En los primeros minutos, el conjunto local dejó la sensación de que iban por debajo en el marcador, jugando al borde de la desesperación, buscando un gol a cualquier precio, dejándose arrastrar por la emoción de los hinchas, por la grandeza de la situación, por el vértigo de tenerlo tan cerca.

Entre errores en salida e imprecisiones en zona de tres cuartos llegó la primera ocasión clara en forma de triple disparo. Primero Dimarco, después Mkhitaryan y de nuevo Dimarco se estrellaron con un sólido Stanek, que paró todo lo que pudo.

Se fue soltando el Inter con el paso de los minutos viendo que tenía dominado a un Plzen que no generó peligro. Pero seguía sin llegar el gol y las alarmas, los malos pensamientos y los fantasmas empezaron a asomarse por San Siro. Lo intentó Lautaro con una volea que sacó Hejda con una pierna. También Calhanoglu con un disparo lejano que se estrelló en Dzeko.

Defensivamente estaba todo controlado, el Plzen no generaba peligro. Faltaba lo más importante, y de ello se encargó Mkhitaryan en el minuto 35.

Bastoni, descomunal por el perfil zurdo, sacó un centro preciso tras una buena cabalgada por la banda al que no llegó Dzeko, pero al que acudió al segundo palo libre de marca el armenio para, con la cabeza, desbloquear el partido. Casi se pudo palpar el suspiro general de San Siro y de los jugadores locales. Lo más difícil estaba hecho, merecidamente además.

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