Cuatro años atrás, Karina González decidió acompañar a su hija a un curso de repostería. Quería que aprendiera el oficio para vender masas y tortas, con el fin de solventar los gastos de sus estudios. Sin embargo, quien “se prendió” con la capacitación no fue la joven.

Poco antes de la pandemia del Covid-19, esta vecina del barrio Siglo XX se lanzó a la aventura de elaborar productos dulces y ofrecerlos a conocidos y a través de las redes. Por entonces, trabajaba en un conocido bar del centro.

Cuando los horarios le permitían, Karina se dedicaba de lleno a preparar los pedidos que tenía. Llegó la pandemia y pese a las restricciones sanitarias, logró sostener ese emprendimiento.

Las cosas se pusieron más difíciles para ella a nivel económico, porque  perdió su trabajo en relación de dependencia. Desde entonces se abocó de lleno a la actividad de repostera y no le va nada mal.

Karina tiene 53 años y dice que a esa edad es complejo encontrar un trabajo. Sin embargo, gracias a su proyecto “Dulces & Salados”, tiene todas las herramientas para salir adelante sin el “aprieto” de trabajar fuera de casa.

-¿Cuándo y cómo arranca esto?

-Yo he empezado antes de la pandemia. Había comenzado a hacer un curso de repostería con mi hija. Ella estudiaba en esa época y quería que tenga un ingreso para sus gastos, pero que sea sin compromiso de horarios para que pueda seguir estudiando.

Así que empezamos las dos haciendo curso de repostería y yo me he quedado porque me gustaba.

-¿Era una capacitación presencial o lo hacían desde la casa?

– Era presencial, en el barrio 8 de Abril, donde había un instituto en el que daban clases, así que ahí lo hacíamos.

-Antes, en tu juventud o niñez, ¿te gustaba la gastronomía?

-De cocinar, cocinaba, pero no me he interesaba mucho. Realmente, cuando he empezado a hacer el curso, me ha empezado a gustar. 

-¿Qué productos comenzaste a vender?

-He empezado con alfajores, tartas que era lo primero que he aprendido a hacer. Después hacía tortas, mesas dulces, todo lo que es panadería, cosas saladas,

-¿Qué pasó durante la pandemia?

-Cuando ha empezado la pandemia, cuando se podía hacer algo lo hacía, estaba sin trabajar en esa época. Lo hacía desde casa y la verdad que me ha ayudado mucho. Cuando he vuelto a trabajar –en el bar–, hacía las tortas y meses dulces para los fines de semana porque me pedían para cumpleaños.

Siempre ha sido un ingreso más y me ha ayudado. Ahora estoy sin trabajar hace un mes más o menos y estoy empezando de nuevo. Lo hago más seguido porque es un ingreso, la verdad.

-¿Tienes la ayuda de tu hija?

-Sí ella me ayuda porque por ahí tengo mucho trabajo. Por ejemplo, cuando tengo que hacer mesas dulces o para la feria artesanal (julio), que este es el cuarto año que participamos y necesito tener muchos productos, ahí me da una mano.

-¿Le gusta o es solo por colaborar con vos?

-No, no. Ella se va a recibir de maestra jardinera, le queda una materia; pero sí me ayuda. No arrancaría sola porque no le interesa, pero me da una mano.

-¿Participaste de otras ferias además de esa?

-La verdad que no por el tema de que yo tenía mi otro trabajo y no podía, o solamente me dedicaba los domingos… era difícil. Durante la feria artesanal trabajaba durante el día en el bar y a la noche y madrugada preparábamos los productos para el día siguiente; dormía una hora o dos.

-¿Te sirve para cubrir los gastos permanentes?

-Es un ingreso, sí; más allá de que las cosas han aumentado muchísimo, la verdad. Pero bueno, de a poco estoy arrancando, más concentrada en este tema.

-¿Piensas dedicarte de lleno a tu emprendimiento?

-Y… yo ya tengo 53 años, y es más difícil conseguir otro trabajo. Para la mujer es más complicado encontrar; así que, sigo en esto.

-¿Cuándo empezaste, pensabas que se podía transformar en tu fuente laboral primaria?

-Sí, la verdad que sí, porque pensaba que algún día me iba a quedar sin mi trabajo principal. Así que en casa me he comprado un horno pizzero, de los grandes, un frezer…

 -¿Trabajas por pedidos  tienes stock?

-Por pedido. Al principio sí tenía stock, pero bueno, la verdad es que  a veces no vendía y era un gasto.

-¿También te encargas de las entregas?

-Sí, tengo una moto chiquita en la que llevo lo que me piden o con mi marido llevamos en el auto, si son cosas más grandes, como tortas.

– ¿Qué te gustaría incorporar en este emprendimiento para que crezca?

-He pensado hacer otros cursos de comida saludable. Me gustaría hacer más capacitaciones, la verdad.

-¿Qué crees que se podría hacer desde el Estado para ayudar a los emprendedores.

-Yo creo sí se hacen. Creo que hay cursos… he visto que se hacían capacitaciones y que se podía pedir las los microemprendimientos, pero sí estaría bueno capacitaciones, o sea más específicas.

Ahora tengo a mi mamá enferma, pero sí me gustaría hacer cursos de comida saludable. Ya he visto dónde se lo puede hacer, he averiguado todo.

-¿Te gustaría consolidar este proyecto?

-Sí, ojalá. Me gustaría quedarme a trabajar tranquila en casa. Yo digo que “ya es como que estoy anciana”. Quiero trabajar desde aquí y ofrecer mis productos a través de las redes, o por los pedidos que me hacen conocidos de mis amigos, porque ellos pasan mi contacto.

 

 

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