A los 14 años, Antonella Palazzi se anotó en un gimnasio y empezó a cambiar de hábitos alimentarios. Esto la llevó a aprender a cocinar y ensayar recetas de comidas y postres saludables, como los que no se consumían disciplinadamente en su casa. Dos años después ya tenía los trucos necesarios para dejar de lado las harinas refinadas, las grasas y azucares, lo que le permitió dar los primeros pasos para “SpotFit”.

Este emprendimiento de repostería 100% fitness, con opciones para celíacos y diabéticos surgió con la meta de generar ingresos, pero también un proyecto personal del cual disfrutar en cada etapa. Paso a paso, con ayuda de la familia y su pareja, la joven instaló una suerte de taller donde trabajar todos los días, tanto en la elaboración de sus productos, como en la promoción y venta.

A los 23 años, esta emprendedora, actualmente radicada en el barrio Santa Clara (La Banda) asegura que le va muy bien en el negocio y que sueña con abrir su propio bar para dedicarse de lleno a la repostería.

“Anto”, dice que heredó el fanatismo y la habilidad por la gastronomía de su abuela y su madre, con quienes compartió tantas horas en la cocina. “Era imposible que yo no lo haga”, comentaba la joven en diálogo con La Columna. En la siguiente entrevista, repasa los inicios de este gran proyecto; cómo logra sostenerlo, pese a la incertidumbre económica y lo fundamental que resulta el apoyo de su familia, su pareja y la confianza en sí misma contra todo pronóstico.

-¿Cómo surge “SpotFit”?

-Yo he empezado el gimnasio a los 14 años, pero en ese momento no era una moda como ahora esto de cuidarse, ir al gimnasio, alimentarse sanamente. Yo tenía que empezar a aprender a cocinar para cuidarme, para cambiar mi alimentación porque en mi familia nadie lo hacía. Pero ahora todos van al gimnasio,  todos comen sano, porque es como que yo les he incorporado eso.

A mis 16 años ya pasaba mucho tiempo en la cocina porque intentaba mil veces hacer mis budines, muffins y al principio no me salían. Practicaba mucho hasta que me ha empezado a salir todo tan rico y tan sano que ya quería vender. Yo le decía a mi mamá “yo quiero vender esto” y ella quería que estudie una carrera. No no le daban mucha importancia porque era muy chica, estaba en la Secundaria. Yo había entrado en la modalidad de Arte y Diseño porque quería estudiar Arquitectura, pero después lo descarto porque quería estudiar Criminalística. Pero, la carrera estaba solo en la Universidad Siglo XXI y no me la podían pagar. Así que tenía que buscar una carrera en la Universidad pública y no me gustaba nada, me sentía como perdida y volvía a pensar en vender mis cositas. 

A mí me gustaba la cocina porque siempre la he visto cocinar a mi mamá, a mi abuela; o sea, todas las generaciones de mujeres de familia, cocinan, así que era imposible que yo no lo haga. Mi mamá, los fines de semana hacía tartas, pasta frolas, lemon pie y yo la ayudaba. Pero, después de la Secundaria es como que no sabía muy bien qué hacer, qué estudiar.

-Y ahí decides empezar con la venta…

-Yo conozco a mi novio cuando estaba trabajando en comercio, en un local de ropa. Él ya es profesional, es abogado, tiene su supermercado también… Y él me orientaba a ser una mujer de valor, a tener mis cositas. Y como su padre tiene una galería en La Banda, me pone un local de comida rápida. Esto era para empezar, porque atrás de esa galería íbamos a hacer un bar. Más que nada, este local de comida era para empezar a traccionar, a generar un flujo de dinero para ir ahorrando y poner el bar. Pero ese momento nunca llegó. Yo tenía seis meses trabajando en la panchería y sentía que nunca íbamos a llegar a hacer el bar, porque él estaba enfocado en su otro trabajo.

En las últimas vacaciones nos vamos a Brasil y me pongo a pensar qué voy a hacer, si voy a seguir con eso y digo “no”. No voy a seguir, porque no es lo mío. Yo no me encuentro, no lo disfruto y es feo cuando tienes que ir a cumplir horario. Además, yo estaba sola ahí, era la que vendía, limpiaba, cobraba… Así que dejo y decido empezar con lo mío que era la repostería fitness.

-¿Cómo aprendiste a cocinar saludable si en tu casa no lo hacían? 

-Como cocino desde los 16, sola iba sustituyendo ingredientes. Veía recetas tradicionales y las iba modificando. Por ejemplo, en las que se usaba harina blanca, yo reemplazaba por harina 100% integral; en las que usaba azúcar en sobre, yo reemplazaba con Stevia en sobre o sea. Iba modificando hasta que me las sabía de memoria y una vez que les había agarrado la mano ya ni miraba las recetas, inventaba, agregaba ponía frutas a las preparaciones y con eso le daba más humedad a la masa. Como yo no uso aceite, porque me parece malísimo, uso una fruta, una banana madura, una pera y sale súper suavecito. Era buscar lo que tenía en casa y salía espectacular.

El año pasado había comprado una caja de mercadería, de harinas para celíacos, avena integral… como tenía esas cosas he arrancado con eso. Me faltaba equipar mi cocina, pero el 8 de marzo, el Día de la Mujer empiezo a vender.

