Los miles de haitianos varados en México tras ser deportados esta semana de Estados Unidos “debieron tomar agua del mismo río que cruzaron y en el que vieron morir gente” durante la peligrosa ruta a pie desde Brasil y Chile, en la que además son víctimas de robos, secuestros y violencia sexual, reveló a Télam Matilde Cilley, una argentina que lidera el equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Ciudad Acuña, la localidad fronteriza con Texas donde los migrantes esperan una definición sobre su destino.

Más de 15.000 personas llegaron a juntarse en un campamento improvisado debajo del puente internacional que cruza el río Bravo, algunas de ellas pasaron a territorio estadounidense donde fueron deportados en avión hacia Puerto Príncipe, pese a que hace más de una década no viven en el país caribeño, y otros fueron perseguidos por la policía montada que utilizó las riendas de sus caballos a modo de látigo para amenazarlos.

“En este momento tenemos una concentración de unas mil personas, en condiciones sanitarias y de higiene terribles porque no hay baños ni refugio para todos. La gente está durmiendo en la intemperie y esto se refleja en las consultas médicas porque nos llegan pacientes con infecciones respiratorias, afecciones gastrointestinales y enfermedades de la piel como micosis”, indicó Cilley mientras de fondo se escuchaban los helicópteros y drones que sobrevuelan la zona.

Ciudad Acuña está acostumbrada a ver caravanas de migrantes que buscan pasar la frontera hacia Texas, pero la población que suele llegar no es haitiana sino que proviene del llamado Triángulo Norte que incluye a Honduras, El Salvador y Guatemala, caracterizada por altos niveles de violencia ante la presencia de grupos criminales organizados.

“El perfil migratorio de los que vienen desde Centroamérica suele ser en su mayoría hombres solos, pero en este momento acá hay muchísimas familias con niños y mujeres embarazadas que están sin acceso a servicios de salud como controles prenatales o vacunación, lo que los hace mucho más susceptibles a cualquier enfermedad”, indicó la cirujana de 36 años que nació en la Ciudad de Buenos Aires, hizo su especialización en Bariloche y trabajó para MSF en la República Centroafricana, Congo, Nigeria, Etiopía, Palestina y Yemen.

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