La imagen de la Santa Mama Antula que recorre el mundo actualmente es el trabajo de una santiagueña con vasta experiencia en retratar figuras de la Iglesia Católica.

Una de las imágenes más conocidas de María Antonia de Paz y Figueroa (Mama Antula) es obra de la artista plástica santiagueña Verónica Valeria Ledesma (47). Fue un encargo de la fundación que lleva el nombre la primera santa de Argentina y tiene detalles figurativos realmente valiosos.

Me he convertido en la pintora de los santos”, dice la autora de numerosos retratos que llegaron incluso al Vaticano. Es algo más bien fortuito, ya que su carrera no estaba orientada al arte sacro, ni mucho menos. Sin embargo, los caminos de la vida la llevaron a constituirse en una de las mejores en la provincia.

Todo comenzó cuando trabajaba en colegios privados de la provincia, donde eran frecuentes los pedidos de imágenes para obsequiar. La Sede Administrativa de las Escuelas Diocesanas (SAED) vio en ella el potencial que necesitaba para realizar obras de gran valor, como una cruz que llegó a manos de Benedicto XVI.

Hace unos siete años, la Fundación Mama Antula tomó conocimiento de la calidad de trabajo de Verónica. Y, ante la inminente beatificación (26 de agosto de agosto de 2016), le solicitó un retrato, basado en una imagen que se encontraba en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales.

Recuerda que la premisa de este proyecto era conservar los aspectos generales de la fisonomía, pero resignificando su contexto. Pues se puede apreciar en la imagen que Mama Antula aparece en un paisaje muy autóctono, en el que se destacan la tierra, la salinas, algarrobos.

La pintura emula el atardecer, justo en la “hora de la oración”. Pero además, se incorporan símbolos y signos de la fe santiagueña: Una cruz muy rústica como herramienta de María Antonia para predicar; las manos del artesano que representan a Cristo en toda su humildad y misión de vida; el sol ignaciano en el libro de los Ejercicios Espirituales; el manto desgastado, en señal de entrega y fortaleza y el Manuelito Protector que guiaba su andar.

Según precisó la autora, el cuadro realizado para la Fundación fue expedido al papa Francisco, por intermedio del arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina, monseñor Mario Poli. Actualmente se encuentra en el Vaticano, pues es la efigie oficial con la que se reconoce a la ahora Santa Mama Antula en el mundo.

-¿Cómo empezaste en este camino de retratar a los Santos?

 -Yo trabajo hace mucho tiempo en un Colegio privado, soy docente de artes plásticas y artista plástica; o sea que también me dedico a pintar, exponer… Yo he empezado porque me pedían para regalos, para mandar a Alemania. De la SAED, cuando viajan, siempre llevan un regalito de artesanos. Yo hice muchas obras para las autoridades eclesiásticas y una obra para el Papa Benedicto que era una cruz pintada y también una imagen de Mama Antula.

Después hice esta imagen de Mama Antula (la oficial de la Iglesia), pero trabajando con el contexto. Y no es que me dedique al Arte Sacro, peor siempre me han solicitado este estilo de trabajos.

-¿Cómo surge la idea de hacer la imagen de Mama Antula que hoy conocemos?

-Desde la Fundación me encargaron una Mama Antula, pero “santiagueña”. Entonces, yo he empezado a indagar qué elementos podía incluir. Porque la Mama Antula que estaba en la Santa Casa, donde ella vivía, había un techo nada más. La idea era ponerla en el campo de Santiago del Estero que se entienda que es de esta provincia y que, cuando la gente vea, sienta eso.

Capaz en foto no se puede apreciar, pero -en directo- da la sensación de tres dimensiones, de que uno está dentro. Eso me dice un artista cordobés cuando la ve, porque quedó impresionado.

Yo quería que se vea el algarrobo, un ranchito de fondo, una maderita, que se vean aspectos con los que el santiagueño se identifique. Si bien nosotros hemos hecho una colección sobre su vida, con otro artista, y se habla de la vida de Mama Antula, esto tenía que ser algo que la represente.

