Desde hace varias semanas, el estado de ánimo en gran parte de Estados Unidos era de inmensa alegría. Los casos, las hospitalizaciones y las muertes debido al coronavirus han caído de manera considerable desde que alcanzaron su máximo, y todos los días se están vacunando a millones de personas. Los restaurantes, las tiendas y las escuelas han reabierto. Algunos estados, como Texas y Florida, han dejado de lado todas las precauciones.

Según ciertos estándares medibles, los estadounidenses le están ganando la guerra al coronavirus. Las vacunas potentes y la aplicación veloz de estas prácticamente garantizan un regreso a la normalidad: a las parrilladas con amigos, los campamentos de verano y las pijamadas.

Pero cada vez queda más claro que los siguientes meses serán dolorosos. Se están propagando algunos virus que se consideran variantes, con mutaciones que hacen que el coronavirus sea más contagioso y, en algunos casos, más mortífero.

Incluso mientras autorizaban las vacunas el año pasado, dejando ver la luz al final de la pandemia, variantes asolaban el Reino Unido, Sudáfrica y Brasil. No han dejado de surgir nuevas variantes: una semana en California y a la otra en Nueva York y Oregon. Conforme se arraigan, estas nuevas versiones del coronavirus amenazan con aplazar el final de la pandemia.

Por el momento, la mayoría de las vacunas parecen ser eficaces en contra de las variantes. Pero las autoridades de salud pública están muy preocupadas de que las iteraciones futuras del virus puedan ser más resistentes a la respuesta inmunitaria, por lo que quizá obliguen a los estadounidenses a hacer fila para recibir refuerzos de manera regular o incluso vacunas nuevas.

“La evolución no está de nuestro lado”, afirmó Devi Sridhar, profesora de salud pública de la Universidad de Edimburgo en Escocia. “Parece que este patógeno siempre está cambiando de una manera que nos dificulta suprimirlo”.

Las autoridades de salud reconocen la necesidad apremiante de seguirle el rastro a estos nuevos virus en su recorrido por Estados Unidos. De hecho, la variante, B.1.1.7, que es sumamente contagiosa, arrasó en el Reino Unido, ahora causa estragos en Europa continental, y está creciendo de manera exponencial en Estados Unidos.

Un conjunto de pruebas genéticas reducidas ha identificado más de 12.500 casos, muchos de ellos en Florida y Míchigan. Hasta el 13 de marzo, dicha variante representaba alrededor del 27 por ciento de los casos nuevos en todo el país, frente al uno por ciento de principios de febrero.

El gobierno de Biden ha prometido un “pago inicial” de 200 millones de dólares para incrementar la vigilancia, una inyección de dinero con la cual se espera que sea posible analizar muestras de 25.000 pacientes cada semana para estudiar las variantes. Es una meta ambiciosa: en diciembre, el país secuenciaba solo unos cientos de muestras a la semana, y a partir del 27 de marzo aumentó a unas 9000 por semana.

Hasta hace poco, la escalada de la variante B.1.1.7 había pasado desapercibida debido a que las tasas de infección en general disminuían, y una falsa sensación de seguridad engañó a los estadounidenses; entonces, se relajaron las restricciones de manera prematura, a decir de los investigadores.

“La mejor manera de pensar en la B.1.1.7 y otras variantes es considerarlas pandemias independientes”, opinó Sebastian Funk, profesor de dinámicas de enfermedades infecciosas en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. “En realidad estamos obstaculizando nuestra visibilidad al juntarlas todas para dar un número total de casos”.
Más contagioso durante más días

Se suponía que el coronavirus tardaría más en mutar. Como todos los virus, presentaría mutaciones y evolucionaría, dando lugar a miles de variantes, según explicaron los científicos al inicio de la pandemia. Pero pasarían años antes de que cambiara de manera significativa, algunos incluso dijeron que era un virus estúpido.

El patógeno desafió esas predicciones. “Sí esperábamos que el virus cambiara, pero no anticipamos la rapidez con la que sucedió”, comentó Michael Diamond, inmunólogo viral de la Universidad Washington en San Luis, Misuri.

Una variante solo se vuelve de interés general si es más contagiosa que el virus original, causa una enfermedad más grave u obstaculiza la respuesta inmunitaria. Las variantes identificadas en el Reino Unido, Sudáfrica y Brasil cumplen con esos criterios.

La variante B.1.1.7, la primera en llamar la atención de forma generalizada, es aproximadamente un 60 por ciento más contagiosa y un 67 más letal que la forma original del virus, según las estimaciones más recientes.

La variante no difiere del original en cómo se propaga, pero las personas infectadas al parecer tienen mayor carga viral y durante más tiempo, sostuvo Katrina Lythgoe, bióloga evolutiva de la Universidad de Oxford. “Eres más contagioso durante más días”, dijo.

Tan contagiosa es la variante B.1.1.7 que el Reino Unido logró reducir las infecciones solo después de casi tres meses de confinamiento estricto, además de un programa agresivo de vacunación. Aun así, los casos disminuyeron más lento que en marzo y abril del año pasado, cuando hubo otro confinamiento parecido.
Durante demasiado tiempo las autoridades gubernamentales ignoraron la amenaza. “El aplanamiento de la curva de casos puede disimular el surgimiento de nuevas variantes”, afirmó Carl Pearson, investigador de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. “Y entre más dure ese aplanamiento, peor será el problema”.

En Estados Unidos, las infecciones de coronavirus comenzaron a disminuir rápidamente en enero, lo cual al poco tiempo hizo que muchos líderes estatales reabrieran los negocios y relajaran las restricciones. Pero una y otra vez los científicos advirtieron que el descenso de infecciones sería breve. A mediados de marzo, después de que la tasa cayó a unos 55.000 casos y 1500 muertes al día, algunos estados —sobre todo Míchigan— empezaron a ver un repunte.

Desde entonces, las cifras en Estados Unidos no han dejado de aumentar. Hasta el sábado, el recuento diario era de casi 69.000, y la media semanal era un 19 por ciento superior a la cifra de dos semanas antes.

La variante es especialmente dominante en Florida, un estado que no vio un aumento de casos al momento de relajar las restricciones. Otros estados se basaron en esto para justificar su reapertura. Pero ahora la tasa de infecciones de Florida está al alza.

Es probable que la variante solo haya pasado desapercibida gracias a lo que los científicos llaman estacionalidad. Durante la primavera, las infecciones respiratorias no son muy comunes en Florida, puntualizó Sarah Cobey, bióloga evolutiva de la Universidad de Chicago. El año pasado, en Florida, las infecciones por coronavirus alcanzaron su punto álgido en el verano, ya que el calor hizo que la gente prefiriera estar en interiores, y es posible que vuelva a ocurrir.

“Sigo sin creer que estemos fuera de peligro”, expresó Cobey sobre el país en general. “Si esta primavera no tenemos otra ola, entonces voy a estar muy muy preocupada por el otoño”.

Aunque la mayoría de las vacunas son eficaces contra la B.1.1.7, los investigadores están cada vez más preocupados por otras variantes que contienen una mutación llamada E484K. (Los científicos la llaman “Eek”, que en español se pronuncia “ik”).

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