicerina. Pero, no me gusta mucho trabajar con eso, porque la glicerina es fuerte; es solo  cuando me piden.

-¿Cómo aprendiste de las combinaciones?

-Más que nada, por lo que he estudiado en la pandemia. He hecho cursos por internet, armo carpetas con las propiedades de las plantas y trato de hacer productos con las hierbas que tenemos aquí. Si me piden con otras plantas, pero  trato de buscar las nuestras. hay mucho para aprender, para hacer. 

Como me he criado con mi abuela, cuando salíamos juntábamos malva, para hacer baños de asiento para la cistitis. De ahí se me ha ocurrido hacer los jabones de malva. También me ha enseñado a hacer el té de chañar. Ahora voy incorporando todo eso a este emprendimiento que tengo, aunque nunca había pensado que iba a tener algo con  mi nombre, nunca me había imaginado eso. 

-¿Qué metas tienes para este proyecto?

-Me gustaría que llegue a más lugares, pero como lo hago yo no más, por ahí me piden en cantidad para revender, y el stock es poco. Lo mio es algo artesanal y si me piden dos docenas de jabones, capaz no llego. Además, no tengo un espacio físico, por eso cuando tengo la posibilidad voy a la feria en el parque Oeste que es el único lugar físico en el que puedo vender.

-El resto es todo por redes sociales…

-Sí. Tengo tres hijos y ellos son los “tecnológicos”. Mi hija es programadora y el varón es diseñador. Trabajan todo el día ahora, pero son los que han dado el puntapié inicial. Mi hija más chica tiene 9 años y es como mi “colita” la que va conmigo a todas partes, a juntar hierbas…

-¿Cómo te definirías como emprendedora?

– Si vamos por el tema económico, material, no sé, pero si vamos por lo de proyectar, de crecer, yo le pongo energía a todo. Soy visionaria ha empezado con nada y después he seguido incorporando cosas. Lo “decreto”, como dicen ahora; y sin darme cuenta se va concretando.

-¿Qué crees que se podría hacer desde el Estado para colaborar con los emprendedores?

-Los emprendedores muchas veces estamos desamparados, si nos convocan a ferias tenemos que esperar. Cuando nos convocan desde la municipalidad, ellos nos dan todo; los manteles, tablones, todo. Lo que pasa es que yo a veces no tengo medio de transporte como para ir, así que cuando hacen ferias en lugares más alejados termino diciendo que no. Me manejo en colectivo y no puedo andar trasladando las cosas. Sería bueno que si hacen ferias sea algo más comunitario para que convoquen a emprendedores, feriantes.

 En mi caso yo soy docente y tengo mi sueldo, pero hay otras personas que solamente trabajan en esto y estaría bueno que reciban una ayuda porque los gastos, los insumos cuestan ahora el triple de lo que costaban antes. Yo, por ahí junto plata, voy y compro para mi emprendimiento, pero no puedo decir que vivo de esto; a veces saco de mi sueldo para los insumos.

-¿Cómo se hace en la actualidad para sostener un proyecto de este tipo, en medio de la crisis económica? 

-Está muy difícil todo. Yo trato de hacer una compra a fin de mes, una vez que cobro mi sueldo. Hace poco he comprado los plásticos que necesito y ahora ya han aumentado. El problema es que no tengo todos los meses para comprar todo. No sé qué va a pasar después, de aquí a dos meses. Eso te bajonea un poco porque te lleva tiempo y no sabes si vas a poder seguir.

Sé de emprendedores que, para poder vender sus productos han juntado plata entre varios para poder pagar un alquiler, y la verdad es que no está la situación como para alquilar. Yo me manejo por las redes y si la persona vive cerca le llevo los productos o le alcanzo caminando.

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