Y otras cuestiones más que dicen los textos de Rubén Valdés, que me sugería de ponerle un Manuelito. Porque ella en sus cartas pide que le hagan uno, su compañero de camino que es una cruz tallada de mármol que siempre llevaba.

Después pensaba que podría ponerle el librito de los ejercicios espirituales. Me parecía que era lo más acorde porque con eso ella establecía esos vínculos entre la gente que tenía, para que ayude a la gente que no tenía. En cuanto a la cruz, yo recordaba a los artesanos, a las maderas del monte…

 -¿Tuviste que estudiar/investigar mucho para retratarla en su contexto?

-Lo que pasa es que yo ya venía preparada porque venía leyendo textos de su vida y obra. Pero siempre, en cualquier temática que me pidan, me gusta buscar algún rasgo característico de la persona. En la primera imagen que yo hago para la SAED, es una mujer ya de edad, porque me la imaginaba así en su momento.

Después me doy cuenta de que era más joven cuando caminaba y tenía que modificar algunas cuestiones. Es lo que yo pinto, no sé si algunas personas lo habrán interpretado así o no.

 

 -¿Imaginabas alguna vez dedicarte al arte religioso?

-No es un camino que yo he tomado, pero uno trabaja y siempre pone lo mejor para que quede lindo, para que exprese lo que es Santiago, las emociones y que las personas se sientan identificadas. Estamos hablando de imágenes populares, entonces yo tengo que crear ese vínculo con el espectador y humanizar a Mama Antula porque ella era así; no podía llenarla de oro, ni nada, ni hacerla en  un estilo Bizantino. Tenía que ser bien del pueblo, que uno se sienta identificado, que tenga un diálogo con el espectador.

Pero nunca he tenido, nunca he dimensionado tampoco que la imagen podía llegar a tal lugar. Pero también es resguardar el tema del ego y esas cosas que a veces pone el artista.

-¿Sientes que esto fue una suerte de “llamado” para acercarte a la Iglesia?

-No sé si ha sido un llamado. Yo soy gestora cultural independiente y con la Fundación hemos hecho un concurso nacional de pintura que se llama “Tras la huella de Mama Antula”. Después vinieron dos concursos más. Las obras premiadas quedaron como colección de la Fundación. Yo armo proyectos para la difusión y la idea es llevar a cada pueblo las muestras para contar la vida y obra de ella.

Imprevista imagen de Cristo

Otra situación muy curiosa que vivió Verónica mientras pintaba para la SAED es la aparición de la imagen de Cristo en el primer intento de retratar a la Santa santiagueña.

“Pasa algo raro, porque yo tenía que diseñar y, al momento de pintar no me salía erguida la imagen, no me quedaba bien, entonces la borro y la vuelvo a hacer. En eso que la borro y la cambio de lugar, se forma la imagen de Cristo”, comentó la pintora.

Decidió tomarle fotos para mostrarlas a la sede del Obispado, pues  “no podía creer” lo que veía. “Era una imagen como para un simposio. Al borrarla, para cambiar la posición, aparece la imagen de Cristo como acompañándola a ella. Así que, directamente lo dibujo ahí  Cristo”, relató.

Los Ledesma

Verónica contó además una anécdota muy particular acerca de sus raíces familiares y un posible vínculo de sus antepasados con la Santa nacida en Silípica. Fue “muy loco” lo que le ocurrió mientras trabajaba en las obras plásticas.

Mientras comentaba a su familia sobre la vida de María Antonia, una tía abuela soltó el dato de que estaban emparentados. “Yo soy hija de una catamarqueña y un santiagueño. Toda la familia de ellos se ha instalado en Santiago, pero todos han venido de Silípica. Cuando yo cuento todo esto de Mama Antula, mi tía (abuela) me dice: ‘Pero si ella es pariente nuestra’: Que los Paz y Figueroa y los Ledesma somos parientes”, rememoró.

Sin embargo, no pudo obtener más información al respecto, dado que su tía padece de Alzheimer y muy difícilmente puede recordar algo. No obstante, Verónica tiene la idea de investigar si en verdad existía esa conexión, ya que no hay quienes puedan ayudarla en lo inmediato.

Comparte esta noticia