Lo bueno es que, como tengo muchos seguidores en Instagram, me he hecho de mi clientela muy rápido. Y como yo hacía publicidad, la gente ya se enteraba del emprendimiento, me seguía… Así que el primer día he vendido todo. Obviamente, también tenía precios muy bajos, como para que me conozcan. 

-¿Con qué productos comenzaste?

-Lo primero que he hecho son budines, muffins y cookies. Tenía variedades de avena, “keto”, integrales, para celíacos, con frutas, chips de chocolate…

-¿Había gente interesada en consumir este tipo de productos?

-Sí, porque eran sin azúcar y la gente se ha empezado a cuidar. Antes no era así, no había consciencia, así que siempre tenía pedidos. Desde ahí que no he parado y lo disfruto. Para mí es tan lindo llegar a mi cocina, poner música y concentrarme en lo mío y a la vez bailar, disfrutar de lo que hago. Me sale todo rápido y bien. Por eso sé que este es mi camino. Nunca he dudado de mí.

-¿Cómo definiste a tu público?

-Yo siempre veía gente en el gimnasio que recién empezaba y no sabía bien cómo cuidarse, cómo cambiar la alimentación. Yo nunca he ido a un nutricionista, pero sola iba averiguando, estudiando sobre los nutrientes, proteínas, carbohidratos. Por ejemplo, a mis budines, yo sé cuántos hidratos les pongo, sé las proteínas y las calorías que lleva.

Entonces, hay gente que va a un nutricionista y vuelve con un plan nutricional y me dice “mirá, me recomiendan que coma un budín sin hidratos, con tres gramos de grasa por porción”. Yo sé que las grasas buenas son las nueces, las almendras, los frutos secos… entonces, en bases a esa información yo hago el budín y le explico que lo puede consumir tranquilamente. Es más, si come la mitad del budín, es súper liviano y no tiene hidratos. Es mucho estudio durante muchos años. Igual, nunca he querido estudiar Nutrición (carrera) porque odio la química.

Otra cosa que se ha ido sumando y que antes no se veía tanto es la demanda de productos para celíacos, para diabéticos. También he hecho productos para veganos que son cosas todavía más delicadas porque no se puede usar nada de origen animal.

-¿Cómo hace para sostener el emprendimiento en estos tiempos de incertidumbre económica?

-La verdad que es difícil. Este año, por ejemplo he decidido no trabajar con proveedores grandes de buenos Aires porque me convenía. Ahora ya no porque me cobran por pesaje, por kilo y se ha desvirtuado eso, así que me manejo con un proveedor de aquí. Aun así es complicado, porque cada dos semanas que voy a hacer la compra, me suben los precios.

Entonces, es muy complicado mantener los precios, cuidar a los clientes… a veces prefiero perder para que no se vaya la gente, porque los productos saludables cuestan, la gente que se  cuida lo sabe. Y, obviamente llega un momento en que sobre pasa la situación, tienes que amoldarte y subir los precios levemente para que no impacte tanto, pero es complicado. Yo, de todas maneras, cuando ya no puedo sujetar más, aviso a los clientes.

-¿Cómo te definirías como emprendedora?

-Yo soy muy soñadora y siempre sueño en grande. Me imagino, lo visualizo y sé que lo voy a concretar. Soy constante, muy disciplinada, cuando quiero algo, voy a eso; no me distraigo con nada. En 2024, mi meta es mi negocio, voy a eso. 

-¿Qué ventajas tiene esto de llevar adelante un negocio personal?

-Creo que lo mejor de ser emprendedor es manejar tu tiempo. A veces, uno se levanta enfermo, mal, o simplemente no tiene ganas y quiere descansar. Eso también es saludable. Pero, por lo general trabajo todos los días, sin un horario fijo. 

Vivo en La Banda y vengo a Santiago junto con mi novio todos los días y puedo arrancar a la hora que yo quiera. Desde ahí trabajo sin parar cuatro o cinco horas en la cocina y vendo durante todo el día; mi mamá también me ayuda en eso. Esa es mi rutina.

-¿Vos llevas los productos o trabajas con cadete?

-Sí, trabajo con un cadete que me hace todos los envíos a Santiago y La Banda.

-¿Qué consideras que se puede hacer desde el Estado para ayudar a los emprendedores?

-Yo he averiguado y realmente no es fácil acceder a un crédito. Me encantaría que me provean de máquinas, que se las pueda pagar a largo plazo. Se debería ayudar a los emprendedores, a los que queremos tener nuestras empresas y dar fuentes de trabajo, pero no es fácil y muchas veces, uno tiene que ver por cuenta propia todas esas cuestiones. 

-¿Qué metas tienes para este proyecto?

-Yo sueño con abrir mi negocio, mi local. Sé que algún día lo voy a hacer. Me gustaría tener una cafetería, bar, donde se sirvan desayunos y meriendas tradicionales y saludables. Creo que ahí es importante tener las dos cosas.

Además, estoy estudiando Gastronomía, Alta Cocina, simplemente porque, el día de mañana, cuando tenga el bar, quiero ofrecer buenos platos, ser detallista.

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